—Mamá, ¿hablas en serio? —pregunté. No podía creer lo que oía. Tener a Blaise era mejor que no tener a ninguno de los dos.
—Nunca digo cosas que no pienso —dijo mi madre, y Damon soltó un bufido de incredulidad.
—¡Blaise, no te dejes engañar! Definitivamente es algún tipo de trampa —dijo él con un ceño fruncido.
Tal como pensaba, en el momento en que la mirada de mi madre pasó de Blaise a Damon, el veneno se filtró en sus ojos. Frunció el ceño, con una mueca abierta a pesar de la sonrisa forzada que llevaba en los labios. Aún así, mi madre no temía mostrarle abiertamente su antipatía a Damon.
—Tu hermano es libre de aceptar o rechazar mi oferta —dijo mi madre—. Después de todo, solo se hace porque él es, después de todo, la pareja oficial de mi hija. Mientras tanto, tú, por otro lado, Alfa Damon, no has anunciado a los hombres lobo de América del Norte tus intenciones con mi hija. Ella lleva tu marca, y sin embargo, no un nombre.
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