El joven corrió hacia el hombre y con cautela comprobó debajo de su nariz. Al sentir su tenue respiración, una expresión de alivio cruzó su rostro.
—¿Por qué se volvió así de repente?
El repentino deterioro de su condición era alarmante. Si no había solución, temía que su hermano mayor no lo superaría.
El joven miró la caja de medicinas en su mano, luego a su hermano mayor, que había caído en coma profundo, su vida pendiendo de un hilo.
Con determinación, abrió la caja de medicinas y vertió dos pequeñas pastillas marrones del tamaño de sojas, que cuidadosamente colocó en la boca de su hermano.
Después de darle las pastillas a su hermano, lo ayudó suavemente a acostarse y se sentó a su lado en la cama, sosteniendo la mano helada de su hermano. Tenía los ojos rojos y la voz le temblaba mientras decía:
—Hermano mayor, no nos puedes dejar. Si te pasa algo, nuestra familia...
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