Al escuchar el sonido de pasos y ver llegar a Wei Ruo, la nodriza rápidamente se secó las lágrimas.
—¡Ruoruo! —Xu Zhengyong la saludó con una sonrisa radiante.
Wei Ruo no respondió, en cambio lo examinó cuidadosamente de pies a cabeza.
—Deja de preocuparte, Ruoruo, estoy bien, no me he lesionado. Soy bastante resistente, todas las peleas que tuve mientras crecía no fueron en vano, ni tampoco el entrenamiento de artes marciales de nuestro maestro. ¡Y la ballesta que me diste, es increíblemente poderosa!
—Nuestros ballesteros llovieron flechas sobre ellos. Antes de que pudieran siquiera acercarse, un buen número de ellos ya había perecido. Cuando comenzó la melé, ya estaban debilitados. Además, yo era tan feroz, ¡esos japoneses pequeños y rechonchos ni siquiera pudieron tocar un pelo de mi cabeza!
Para demostrarle a Wei Ruo que estaba perfectamente bien, Xu Zhengyong realizó algunos movimientos en el lugar e incluso hizo una voltereta hacia atrás.
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