webnovel

La Caza Infinita

Percival Wolfgang es un universitario con un futuro prometedor, aunque su brillante porvenir está en deuda con su sombrío pasado, lleno de oscuridad y muerte. A una edad temprana, Percival fue testigo de un fenómeno paranormal conocido como el Eclipse lunar de sangre. Esta noche misteriosa y sin tiempo definido trae consigo monstruosidades que castigan a todos los desafortunados que se cruzan en su camino. A pesar de los intentos de Percival por dejar atrás aquel oscuro evento, la oscuridad amenaza con volver a reclamarlo. Después de mucho tiempo, está destinado a enfrentar nuevamente las fuerzas tenebrosas que desean llevarlo consigo, si es que logran hacerlo. El regreso de esta oscuridad despierta en él una mezcla de miedo y determinación, mientras se prepara para enfrentar lo desconocido y luchar por su propia supervivencia. En su lucha contra el mal que se aproxima, Percival se adentra en un viaje de descubrimiento personal y fortaleza interior. Enfrentará sus propios temores y traumas del pasado, forjando una resiliencia inquebrantable en su búsqueda por proteger su futuro brillante y superar las sombras que amenazan con devorarlo. La narrativa se desarrolla en un entorno tenso y misterioso, donde el protagonista se encuentra en una carrera contra el tiempo para desentrañar los secretos del Eclipse lunar de sangre y encontrar una manera de evitar su propia destrucción. A medida que Percival se sumerge en el corazón de la oscuridad, deberá confrontar sus demonios internos y tomar decisiones difíciles que podrían determinar su destino.

UmbraMortius · แอคชั่น
เรตติ้งไม่พอ
3 Chs

El vacío que nunca se fue

Las clases siguieron su curso aquella mañana mientras todos nos divertíamos clases con risas y burlas. Aún no había tenido la oportunidad de hablar con Fernando sobre la teoría de lo que había sucedido ni tampoco sobre el incidente en la papelería. Eran temas interesantes, pero también inquietantes.

¿Quién era ese señor y por qué estaba en la universidad?

Mi mente daba vueltas tratando de encontrar una explicación lógica, algo coherente que me permitiera superar el amargo recuerdo de esa mañana. Sin embargo, las respuestas parecían esquivarme, al igual que los recuerdos.

Finalmente, llegó el momento de salir del aula durante una hora libre, ya que una profesora no asistió. Así que aprovechamos la oportunidad para vagar por la universidad. La cafetería era un lugar bullicioso y concurrido, pero tenía una gran comida y asientos cómodos.

Sin embargo, si hablamos de comodidad, la biblioteca era un lugar espacioso y magnífico, con estanterías llenas de libros diversos, tanto escolares como de interés personal. Era un lugar lleno y hermoso. El segundo piso estaba dedicado a salas de estudio, donde se podía realizar el trabajo individualmente en un ambiente libre de ruido y tranquilo. Después de comer algo, pensé en ir a la biblioteca para leer alguna obra de ficción, algo que solía hacer en mis momentos libres.

— Perci, ¿vienes? Vamos al árbol central, tal vez consigamos un lugar para estudiar historia - me habló un amigo reciente, Alan Everard, un chico estudioso de 1.83 cm de altura, un centímetro más alto que yo. Siempre que hablaban de él, lo recordaba con sus lentes de armazón cuadrada. Acepté su invitación y caminamos juntos hacia el árbol central.

No había mucho misterio en ello. Se trataba del árbol más grande de la universidad, rodeado de mesas cerca de sus raíces, que servían como asientos naturales. Te hacía sentir conectado con la naturaleza, aunque en realidad esa zona estaba contaminada con bebidas derramadas y basura que funcionaban como "abono". Era un intento de unir a los estudiantes con la naturaleza, pero estaba mal ejecutado.

Cuando llegamos, las mesas más cómodas junto a las raíces, ya estaban ocupadas por algunos compañeros, incluido Fernando. Tomamos asiento detrás del árbol y nos unimos a la conversación.

— Chicos, ayer fue realmente una locura, ¿no? - comentó Fernando mientras bebía de un envase de la universidad, lo que significaba que ya había pasado por la cafetería.

— Yo realmente no lo sé, ¿de qué estás hablando, Fer? - preguntó como siempre el despistado del grupo, Daniel Lutero, un chico delgado y pequeño que se perdía en sus videojuegos. Admiraba su estilo de vida, aunque solo hasta cierto punto.

— Y tú, Perci, imagino que te enteraste de lo que sucedió en las noticias. Pareces un señor de 25 años que pasa el día mirando la televisión - dijo mientras me miraba con una sonrisa, y muchos se unieron a la broma.

Fernando tenía razón. Uno de mis pasatiempos favoritos era ver la televisión, aunque en lugar de caricaturas o series animadas, solía centrarme en las noticias. Me gustaba estar al tanto de lo que sucedía en mi entorno y en el mundo. No podía mentirles, así que suspiré suavemente, negué con la cabeza y comencé a jugar con la madera suelta debajo de la mesa.

— Es complicado... explicar lo que sentí al ver al reportero desmoronarse. Fue un ataque de pánico puro y duro, aparentemente. 

— Pero, ¿y si no lo fue? - comentó Jackson Warren, un compañero amigable pero no particularmente perspicaz. Todos guardamos silencio ante su pregunta.

— No lo creo, no está medicado con nada o tiene algún problema conocido. - Hablo Daniel mientras se estiraba un poco. - Hoy en la mañana que venía en el transporte investigue si tenía alguna receta-.

— Pues no lose, pero no creo que Bertillon sepa algo en realidad. Creo que podría haber sido otra cosa o nervios incluso - Justifique mientras negaba sutilmente. 

— ¿Por qué crees que fue solo un ataque de pánico? Wolf, ser tuerto no significa que puedas ignorar lo que puedes ver - Me miró bromeando, sabía exactamente a dónde quería llegar.

— Estas tocando fibra sensible, Jackson - vociferó Fernando Cien Fuegos. Realmente sentí ese golpe muy bajo, pero solo respiré tranquilo y profundo mientras negaba.

Aunque hayas sufrido también no tienes derecho a hablar sobre eso

Pensé mientras subía mis hombros cohibiéndome un poco, recordando esa noche tan fría como el infierno y tan traumática que hasta el día de hoy los gritos resonaban en mi memoria, Inconscientemente, sentí aquella presión en mi ojo derecho, aquel ojo totalmente ciego. 

Ellos siguieron hablando mientras yo en algún momento deje de escucharlos, realmente aquel comentario sobraba bastante en la conversación, realmente me había molestado, un poco de coraje y furia, pero, el simple hecho de afrontarlo directamente, me hacía sentirme muy mal, poco a poco sentía como mi corazón palpitaba algo fuerte junto con mi ojo derecho, 

Pero no necesitas recordarme lo que sufrí, y más cuando te confié mi pasado

— Perci.? - comentó Jackson, mientras su sonrisa aún se mantenía en su rostro. 

— Está bien, Jack, sigan hablando. Yo realmente estos temas me ponen demasiado mal. Además, se supone que venimos a hablar sobre historia y estudiar para nuestro examen oral. - Hablo Fernando mientras se paraba para estirarse un poco. - Iré a la biblioteca a estudiar, por si gustan acompañarme - propuso Fernando Cien Fuegos, recogiendo las cosas.

Yo enseguida me pare sin decir nada para seguir a Fernando, mientras ya nos alejábamos a la biblioteca, si estaba molesto, pero no era por la acción, si no por lo que dijo. 

— Percival, ¿estás bien? - comentó Fernando ya después de que nos alejamos de los chicos, mientras negaba y dejaba escapar un ligero suspiro.

"Es raro, Sé que tengo que aprender a vivir con esto, pero realmente sobraba ese comentario, Si de por sí no es como que esté feliz sabiendo que tengo esta condición. " 

Pensé mientras tomaba aire para hablar — Solo tú y Jack lo sabían, ahora todos saben que soy diferente - mis pasos tranquilos se habían vuelto rápidos y acelerados, algo a lo que Fer ya estaba acostumbrado. 

— Perci, solo tienes que mantenerte tranquilo, ¿sí? Sabes que son unos idiotas y además es Jackson, se enteró por accidente, no porque se lo dijiste. Recuerda, ambos sabemos que es un idiota total desde aquel día que se rompió el pantalón intentando ir al baño - Fernando siendo Fernando, un chico que realmente sabía ponerme de buenas en unos segundos, me permitió recordar aquel momento del primer día de la universidad.

En algún momento, reduje la velocidad y solo observé la biblioteca desde lejos, lo cual acepté con una risa suave por aquel recuerdo. Mis ojos se encontraron con la cara de Fernando, quien solo me apretó el hombro suspirando.

— Ay, Percival, recuerda que tu ferviente caballero Lancelot estará contigo en las buenas y en las malas - exclamó Fernando, mostrando determinación mientras veía cómo la biblioteca se acercaba, o, mejor dicho, cómo nosotros nos acercábamos a ella.

— Galahad - comenté riendo suavemente, mientras él me miraba desconcertado.

— ¿Perdón? - Su mirada lo decía todo, una expresión de confusión.

— Galahad es quien acompaña a Percival en el viaje a recuperar el Santo Grial. Lancelot, por su parte, es el padre de Galahad - reí suavemente mientras entraba a la biblioteca, mientras aquel chico se quedaba pensando afuera.

— Pero entendiste el punto que te quiero dar - dijo apurado, entrando y mirándome con credulidad. Realmente parecía que había vivido engañado.

— Entendí que tu papá me va a acompañar a todos lados en busca de una cerveza, ¿cuenta? - él aceptó, moviendo su mano dando un "50 / 50" 

Realmente, así eran nuestras conversaciones: tonterías sin mucho sentido y muchas bromas. Eran buenos momentos que nos alejaban de las malas ideas y los momentos difíciles.

Al entrar a la biblioteca, lo primero que vimos fue un mar de gente en su interior. Probablemente todos los cubículos para estudiantes ya estaban ocupados, pero quizás había uno en específico que aún estaba disponible.

Nos acercamos a una señora que estaba leyendo algo, y al acercarnos, bajó el libro para saludarnos. Su nombre era Maybet, la conocía bastante bien ya que muchas veces me había refugiado en clases libres en ese lugar. Al entrar, solo dejó escapar una ligera sonrisa en la comisura de sus labios.

— Percival, me preguntaba por qué no habías venido. Vi a algunos de tu carrera por aquí, así que supuse que tenías una clase libre. Déjame adivinar, ¿Rosario? - Dijo sonriente mientras asentía tranquilamente. Realmente me conocía muy bien, al igual que a mi entorno.

Una señora que llevaba mucho tiempo siendo conocida, desde los primeros años de la universidad. Cuando ves a alguien mirando a un chico todos los días, todo el tiempo que puede estar en un lugar tranquilo, en algún momento te entraría la duda de por qué pasa tanto tiempo solo.

— Ya sabes que sí, Bet. Realmente estaré aquí todo el tiempo que pueda, pero hoy no. Aunque parezca extraño, Rosario también vino hoy. Lo que sorprendió a muchos es que el profesor Alejandro no haya llegado. Ya sabes lo estricto que es con los horarios - hablé dudoso mientras mi mano se dirigía a mi barbilla, imitando la típica pose pensativa, pero luego solo sonreí mientras Maybet negaba.

— Y vaya, debe ser algo extraño que Alejandro no haya llegado. Incluso debería entregar un libro hoy, pero bueno, ya sabes cómo son las cosas. En fin - comente sonriente mientras la bibliotecaria se ocultaba de nuestra vista y luego sacaba una tarjeta que pasó por debajo de la ventanilla. Era una vieja tarjeta que en letras grandes tenía escrito "Cubículo especial".

— Vaya, el cubículo especial no se le da a cualquiera. ¿Por qué Perci lo tiene? - preguntó Fer tranquilo, esperando una respuesta satisfactoria de la bibliotecaria. Ella simplemente le devolvió la mirada con una sonrisa.

— Él, a diferencia de muchos, hace servicio aquí en la biblioteca. Además, te daría uno si fueras un excelente am, acompañante~ - bromeó la bibliotecaria mientras le guiñaba un ojo a Fer, quien negó algo nervioso. Por mi parte, solo sonreí y tomé la tarjeta, luego caminé hacia las escaleras con Fernando siguiéndome.

Los cubículos eran salas pequeñas de estudio, equipadas para diversas actividades. Algunas eran salas insonoras que permitían hablar con tranquilidad sin escuchar el ruido exterior. Tenían un área de alrededor de tres metros por cuatro de largo y tres de altura, pequeñas pero funcionales.

— ¿Te has acostado con ella? - preguntó rápidamente cuando terminamos de subir el primer tramo de escaleras, lo cual casi me hizo atragantarme con saliva.

— ¡¿QUÉ?! - respondí sorprendido.

— Veo que no, vale, lo sé. Solo es una buena amiga - se apresuró a aclarar Fer, mientras yo trataba de recuperar la compostura. Lo miré y él estaba sonriendo detrás de mí.

Continuamos nuestra caminata hacia los cubículos especiales, que estaban al final del segundo piso, en el fondo. Allí encontramos los cubículos, que contaban con computadoras de escritorio y algunas televisiones que se utilizaban para transmitir diapositivas relacionadas con los temas que estudiábamos, principalmente Historia del mundo actual. Se trataba de eventos recientes o de hace pocos años en el pasado. Pero este examen en particular era complicado para mí.

— El examen de hoy será sobre la catástrofe, ¿cierto? - preguntó Fernando mientras me seguía hasta entrar en los cubículos. Realmente sabía que esos temas me afectaban, así que traté de evitarlos, pero confiaba lo suficiente en él como para hablar sobre eso a solas.

— Sí, el examen que nunca esperé tener tan pronto - exclamé casi como un quejido.

— Perci, sé que no estás de humor, pero ¿crees que pueda volver a ocurrir? - Al abrir la puerta, sentí el frío del cubículo del fondo y me giré para mirarlo. Realmente no hizo esa pregunta con maldad, pude verlo en sus ojos.

— No lo sé, lo único que sé es que espero estar muerto antes de que vuelva a suceder - vociferé mientras entraba al cubículo y cerraba la puerta. Fer pasó a mi lado y me miró intranquilo.

— Perci - su voz baja y dudosa solo pronunció mi nombre.

— Aceptémoslo, ¿Qué crees que un puñado de niños dolidos y con problemas mentales de nuestra generación puedan hacer contra unos monstruos de pesadilla? Si eso sucede, solo seremos el banquete nuevamente... como Ivett - su mirada intranquila se volvió seria y me miró a los ojos. Sentí su mirada penetrante, lo que me hizo bajar un poco la cabeza.

— No te has tomado tus pastillas, ¿verdad? - su voz volvió a ser dominante mientras respiraba profundo. Ahí venía el regaño.

— ¿Qué? Yo... sí - sentí cómo mi lengua temblaba antes de poder seguir hablando. No podía mentirle, desgraciadamente. Antes de poder pensar en qué decirle, él habló en voz alta.

— No me mientas, Perci. ¿Acaso crees que no te conozco lo suficiente como para saber cuándo no tomas tus pastillas? Mírate, estás irritable por completo, tus ojeras tienen ojeras y, ¿crees que no me di cuenta de que volviste a comerte las uñas?

Inconscientemente, miré mis manos y vi mis uñas mordisqueadas y lastimadas. Pensé por un segundo en lo que estaba sucediendo y antes de poder responderle, Fer chasqueó la lengua negando.

— Amigo, tienes que tomarlas. Sé que estás cansado de que realmente no veas un avance, pero poco a poco verás uno, uno que te haga sentir bien. Poco a poco, sin depender de tus pastillas.

— Drogas - susurré.

— Lo que sea, pero es necesario para ti y es importante para ti, y, por lo tanto, también lo es para mí. ¿Está bien? - Fernando ya se había colocado frente a mí, tomándome el hombro suavemente mientras sonreía.

— Perdón por preguntarte algo que realmente te pone bajo presión. Anda, ¿por qué no descansas un poco? De todas formas, aún faltan 40 minutos para la próxima clase. Descansa unos 20 minutos y luego estudiamos juntos. - 

Realmente sonaba muy tentadora esa oferta. No dije nada más y caminé hacia atrás de las mesas para acostarme en un gran banco destinado a que más personas se sentaran

— Solo 20 minutos, Fer - dije mientras me acostaba en el banco, acomodando mis cosas a un lado antes de cerrar los ojos. Extrañaba realmente dormir con alguien cerca. Tal vez era una costumbre, pero me daba tranquilidad tener a alguien cerca, como las antiguas civilizaciones que se unieron. Cerré los ojos y bostecé suavemente, mirando por última vez el reloj que marcaba las diez y treinta y cinco. Faltaban cuarenta minutos para la clase de las once y quince.

Pero cuando abrí los ojos nuevamente aquel reloj marcaban solo 5 minutos para las once y quince, me levanté exaltado casi de un brinco para buscar a Fer con la mirada, pero no había nadie, algo que dentro de mi hirvió para caminar molesto a la puerta y abrirla casi de un portazo.

Pero al abrirla, solo había nada, oscuridad totalmente, no encontraba ninguna diferencia entre cerrar mi ojo izquierdo y tratar de "ver" con mi ojo ciego. no existía diferencia alguna.

Pero en cuestión de segundos, una pequeña esfera de luz empezó a moverse por los pasillos oscuros de la biblioteca, aquella esfera solo daba vueltas por los pasillos haciendo que, en cuestión de segundos, desapareciera su luz.

Sabía que estaba en la biblioteca, la cual había limpiado cientos de veces, así que me anime a moverme en la oscuridad, haciéndome un mapa mental de aquellos pasillos a su vez que mi miraba buscaba la luz de dicha esfera de luz.

Los pasos se hacían cada vez más sonoro gracias al eco de esta, realmente había un silencio sepulcral en dicho lugar, pero con el tiempo y los pasos pude volver a ver aquella esfera de luz acercarse a mi quedándose frente a mí, quieta.

Dudando acerque mi mano lentamente hacia la esfera la cual esta se movió erráticamente hacia atrás provocando que yo también lo hiciera por instinto, por un segundo sentí que aquella esfera fuera como algún tipo de ser vivo, así que me acerque a el más lentamente, posicionando mi mano frente a ella, esperando que la esfera se moviera.

Y fue así como aquella esfera se movió hacia mi lentamente haciendo que el espacio entre ella y mi mano fuera nulo, provocando que esta empezara a iluminar más fuerte empezando a molestar un poco la intensidad, pero aquellas luces se empezaron a convertir en hazas de luz, como si fueran pequeños hilos dorados los cuales fueron iluminando toda la biblioteca más y más hasta que la luz fue tan fuerte que tuve que cerrar mis ojos.

Pero como todo sueño, mi cuerpo saltó de repente y me obligó a abrir los ojos directamente hacia donde estaba Fernando, sentado con el libro en la cara. Se había quedado dormido. Mi siguiente movimiento fue mirar el reloj. Eran las diez cincuenta y cinco. Dios, Fer.

Me levanté y bostecé suavemente mientras mi mente se aferraba con gran esfuerzo al sueño. ¿Que era esa esfera de luz? y porque se había convertido en aquel tipo de hilos dorados? 

— ¡Fernando! Ya es hora. Realmente no tengo ganas de estudiar, así que solo tiraré una moneda al aire - afirmé mientras recogía mis cosas. Fer seguía dormido en su lugar, pero cuando me acerqué para tocarle el hombro, algo no estaba bien. Sentía su piel... muy blanda. Antes de que pudiera hacer algo, su mano se movió y me agarró fuertemente.

— Déjame dormir un poco más, Percival. Realmente me duele la cabeza - Fernando no estaba de buen humor, aparentemente. Acepté su respuesta y me alejé mientras negaba con la cabeza.

— Recuerda que hay un examen - comenté, abriendo la puerta y volviéndome para mirarlo.

— Estaré allí. Adelántate - respondió seriamente, antes de acostarse de nuevo. Suspiré y salí del cubículo. Había mucho estrés y dudas en mi mente.

Cuando salí del cubículo y caminé hacia la salida, Ahí estaba el hombre mayor que había encontrado esta mañana. Sonreía tranquilamente con un cigarrillo sin encender en los labios. Sacudí la cabeza y caminé hacia las escaleras, descendiendo lentamente con cuidado, recordando cada parte de mi sueño. Ese sueño vivido que me atormentaba cada vez más. No quería llegar a la noche a este ritmo, pero así sería.

Al girar, vi ese gran saco negro de "Max" hablando con Maybet y apuré el paso. Cuando abrí la puerta, no pude evitar mirar hacia atrás en busca del hombre mayor. Estaba allí, sonriendo tranquilamente. 

Basta.

Al apurar el paso hacia el salón de clase noté que el cielo se había vuelto nublado, indicando que llovería pronto. Extrañaba sentir el sol en mi piel y aprovechar los baños de luz solar. Esta falta de sol empezaba a afectarme un poco.

Al llegar al edificio, subí rápidamente las escaleras, pasando entre los estudiantes con agilidad para asegurarme un lugar en el examen. Llegué al tercer piso, donde se encontraba el salón, y caminé hasta el final. Ahí estaba la mesa para dos personas, donde Fernando y yo solíamos sentarnos.

Caminé tranquilo y, en mi mente, maldije a todo lo que se movía o se acercaba. El día empeoraba cada vez más, pero al menos recibí la noticia de que la profesora posiblemente no se presentaría al examen. Muchos de nosotros nos alegramos por eso, incluyéndome. Suspiré aliviado y saqué mi celular para ver la hora. Estaba justo a tiempo para el examen.

Pasaron cinco, diez, quince, veinte, veinticinco y treinta minutos, y la profesora no apareció. Agradecí a este día por brindarme ese pequeño respiro. Sin embargo, solo fue un suspiro, ya que tenía pendiente un examen.

— Perci - escuché una voz detrás de mí.

Al girar, vi a Jackson sosteniendo bolsas de gomitas en forma de lombrices, mis favoritas.

— Oye, sé que no estuve bien y que los dulces no te van a hacer sentir mejor, pero no quería que te sintieras mal - dijo Jack mientras extendía la mano para que tomara las gomitas. Mi rostro se iluminó un poco. Sabía que no podía dejarme influenciar por los dulces, pero al menos ayudaban a distraerme y olvidar lo que había ocurrido.

— Tienes razón, los dulces no me van a sobornar, pero al menos me empalagan y me hacen olvidar lo que pasó - respondí. Eran buenos amigos, pero decidí mantener mi distancia. No podía confiar plenamente en él.

Hicimos las paces con un pequeño choque de puños. Luego, guardé las gomitas en mi mochila y salí del salón. Fernando tampoco se había presentado, probablemente se había quedado dormido.

En mi mochila encontré mis audífonos, que había guardado el día anterior. No saldría sin ellos a ningún lado así que aproveche para escuchar música mientras caminaba hacia la salida.

Mientras caminaba, vi a personas vestidas de blanco saliendo de los laboratorios de la universidad. Recordé a los médicos, a aquellos que habían estado con nosotros durante mucho tiempo debido a esa noche. Mi padre nunca volvió a ser el mismo después de ese día.

"Todavía lo recuerdo."

Cuando me di cuenta, ya estaba en la salida de la universidad. Frente a mí, vi un balcón con flores y enredaderas que caían sin tocar el suelo. Estaba a unos 8 metros de altura, mientras que las enredaderas estaban a unos 6 metros. Era el balcón de mi departamento, justo en frente.

— Si voy a casa, no haré más que dormir o comer, así que es mejor que vaya al trabajo - murmuré para mí mismo mientras caminaba por el costado de la universidad.

Observé los puestos de comida y los pequeños puestos de golosinas y vicios mientras caminaba. Saqué mi celular para verificar la hora. A veces ni siquiera tocaba el celular, pero ahora lo usaba para consultar la hora. 

Como una señal divina, el cielo nublado desapareció lentamente, revelando un sol brillante como siempre. Me cerré los ojos y dejé escapar un largo suspiro.

"Bienvenido de vuelta".