Jael golpeó la mesa con su uña mientras esperaba a Danag. El Guardia Principal estaba tomando su tiempo. Sentía que habían pasado más de quince minutos, pero Jael sabía que era solo su impaciencia hablando.
Miró alrededor del estudio. La única fuente de luz eran las cortinas abiertas. No pensó que volvería aquí tan pronto, pero aquí estaba y no estaba contento.
Cualquiera que fuese el motivo por el que Danag había regresado al castillo, tenía que ser bueno. Sus pensamientos estaban desbocados mientras intentaba adivinar de qué se trataba.
El golpe endureció la expresión de Jael. —Entre —su voz profunda resonó en el pequeño espacio.
—Señor —dijo Danag con una reverencia en cuanto entró.
—Mejor que tengas una buena razón para presentarte sin mi permiso, Danag —no se molestó en ocultar su irritación.
—Sí, Señor. La tengo —respondió, poniéndose más recto pero manteniendo su cabeza inclinada. La puerta permanecía abierta y Danag no intentó acercarse más.
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