Rosina estaba acostumbrada al olor de la carne podrida, pero que viniera del cuarto de su madre le causó ansiedad. Varias ideas rondaron por la mente de Rosina, pensando en cualquier razón para la causa.
Rosina entró y dio una gran olfateada. —Este olor parece que la carne está fresca —murmuró y encontró la fuente del aroma.
El olor provenía del armario. Rosina se puso aún más curiosa y empezó a hurgar en el contenido del armario, pero no encontró nada.
—¿Qué está pasando? —Rosina susurró y miró las paredes blancas. El olor era fuerte en ese lugar, haciendo que Rosina tuviera ganas de ver qué era.
Rosina estiró los brazos antes de empujar el armario a un lado. Olfateó la pared y estaba segura de que estaba escondido detrás de ella. Extendió sus garras y arañó las paredes.
Cuando Rosina sacó sus garras, un montón de arena salió de los agujeros e intensificó el olor. Dio un paso atrás y esperó a que la arena dejara de correr antes de comprometerse de nuevo.
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