Al oír el sonido de crujido y estallido, los ojos de Penny se desviaron de los dedos del hombre, que ahora abrazaba mientras caía al suelo con la espalda contra la mesa, gimiendo y con el rostro adolorido.
La mirada de Penny pasó del magistrado a Damien, quien tenía una expresión serena y recogida, como si ni siquiera hubiese tocado a la persona y le hubiera causado un dolor inmenso así como atroz. Parecía que la parte del cuerpo que Damien prefería torturar eran los dedos. El sonido en la habitación donde el cielo se había vuelto oscuro y frío, ella podía sentir su corazón acelerado, pero no era por miedo, sino por la sorpresa.
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