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Esta vez, fue An Siting quien pidió ayuda.
An Siting estaba igualmente impactado.
—¡No podía creer que Nan Yan tratara a su propio padre biológico de esta manera! ¿Se había vuelto loca?
An Yaoqing apretó los dientes y soportó el dolor.
—Tú, mi malvada hija, ¡cómo te atreves a levantarme la mano! —dijo él.
Nan Yan replicó:
—¿Qué esperas cuando te lanzas hacia mí con la intención de golpear? ¿Crees que no me defendería?
Con ojos desafiantes y una actitud fría y despiadada, Nan Yan continuó:
—Parece que nunca te tomaste en serio las cosas que me decías. Es mi culpa por no darte una lección profunda. ¿Cómo si no te acordarías?
Tras hablar, soltó el brazo de An Yaoqing y lo pateó para alejarlo.
An Yaoqing cayó al suelo en un estado lamentable. La patada en el pecho le dejó un dolor insoportable, no solo físicamente sino también mentalmente.
Lo que más le aterrorizaba, sin embargo, era la aura de Nan Yan en ese momento.
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