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La Caza Infinita

Percival Wolfgang es un universitario con un futuro prometedor, aunque su brillante porvenir está en deuda con su sombrío pasado, lleno de oscuridad y muerte. A una edad temprana, Percival fue testigo de un fenómeno paranormal conocido como el Eclipse lunar de sangre. Esta noche misteriosa y sin tiempo definido trae consigo monstruosidades que castigan a todos los desafortunados que se cruzan en su camino. A pesar de los intentos de Percival por dejar atrás aquel oscuro evento, la oscuridad amenaza con volver a reclamarlo. Después de mucho tiempo, está destinado a enfrentar nuevamente las fuerzas tenebrosas que desean llevarlo consigo, si es que logran hacerlo. El regreso de esta oscuridad despierta en él una mezcla de miedo y determinación, mientras se prepara para enfrentar lo desconocido y luchar por su propia supervivencia. En su lucha contra el mal que se aproxima, Percival se adentra en un viaje de descubrimiento personal y fortaleza interior. Enfrentará sus propios temores y traumas del pasado, forjando una resiliencia inquebrantable en su búsqueda por proteger su futuro brillante y superar las sombras que amenazan con devorarlo. La narrativa se desarrolla en un entorno tenso y misterioso, donde el protagonista se encuentra en una carrera contra el tiempo para desentrañar los secretos del Eclipse lunar de sangre y encontrar una manera de evitar su propia destrucción. A medida que Percival se sumerge en el corazón de la oscuridad, deberá confrontar sus demonios internos y tomar decisiones difíciles que podrían determinar su destino.

UmbraMortius · แอคชั่น
เรตติ้งไม่พอ
3 Chs

Entre la espada y el vacío.

Estaba observando cómo la luz del sol lentamente se perdía entre el horizonte, como aquellos nobles y cálidos rayos de esperanza que iluminaban todos los días desaparecían en la lejanía, prometiéndonos que mañana será un mejor día.

Aunque... siempre estaba el terror constante, el terror de que esa noche se repitiese. Todos los días rezaba para que, si el sol se ocultase, volviera... volviera rápido, en su hora, en su momento. Un atardecer que había presenciado cientos de veces sólo en aquel frío y oscuro departamento ubicado cerca de la universidad.

Realmente era un departamento amplio, pero los gastos también eran demasiado grandes. Tal vez sería mi último mes en el departamento. Desde hace ya cinco años conservaba este lugar junto con los que decía ser mis amigos, quienes lentamente se fueron yendo, encontrando lugares mejores para vivir.

Era algo normal para estudiantes que buscan algo económico, ya que aquel era un viejo y gastado lugar lleno de buenos y malos momentos por igual. Aunque muy en el fondo extrañaba esa... esa sensación de compañía que hace demasiado tiempo había dejado de sentir.

Una larga y oscura noche se avecinaba, lo cual era normal. Pero por ahora, aquel rayo de esperanza y sueños lentamente lo despojaba de su calor para dejar paso a aquella gran y pesada oscuridad, la cual a paso tranquilo abarcaba el cielo diurno para volverlo cielo nocturno. Acompañado de las garras frías y ásperas del viento.

Ahora muchas casas tenían un sistema de calefacción. Desde pequeño recordaba a mi padre talando leña en aquella casa frente al mar, la cual tenía una gran y ostentosa chimenea de piedra y marfil. Pero por suerte, ya tenía las ventanas cerradas, dejando solamente el balcón en el que me encontraba ahora mismo.

Un pequeño gusto culposo era sentir cómo mis dedos se entumecían por el frío para después entrar a casa y sentir dicho calor embriagando mis dedos y palmas. A su vez, un café caliente me esperaría para ser endulzado con azúcar de caña real y un poco de leche de mi marca favorita. Lo acompañaría con alguna comida como algún pan dulce o, por el contrario, unas galletas.

Pero la realidad era que, al entrar al departamento y cerrar la puerta del balcón, la desgracia me perseguiría desde aquella noche en adelante.

— No hay café - Susurré mirando hacia un tarro de cristal donde el café debería reposar, pero solo estaba vacío. Era un departamento de unos ocho metros de largo y cuatro de ancho. La sala y la cocina estaban casi pegadas, solo divididas por un desayunador de madera negra, detrás de la cocina, una pared gruesa dividía aquel baño con todos los servicios. Esto estaba distribuido en el lado derecho, mientras que en el izquierdo había tres cuartos.

Uno pequeño dedicado solo para lavar la ropa, mientras que los otros dos eran para dormir y guardar las pertenencias propias. Verificando si no había más café en algún lugar, moví algunas cosas hacia un lado y, para mi sorpresa y suerte, un pequeño sobre de café asomó por detrás de una bolsa de arroz económico.

— ¡Te tengo! - exclamé sonriente. Fue mi palabra de victoria al ver que la bolsita estaba llena y sellada. Enseguida, puse agua a hervir, recordando con nostalgia qué habría pasado si los cinco estábamos presentes, peleando por ese sobre de café o haciendo algún juego tonto para decidir quién se lo quedaría. Eso me provocó una ligera sonrisa seguida de una risa melancólica al recordar aquellos momentos divertidos en "familia". Llegué a considerar a mis compañeros de departamento como una familia durante mucho tiempo, con problemas, pero nada que no se pudiera solucionar.

— Ángel no opinaría lo mismo - murmuré en voz baja, y rápidamente mi amargura volvió. Un comentario hacia mí mismo, recordando con amargura lo que sucedió con Ángel hace algunos años.

Mi mente se aclaró de nuevo al escuchar el sonido característico de la tetera hirviendo el agua. Abrí el sobre de café y vertí su contenido en una taza, junto con el agua caliente. Con el café preparado, cambié los canales de televisión en busca de algo interesante para ver, una serie o un noticiero.

Miré el reloj y vi que ya eran las siete y cuarto, así que el noticiero de las siete estaría comenzando. Seguí cambiando algunos canales más hasta encontrar el noticiero. Solo llegué quince minutos tarde, así que no me había perdido nada importante en teoría. Pero en realidad, las noticias eran siempre las mismas: homicidios, desapariciones, leyes absurdas y personas que afirmaban ver sombras y presencias malignas.

Después de esta sección cambiaron a un plano con un reportero en un tipo de plaza, abajo de la pantalla en las etiquetas rápidas salía el nombre de dicho reportero Eduardo Javier Bertillón Castillos.

Gire a ver hacia afuera del balcón mirando la ciudad a la lejanía, parecía que esa noche sería tranquila en las calles, se mantenían en silencio, solo interrumpido por el sonido de la calefacción que se encendía automáticamente después de que el sol se ocultaba, gracias a un sencillo mecanismo de paneles solares. Aunque esto nos causaba problemas cuando estaba nublado.

—Y en otras noticias, se aproxima un frente frío desde el norte hacia el sur. Las temperaturas normales, como muchos saben, pueden descender a 5 grados o menos al ocultarse el sol, pero en nuestras pruebas hemos registrado temperaturas bajo cero. Así que abríguense bien y asegúrense de mantener nuestros útiles e importantes calefactores en buen estado. Con Sun Empres, nuestra mejor opción...- 

"¿Desde cuándo mezclan comerciales con las noticias?"

Fue el pensamiento fugaz que pasó por mi mente al ser interrumpido por el comercial y el noticiero. Sin embargo, en cierta forma, era cierto. Hacía un tiempo que no le daba un mantenimiento riguroso o, al menos, notable a la calefacción. Sin ella, en muchas ocasiones habría muerto de hipotermia. Una leve risa se asomó en la comisura de mis labios.

—Esperemos que la calefacción no nos falle esta noche - exclamé, mirando el calefactor en el techo, como si pudiera escucharme. Este emitió un pequeño ruido. Era una frase que se había convertido casi en un ritual. Cada noche, cuando el calefactor se encendía y nos protegía del frío exterior, esa simple frase se volvía una rutina. En el fondo, todos esperábamos que no dejara de funcionar durante la noche y nos protegiera del frío. Era una creencia tonta pero reconfortante para ellos y para mí. Sin embargo, mi mente volvió bruscamente a la realidad al escuchar los gritos provenientes del televisor.

—¡ESTO SOLO DEMUESTRA UNA COSA! ¡COSAS QUE YA VIVIMOS HACE 18 AÑOS Y QUE NOS ADVIERTEN QUE EL MALIGNO ESTÁ PREPARÁNDOSE PARA ATACAR! FRIOS INTENSOS, MUERTES SIN EXPLICACIÓN ALGUNA, DESAPARICIONES IMPOSIBLES DE RASTREAR. ¡ESTO ES OBRA DE LA LUN- El canal de noticias se cerró abruptamente!

En cuestión de segundos solo franjas de colores se mostraban en la televisión. Habían interrumpido la transmisión. Un escalofrío recorrió mi cuerpo desde los pies hasta la cabeza, provocando un intenso frío que hizo temblar mi cuerpo. Un ataque de pánico. Conocía demasiado bien esta sensación. Tomé la taza de café con ambas manos, tratando de no temblar, y me senté detrás de la barra para beber un sorbo mientras respiraba profundamente.

"¿Dónde están mis pastillas cuando las necesito?" 

De repente, la televisión volvió a mostrar el programa normal con un nuevo presentador, el encargado del pronóstico del clima. Aclaró su garganta y fingió una sonrisa forzada, al igual que su interés por informar a las personas sobre lo que sucedía, ocultándolo todo detrás de pantallas de humo, como siempre hacían en los medios de comunicación. Sin darme cuenta, me perdí nuevamente en mis pensamientos, silenciando todo a mi alrededor, sumergiéndome en un pequeño bucle de pensamientos. En un instante, volví a escuchar la voz del nuevo reportero.

—Disculpen las molestias. solo problemas técnicos, entonces Charles, seguimos con los deportes con... -

La imagen se volvió negra de repente, dejando el departamento en silencio, a excepción del sonido del calefactor que continuaba funcionando. Aparentemente, había apagado la televisión sin querer con mi mano al colocarla en la barra, donde estaba el control remoto. Luego de eso, el café, había perdido sabor desgraciadamente, pero no lo tiraría así porque sí. 

Mi mente en cuestión de segundos se había llenado de pensamientos y recuerdos del pasado, con mi madre y mi padre mientras bebía lo que quedaba del café.

"¿Te estarán tratando bien? papa."

Tiempo después de salir de aquel foso de recuerdos e ideas apagaba todo para irme a dormir, mi mente no dejaba de trabajar. ¿Por qué dijo eso? ¿Qué lo hizo reaccionar así en este justo momento? ¿Cuál fue la razón exacta para que un reportero de su calibre se dejase llevar en la desesperación? ¿Cómo fue que no reacciono tan rápido la televisora en cuanto no dijo sus líneas? ¿En verdad pasara otra vez? ¿Cuándo habrá sufrido su primer ataque y porque es la primera vez que lo hace en público? ¿Dónde estará ahora? Todas esas preguntas trataban de responderse mientras apagaba automáticamente las luces del departamento, verificando que ninguna quedara encendida, y asegurándome de que las ventanas y puertas hacia el exterior estuvieran cerradas y seguras.

Además del frío infernal en el que las personas se refugiaban, las personas también eran peligrosas. Trataban de sobrevivir a toda costa, sin importar a quién o qué tuvieran que pisotear para pasar otra noche. Así era el ciclo de la vida en la actualidad. No era una cuestión de matar o ser asesinado, pero en cierto sentido, era indirectamente así, dejando a personas afuera para proteger tu propia seguridad.

Mientras pensaba en todo eso, entré en la habitación y observé a mi alrededor. Había dos camas, ambas separadas. Se podía ver que una de ellas era usada por mí, mientras que la otra se encontraba totalmente llena de polvo, pero limpia, como si estuviera esperando un huésped, evidenciando que hacía mucho tiempo que nadie se acostaba en ese lugar. Hoy no sería la excepción.

Una vez en el cuarto, en la oscuridad, Mientras me preparaba para dormir pude observar como mi calzado ya se encontraba bastante gastado. ya era el cuarto par que compraba en cuatro años, uno por año, y los usaba constantemente sin descanso todos los días, excepto por las noches cuando me los quitaba para dormir.

Lancé una sudadera grisácea clara sobre la otra cama, ya que la usaría mañana. Realmente, el frío en la habitación siempre se conservaba. Me molestaba un poco no haber abierto la puerta para que se calentara antes, cuando veía las noticias.

En esa oscuridad, respiré profundamente y tomé mi manta, que por un lado estaba especialmente abrigada con un material similar a la lana de las ovejas. Muchos llamaban a esas mantas "emborregadas" por su similitud.

Me tapé con ella, cerré los ojos y comencé a pensar, discutir e imaginar cosas ficticias hasta que el sueño se apoderó de mí y de mi cuerpo, permitiéndome "descansar" con el constante y continuo sonido del viejo e indispensable calefactor. Pero, así como me quedé dormido, el incesante sonido de la alarma comenzó a resonar en la habitación, fuerte y molesto. Cuando estábamos juntos, siempre había quejas y maldiciones a esta hora de la mañana, bromeando o a veces maldecía a la alarma. Pasé unos minutos recostado primero antes de poder reincorporarme en la cama para ver la hora. Ya eran las 5:30 de la madrugada del día siguiente.

Realmente, había dormido, o eso creo, pero mi mente no había descansado en absoluto. Era como si solo hubiera parpadeado, ya que mi mente y mi cuerpo no descansaban, aunque pasara el tiempo "durmiendo".

Esto ya se había vuelto demasiado habitual, como todos los días. Di un paso hacia adelante, reincorporándome en mis piernas para bostezar y estirarme, mientras algunos de mis huesos emitían un ligero sonido de estruendo. La oscuridad en ese lugar llegaba a ser sofocante, pero más que eso, era la desesperación de estar ciego y solo, rodeado de mis pensamientos e imaginaciones en ese espacio tan oscuro y negro como el vacío mismo.

El temor parecía una simple mosca en comparación con lo que realmente sentía, pero sabía que estaba en mi fría y vacía habitación unos simples pasos, accioné el interruptor del bombillo y la luz iluminó la oscuridad.

Por unos breves segundos, pude ver un bulto en la otra cama, abrazado en posición fetal, había una pequeña y grisácea forma humanoide que hizo que mi corazón se acelerara y sintiera un escalofrío en el pecho.

"¿Desde cuándo estaba ahí? ¿Había dormido con él tan cerca? ¿Por qué no me había atacado?"

Con miedo de perderlo de vista, traté de enfocarlo bien, pero mi ojo lechoso y mal acostumbrado a la luz solo me permitieron ver un destello antes de que el supuesto monstruo en posición fetal se transformara "mágicamente" en una sudadera gris.

Aún me sentía acelerado y el frío mortal parecía a punto de congelarme. Di un paso grande y tomé la sudadera para ponérmela después de sacudirla y negar.

"Maldito día, la culpa la tuvieron los noticieros de ayer."

Aún recordaba las noticias mientras salía de mi cuarto y me acercaba a los interruptores del pasillo. Apagué la luz de la habitación y cerré la puerta antes de encender las luces de la sala y la cocina. No tenía realmente hambre, así que solo tomaría algo ligero que tenía en el refrigerador. Antes de salir de mi departamento, pasé por el baño para lavarme la cara, peinarme y colocarme la única cosa que me hacía sentir normal después de aquella noche hace 18 años.

Después de haber "desayunado" algo, o más bien haber tomado un jugo que dejé la tarde anterior, me dispuse a salir de mi departamento.

Al salir, vi a una chica joven con unos toques faciales pulcros y sencillos.

"Selina."

Selina era una vecina que estudiaba Información total y característica, en la misma universidad que yo, y pues por obvia razón vivía en el mismo edificio. La primera vez que la mire fue gracias a su llamativo cabello rosa, casi como un.

"¡AQUÍ ESTOY, MÍRENME!"

Mientras camine hacia la salida del complejo de departamentos, sonreí ligeramente y abrí la puerta para que ella pasara primero.

— ¡Buen día, Percival! ¿Cómo ha sido tu mañana? - dijo Selina, tranquila y sonriente como de costumbre.

— Mi mañana está bien, solo tuve un pequeño susto con mi suéter - respondí, recordando aquel suéter monstruoso.

— ¿Susto? - preguntó Selina, mostrando un rostro intrigada y divertida. 

— Algo así, pero no es nada gracioso.

— Pude haber tenido un paro cardiaco - exclamé, mientras mis manos tocaban mi pecho dramáticamente. Ambos reímos suavemente mientras descendíamos por una escalera.

Afortunadamente, el complejo de departamentos estaba en el segundo piso, por encima de la casa donde vivía el casero. Aún era muy temprano para él, así que no interrumpiríamos nuestra conversación antes de llegar a la universidad. Era afortunado no tener que tomar autobuses o taxis para llegar allí, nos ahorrábamos mucho dinero, pero, aun así, los costos eran altos, un costo que yo no podría seguir pagando.

— Hey ¿Ocurre algo, Perci? ¿Aún estás dormido? - preguntó Selina, sacándome de mis pensamientos mientras cruzábamos la calleramente.

"¿Ocurría algo? ¿O todavía estaba medio dormido?"

Mi mente se centró en algo tan simple y fácil como si fuera una pregunta de cálculo lineal. No estaba al cien por ciento de mi capacidad ese momento.

—Sí, sí, no te preocupes. Solo recordé que no estudié para un examen. - Mentí, una pequeña y blanca mentira. ¿Qué podría salir mal?

— Tu? ¿el que me exigía que estudiara con él? - Comento esta posicionándose frente a mi mientras me miraba colocando su mano frente a mi pecho para detenerme.

— ¿Viste el noticiero de ayer, cierto? - Algo que ya había pasado desapercibido volvió a mi mente, la expresión de miedo, angustia y dolor en el rostro del reportero. ¿Había puesto el noticiero demasiado alto?

Note como Selina solo esperó un poco y luego negó con un suspiro.

—Perci, sé que... ya no tengo tu confianza como antes. ¿Pero aun soy tu amiga... aun puedes contarme estas cosas si necesitas hablarlo sabes? - Su mano subió hasta mi hombro, acariciándolo suavemente y apretando ligeramente.

Su cara mostro como realmente estaba preocupada por mí. Podía sentirlo en su tacto, en su expresión facial, pero lo que más la delataba, eran sus ojos, aquellos ojos que me habían regalado el brillo que necesitaba en las noches más oscuras en mi vida.

—¿Te lo prometo, te lo contaré hoy en la noche después del trabajo sí? - Fue mi excusa para evadir el tema. Aun dolía, Ambos sabíamos que no se lo diría esta tarde.

Ella aceptó de mala gana dejando ver como sus ojos miraron el suelo antes de soltar mi hombro para caminar hacia el edificio de sus clases mientras yo me quede ahí quieto.

"Cuando podre afrontar esto?" 

—¡PERCIVAL! - Grito un chico mi nombre a la lejanía mostrando como caminaba furioso hacia mi posición. —¡¿DÓNDE ESTÁ EL MALDITO INFORME QUE TE PEDÍ?! - La voz de aquel hombre volvió a resonar por la universidad. 

— Fernando, Sabes que justamente estaba pensando en eso? - Mentí. — El informe está demasiado perfecto como para que yo lo arruinara ¿sabes? - Dije un poco nervioso mientras cada vez estaba más cerca de mí.

— Perci, esta es la tercera vez que no me ayudas con este maldito informe, ¿acaso quieres que te saque del equipo? - Sentenció haciendo que me quedara parado automáticamente.

— No serías capaz. - Respondí rápidamente ante su amenaza, casi sonriendo.

—¿Apostamos? - Aquella mirada desafiante y juguetona realmente daba miedo en ocasiones.

A pesar de ser un chico de 1.63 metros, tenía la habilidad de intimidar cuando se lo proponía. Suspiré y cuando finalmente me alcanzó, solo negó acompañado de un suspiro de cansancio, entregándome una memoria USB.

— Ve a imprimir las cosas, ¿sí? Además, cuando vuelvas tenemos que hablar sobre el incidente del canal 7. Ya hay muchas noticias y teorías sobre lo que realmente sucedió. - Ambos estábamos obsesionados con ese tema. Realmente habíamos perdido muchas cosas tiempo atrás, y tal vez esa era la razón por la que nos unía un vínculo tan fuerte.

 Solo sabía que quería tenerlo cerca, sin límites, el tiempo que fuera necesario. Así que sonreí tranquilamente y caminé hacia la papelería.

Al llegar al primer piso de mi edificio, caminé pausadamente mientras algunos compañeros de la carrera me saludaban antes de subir por las escaleras. Les devolví el saludo con una sonrisa, sujetando la memoria USB de Fernando mientras seguía avanzando.

Jugaba con la memoria mientras me dirigía a un viejo, pero adornado edificio. Las enredaderas colgaban de él, dándole un aspecto grisáceo, pero no envejecido. La fauna que lo rodeaba lo mantenía vivo y vibrante, con tulipanes que decoraban su entorno. Para llegar hasta allí, debía desviarme del camino habitual hacia las aulas y seguir un sendero de rocas en el suelo. Era un lugar hermoso y rústico.

—Buen día, Gabriel. ¿Podría sacarme una copia de...? - Mis pensamientos se detuvieron de repente. Fernando no me había dicho que debía imprimir. Suspiré y aclaré mi garganta, mientras el chico de la papelería negaba con la cabeza.

Me dirigí hacia una computadora al fondo del lugar, buscando el archivo.

"Dios, Fernando, ¿por qué nunca me dices qué debo imprimir?"

Pensé rápidamente mientras leía y abría cada uno de los archivos en la memoria USB. Fernando tenía la costumbre de poner nombres extraños a los trabajos, cada vez más peculiares. Así que tenía que verificar cada uno de ellos.

—¡Gabriel! Es bueno encontrarte ahora, es el momento - dijo apurado una voz grave con algunos toques rasposos en esta.

—Espera, es que...

—¡NO! No podemos esperar más, ya no nos queda tiempo y el viaje será bastante largo. - Comento dicha voz grave mostrando algo de desesperación ante su hablar 

Realmente no sabía de qué estaban hablando mientras yo estaba allí, escuchando todo desde un área oculta en ese local, me quedé en silencio, sin hacer nada hasta que

—Max, hay gente atrás - susurró casi en voz baja, pero aun así pude escucharlo. Un silencio mortal se apoderó de ellos, ahora él sabía de mi presencia.

Así que sin dudarlo mande a imprimir el informe para levantarme, siendo visible mientras caminaba hacia la entrada. Ahora podía ver a ese tal Max, una persona de unos 50 años con rasgos como cicatrices y suturas en su piel descubierta que parecían ser marcados por la batalla.

Llevaba un largo saco de vestir, una camisa de botones y una corbata negra.

—Disculpa la inconveniencia, quédate con el cambio —comenté nervioso mientras dejaba el dinero en la mesa. Pero Max detuvo mi mano rápidamente, apretándola con fuerza, lo cual me asustó y provocó un sobresalto. Sentí un escalofrío recorrer mi pecho nuevamente. Estaba nervioso, asustado, pero en medio de toda esa confusión, pude percibir que su piel no era normal. Era plástica.

Tiré de mi mano, pero sentí más dolor al intentar moverla que en el agarre mismo.

—Un gusto, joven. ¿Acaso escuchaste algo detrás? —dijo con una voz fuerte y dura que me hacía temblar.

—No, señor - respondí con una voz seria y algo nerviosa.

—Así me gusta... - Su mirada se movió hacia donde estaba la pantalla de impresión mostrando el nombre del trabajo.

" Wolfgang el tonto"

— Espero que tengas un buen día, "Wolfgang" - dijo soltándome de repente. Sonreí tratando de mantener la calma y salí casi corriendo de allí. 

Él miedo me impedía ir menos despacio y quién era yo para cuestionarlo.