—¿Marcarme? —repitió ella, su voz apenas por encima de un susurro.
Damien asintió, acercándose a ella. —Sí. Aquí, en esta piedra, frente a los antepasados que construyeron todo lo que ves. Aquí es donde te marcaré como mía. Oficialmente. Es parte de la tradición, parte de la ceremonia que mi madre está tan determinada a llevar a cabo. Pero para mí es más que eso.
Ella no pudo evitar sentir una oleada de nerviosismo y emoción. —No me había dado cuenta de que era tan… sagrado —admitió.
—Mamá quiere tener una gran ceremonia de apareamiento.
—¿Ah sí? —Ella alzó una ceja, curiosa—. ¿Está planeando algo extravagante?
Damien se rió. —Ya sabes cómo es. Grandes gestos, tradiciones formales. Ella quiere que sea un evento en grande, con todos los líderes de la manada invitados. Incluso ha mencionado traer una orquesta.
—¿Una gran ceremonia? ¿Para nosotros? —Sacudió la cabeza, con una leve sonrisa en sus labios—. Damien, ya tenemos un hijo. ¿Realmente necesitamos una?
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