—Me pregunto a quién elegirá esta noche. ¿A ti, su mejor amigo desde hace más tiempo, o a su otro amigo, Michael? —Kenzo frunció el ceño y preguntó:
— ¿Conoces a Michael?
Pero la respuesta que esperaba no llegó. En cambio, observó cómo Quentin levantaba la mano y señalaba con las puntas de sus dedos hacia él.
—Fuera —susurró Quentin y, como si pulsara un interruptor, Kenzo dejó de moverse por completo.
Kenzo sentía que su cuerpo entero estaba pegado a la silla, solo sus ojos se movían.
—Interesante —Quentin movía la cabeza—. Mantuviste la conciencia. No es de extrañar que huela a Turstin en ti. ¿Lo encontraste hoy?
Kenzo quería preguntar qué estaba pasando o qué le había hecho Quentin. Pero, por desgracia, ni siquiera podía abrir la boca. Todo lo que podía hacer era mirarlo con los ojos muy abiertos y temblorosos.
Quentin sonreía sutilmente, mirándolo como si simplemente admirara una pintura. —Qué lamentable, ¿no es así, Kenzo?
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