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Capitulo 66

William camina por el pasillo hacia la sala principal. En la puerta, Georgiana termina de arreglarse el broche con el escudo familiar en la solapa de su abrigo beige sobre el sobrio vestido morado elegido para ese día, a pesar de sentir unas enormes ganas de llorar. Mientras tanto, Beatriz ayuda a Flávio a ponerse la capa y al coronel.

El duque se coloca al lado de su esposa, obligándola a tomar su brazo, aunque ella está molesta al mismo tiempo que los lacayos abren las puertas de la habitación, iniciando así el rito de la abdicación. Los dos comienzan a caminar por la alfombra roja hacia el cardenal Hardwick que los espera en la enorme mesa de madera. Edward y su esposa se colocan detrás de los duques de Esk que siguen a los duques de Wilkinson.

— Me enteré de que has estado hablando con Murilo... Y que te llevabas muy bien. - comenta Georgiana

— Gigio... - regaña a William, resoplando.

—Sabes que aún estás a tiempo de dejar esta locura. - le comenta Georgiana a su esposo apenas se detienen frente al Cardenal.

—Sabes que no puedo legitimar al chico.

— Hay una línea muy fina entre poder y querer - alega la duquesa antes de soltar el brazo de su marido y sentarse en la primera silla del lado izquierdo.

—Su Eminencia. - saluda el duque, estrechando la mano del Cardenal.

—Su Gracia. - responde el cardenal. Asiente con la cabeza a los otros nobles que toman sus respectivos asientos. — ¿Podemos comenzar?

—Sí. - responde el duque antes de volverse hacia la puerta.

— El Más Honorable Flávio William John Francis Richard Peixoto Stewart -Wilkinson - llama al Cardenal — Marqués de Wilkinson.

Flávio entra del brazo de Beatriz con rostro sereno. Se detiene a dos pasos de su padre y se gira hacia Beatriz quien le ofrece su mejor sonrisa antes de sentarse en la primera silla de la derecha. Luego, se posiciona al lado de su padre mientras espera las palabras del Cardenal.

—Estamos reunidos aquí para confirmar la renuncia de títulos y poderes. - informa Hardwick, entregándoles los documentos a ambos.

Padre e hijo toman sus respectivos papeles, leyendo en silencio ante el ambiente tenso que domina cada rincón de la sala.

— ¿Padre? – llama Flávio, sorprendido cuando termina de leer.

—A los efectos constitucionales, además del acta que leo, firmo y entrego a V. Eminencia, nuestro Cardenal, la presente - lee en voz alta Guillermo sin prestar atención a Flavio — por la que comunico mi decisión de abdicar del título de Duque de Wilkinson.

—¿Que está pasando aqui? – pregunta Flávio, mirando fijamente a Hardwick.

— Su Gracia William Richard Louis George Stewart-Wilkinson, el duque de Wilkinson, acaba de comunicarme su deseo de renunciar a su título y abrir el proceso de sucesión. – explica el cardenal entregando la pluma al duque de Wilkinson.

— No puedo legitimar a Murilo, Flávio . - alega William, firmando el documento. Empuja el papel hacia su hijo — Pero el noveno duque de Wilkinson puede.

Flávio mira el papel con incredulidad por lo que hizo su padre, pero no es el único. Todos allí están conmocionados por la actitud de William, que no muestra arrepentimiento. Luego, el marqués firma el documento mientras el cardenal organiza el siguiente rito: el nombramiento del noveno duque de Wilkinson.

Beatriz se acerca ayudando a su esposo a quitarse la capa y al coronel, mientras William es ayudado por Georgiana con la espada y las demás reliquias que serán utilizadas, al mismo tiempo el Cardenal se posiciona con la Santa Biblia.

Flávio respira hondo antes de arrodillarse ante su padre, colocando sus manos unidas entre las suyas, convirtiéndose con este acto en su fiel servidor.

— Flavio William John Francis Richard Peixoto Stewart-Wilkinson, ¿juras servir y ser fiel al título, al pueblo y, sobre todo, a Dios, nuestro soberano? – pregunta el Cardenal.

— Lo juro - responde Flávio.

Se pone de pie y se vuelven hacia Hardwick, sellando su juramento besando la biblia. Acto realizado por su padre a continuación. Se arrodilla una vez más, esta vez para el título de caballero.

— Te doy este puñado de tierra y estas ramas frondosas - comienza William, entregando el puñado de tierra y la rama en las manos de Flávio — Como símbolos del feudo que le pasa como dueño, servidor y protector a partir de ahora, hasta el final de los tiempos. ¿Aceptado?

— Acepto - responde Flávio, tomándolo con cuidado. Beatriz se acerca y los toma de las manos de su esposo, quien está visiblemente emocionado.

—Ahora, la cita. - advierte el Cardenal a William.

William se posiciona frente a Flávio, que permanece arrodillado. Luego, el padre lo golpea con el puño desnudo en la oreja de su hijo:

— Para que siempre me recuerdes. - dice William. — Yo, William Richard Louis George Stewart -Wilkinson - toma su espada y con la palma de ella da un toque suave contra el costado del cuello de Flávio. — Te nombro - luego pone su espada a un lado sobre el hombro derecho de su hijo — Flávio William John Francis Richard Peixoto Stewart -Wilkinson. - levantando su espada ligeramente por encima de la cabeza del candidato, el noveno duque de Wilkinson, termina colocando su espada en su hombro izquierdo.

William entrega la espada al cardenal, luego toma el coronel del duque, una corona de cruces y flores de lis, y la coloca sobre la cabeza de Flávio, que ahora nombra se levanta para ser brevemente abrazado por su padre.

— Felicidades, hijo. - felicita William, colocando el rostro de su hijo entre sus manos. — O más bien Su Gracia.

Flávio sonríe a su padre y luego se da la vuelta llamando a Beatriz que viene hacia él, sonriendo. Georgiana se coloca al lado de su marido sin mostrar ninguna reacción ante lo que acaba de presenciar.

— Dije que cumpliría mi promesa. - dice William, sosteniendo la mano de su esposa.

—Al menos podrías haber comunicado tu decisión. - comenta Georgiana.

— Hay una línea muy fina entre poder y querer. - repite William, borrando una sonrisa del rostro de su esposa.