Al poco tiempo, llegó. Estacionó la furgoneta frente a la casa de su madre y abrió las puertas traseras. De ahí sacó una sola maleta.
Con el juego de llaves que le había dado su madre varios años atrás, Swindle entró a la casa. Era igual de cómo la recordaba (demasiado pequeña para su gusto), excepto por un pequeño detalle: en la sala estaban reunidos sus hermanos –John, Paul y George–, su madre –Molly Jones– y una persona que Swindle jamás había visto en su vida. Era un hombre calvo, con sobrepeso y de mediana edad que, juzgando por su traje hugo ross, su corbata durberry, su anillo kartier de oro blanco con diamantes, su reloj rulex y su mirada altanera y desafiante, no tenía buenas intenciones.
—Oh, Ringo —dijo Molly distraídamente—. Ven, siéntate. Te presento a Dale. Él trabaja en la bolsa de valores.
—Mucho gusto —Dale se puso de pie, y le ofreció la mano a Swindle—. Dale Van Hole.
Swindle le dio la mano a Dale y le dedicó una sonrisa tan falsa e hipócrita como la que Dale le mostraba.
—Mucho gusto, Fake. Yo soy Ringo —dijo y se dirigió hacia el único asiento libre de la mesa, el más alejado de Dale.
—Es un bróker —le dijo Paul, y él estaba sentado a su lado.
"Claro que lo es," pensó Swindle.
—Bueno, sí, técnicamente soy un bróker, aunque también soy uno de los principales socios de una de las casas de bolsa más importante en el país y un Doctor en Ciencias Financieras.
—Un Doctor, ¿eh? —Swindle se levantó de su asiento y se acercó a Dale. Con un movimiento rápido y preciso tomó la botella de rivas cheagal 25 que Dale obviamente había traído para la ocasión y se dirigió a la cocina. Ahí tomó un vaso, lo llenó con hielos y, después, con rivas—. Suena muy impresionante y todo, pero no es tan difícil conseguir esos títulos. De hecho yo también soy Doctor —y es cierto (véase la historia corta Una estafa más).
Swindle salió de la cocina, le regresó la botella a un nada contento Dale y regresó a su asiento.
—¿Ah, sí? —preguntó Dale con cierta sorna—. Pues se nota que te costó mucho trabajo obtenerlo, porque ni siquiera has tenido tiempo de visitar a tu pobre madre.
—En tu cara —dijo John orgullosamente.
Pero Swindle lo ignoró por completo.
—Oye, Gully —Swindle siempre llamaba a su madre de esta manera (porque Gully es diminutivo de gullible)—, y ¿a qué se debe que haya un bróker en tu casa?
—Bueno, Ringo, tú siempre nos ayudas y sabes que nuestra situación financiera no es muy buena gracias a tres personitas que no sirven para nada —dijo Gully mirando severamente a sus otros tres hijos, quienes, en respuesta, desviaron la mirada—. Así que Dale nos está ayudando con eso.
—¿En serio? —preguntó Swindle con cierto sarcasmo—. No sabía que los brókeres también se dedicaran a la caridad.
Dale rio fría y falsamente.
—Yo me encargo de asesorarlos para la compra de acciones y demás instrumentos de inversión. Claro, por una pequeña comisión. Aunque, juzgando por las ganancias que pueden hacer, mi trabajo podría considerarse como caridad.
—¿En serio? —preguntó Swindle de nueva cuenta—. Y ¿cómo van las inversiones, Gully?
—Bueno, no siempre se gana, pero…
—Ah —Swindle sonrió maliciosamente—. Entonces, ¿es como un casino?
Dale rio condescendientemente y negó con la cabeza.
—¿Sabes, chico? Si tuviera un dólar cada vez que escucho a alguien decir esto, no estaría trabajando en esto. O quizá sí: hay que hacer que el dinero trabaje para uno y no al revés. Pero, bueno, el punto es que: yo he estado en este negocio por más de 20 años, y puedo asegurarte que la bolsa no es ningún casino. Créeme; tengo un doctorado en Ciencias Financieras. Sé de lo que hablo.
—Quizá, pero no sabes nada de casinos.