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Capítulo 32: Decepción

Axel

 

 

 

 

Cuánto me dolió ver la tristeza de Ángela cuando me escuchó hablando con Miranda, cuya presión e inesperada llamada no me permitió prepararme mentalmente para volver a mentirle diciendo que no la amaba.

Ángela estuvo detrás de mí conforme hablaba con Miranda, y no porque me estuviese espiando, sino por olvidar su cartera de mano en la banca del parque, donde nos encontrábamos pasando el día con Verónica.

Iba a comprarme un helado, debido al calor que hacía, tan solo quería demostrar lo atenta que era conmigo y yo le pagué de la peor manera. Reproché mi debilidad de no poder nunca desprenderme del pasado, ni mucho menos olvidar a Miranda. Ángela no dijo nada cuando me percaté de que estaba detrás de mí, apenas dejó escapar un par de lágrimas y huyó del parque.

—¡Axel! ¿Qué pasó? —preguntó Verónica al acercarse a mí. Ella estaba cerca del estanque.

—Me escuchó hablando con Miranda —dije desesperado—. Espérame aquí, Verónica, debo alcanzarla para explicárselo.

—No —replicó ella con severidad—, déjala tranquila… Debe procesar lo que escuchó y calmarse antes de volver a hablar contigo.

—¡Pero es un malentendido! —reclamé.

—No importa. Es mejor dejar que se le pase la decepción y la rabia que debe sentir… ¿Qué le dijiste a Miranda?

Su pregunta me tomó tan desprevenido como la llamada de Miranda, y aunque no quería responder, opté por hacerlo con honestidad.

—Le dije la verdad —musité.

—La verdad es relativa, Axel —dijo.

—Yo no sabía que Ángela estaba detrás de mí, y sé que no debí, pero le dije a Miranda que todavía la amo. Ya le había mentido dos veces en llamadas anteriores con tal de permitirme ser feliz con Ángela… Lo he estropeado todo.

—¡Vaya! Qué problema… Bueno, será mejor que regresemos al apartamento y meditemos al respecto. Seguro que así le podrás explicar a Ángela lo que sucede.

—¿Crees que esté dispuesta a escucharme?

—Eso lo tenemos que averiguar.

Así que regresamos al edificio con la esperanza de explicarle a Ángela la verdad de la situación, aunque sospechoso nos comentó que estaba demasiado molesta. Cuando nos dirigimos al ascensor, Ángela salió del mismo con dos maletas; no se le notaba dispuesta a aclarar conmigo lo que pasó en el parque.

—Ángela, por favor —dije desesperado—, no tienes que irte, deja que te explique.

Verónica se hizo la distraída y se alejó de nosotros caminando hacia las escaleras; no la volví a ver hasta minutos después.

—No me hables —se limitó a decir, mientras se dirigía a la salida.

—¡Ángela! —exclamé, pero no volteó y simplemente se fue.

♦♦♦

Al cabo de una semana, mientras reflexionaba respecto a mi separación con Ángela, tocaron la puerta en repetidas ocasiones. Verónica y yo nos asombramos, pues Isaías estaba con nosotros explicándole a ella las diligencias que tenía que hacer en el banco para que los fondos de Freddy fuesen transferidos a su cuenta.

—¡Ángela! —exclamé emocionado al abrir la puerta.

—Solo vine a buscar el resto de mis cosas —dijo, se le notaba molesta, ni siquiera saludó a Verónica e Isaías.

Ángela llevaba una maleta vacía, y con la misma se dirigió a nuestra habitación, donde terminó de empacar su ropa y el resto de sus cosas. Yo intenté pedirle unos minutos para que me permitiese explicar la verdad detrás de la llamada con Miranda, pero me ignoró durante su estancia, apenas me miraba con desprecio.

—¿Me seguirás ignorando? —pregunté afligido.

En efecto, me siguió ignorando, no había nada que la pudiese persuadir de la rabia. Lo peor es que no le fui infiel, lo que supuse que pensaba, por eso insistí en que estaba malinterpretando la llamada.

Cuando terminó de empacar sus cosas, salió de la habitación y luego del apartamento, mientras yo iba detrás de ella, insistiendo en que no se fuese y me dejase explicarle el malentendido.

—¿Malentendido? —preguntó indignada antes de subir al ascensor.

—Es un malentendido, Ángela —respondí.

—¡No me creas una idiota, Axel! Yo sé lo que escuché —exclamó.

—No lo sabes, Ángela… Déjame que te lo…

—¿Qué me lo expliques? ¡No, Axel! No me lo explicarás porque no hay nada que explicar. Es claro que amas a otra mujer.

Y con esas palabras me puso entre la espada y la pared, pues no podía mentirle a ella, no era correcto recurrir a la mentira y negarle que amaba a Miranda.

—¿Ves? Tu silencio no hace más que confirmar que tengo razón —dijo decepcionada.

—Ángela, por favor…

—No insistas, Axel, no quiero oír tus explicaciones, ni saber de ti —replicó al interrumpirme.

No tenía más alternativas que darme por vencido, aunque no sin antes tener la consideración de pedirle disculpas.

—Lo siento mucho, mi intención no fue lastimarte. Dejé que mi pasado se interpusiese entre nosotros y no tengo otra alternativa que entenderte y aceptar que no quieras perdonarme… Pero tienes que entender que malinterpretas una situación que todavía tiene solución si me permites explicártelo. Y es que, aunque sigo amando a esa mujer, es contigo con quien quiero estar… No te he sido infiel, Ángela, y nunca lo seré. Solo fue una llamada inesperada que no supe manejar.

—No puedes amar a dos mujeres, Axel —replicó.

—Pues es lo que siento. Nadie manda en los sentimientos.

—¿Te gustaría que, estando contigo, ame a otro hombre?

—No lo sé —musité—, pero te aseguro que estaría feliz de estar contigo porque solo me importas tú.

—¡Mentira, Axel! Eso es ser mediocre… Te aseguro que no puedo estar contigo si amas a otra mujer. O me amas a mí, o la amas a ella.

—Bien…, está bien, Ángela —dije resignado—. Al menos, nunca olvides que ha sido un placer compartir mi vida contigo, y espero que tengas la oportunidad de conocer a alguien mejor que yo, que los hay por montones.

Ella se detuvo antes de subir el ascensor y giró hacia mí. Sus ojos brillaban por las lágrimas que ya recorrían sus mejillas.

—Me duele, ¿sabes? Me duele que me hayas sido infiel después de todo lo que estaba dispuesta a sacrificar por ti.

—Ángela, yo no te fui infiel.

—¿Ah, no? —preguntó indignada—. Entonces, decir que amas a otra mujer teniendo novia, ¿qué se supone que sea?

—Ángela, no te fui infiel —insistí—. Miranda, la mujer que me llamó, ella y yo tuvimos una relación sentimental que te debí mencionar desde un principio, pero nunca fui valiente. No quise arruinar mi oportunidad de ser feliz contigo.

—Eso quiere decir que solo importas tú, pero, ¿qué hay de mi felicidad?

—Pensé que estabas feliz a mi lado.

—En efecto, lo estaba…, pero lo arruinaste.

—¿Hay alguna forma en que puedas perdonarme?

—Me costaría mucho hacerlo.

—Ángela, por favor.

—¿De veras la amas tanto como para no poder superarla? —preguntó repentinamente.

Qué obsesión de esas mujeres al hacerme una pregunta tan compleja, pero cuya respuesta tenía bien clara.

—Sí —musité.

—Y a mí, ¿también me amas tanto para humillarte como lo estás haciendo?

—Sí, por supuesto que te amo, tú eres quien llenó mis días de amor y esperanza… Me ayudaste a superar el miedo de volver a amar con todo mi ser, pero…

—Yo no soy ella.

—Nosotros… Miranda y yo… ¡Dios! Qué difícil es hablarte de esto —hice una pausa—. Nosotros nos vimos obligados a dejarnos a pesar de lo mucho que nos amábamos… Nos jodieron la vida, al punto de perder más que nuestra relación. Perdimos la libertad de ejercer nuestras profesiones y tener oportunidades. Fue una acumulación de problemas que no supimos afrontar con madurez.

—Entiendo —musitó.

Ángela me miró durante unos segundos, sus hermosos ojos brillaban y me permitieron apreciar lo que es una persona con el corazón roto.

—Aprecio que seas honesto conmigo —dijo—, pero no me amas... Tal vez ames lo que he significado para ti y todo lo que te he hecho sentir. Quizás valores lo que he representado en tu vida y la seguridad de saber que no estabas solo. Sin embargo, yo no puedo estar en una relación donde soy la única persona que ama de verdad. Así que lo siento mucho, lo mejor es que dejemos esto hasta aquí… De igual manera, te perdono.

Ángela se acercó a mí para darme un último beso y entró al ascensor.

No volví a saber más de ella.

Y aunque me dio su perdón, me quedé con un mal sabor de boca al saber que había lastimado a una mujer maravillosa. Así que volví al apartamento, justo cuando Isaías iba de salida y Verónica le preguntaba sobre su próxima visita.

—Ya no habrá más visitas, Verónica… Mis labores para contigo han llegado a su fin. Por eso vine a explicarte todo lo que debes hacer en el banco para que se te transfiera el dinero de Freddy —le dijo Isaías.

—No necesariamente tienen que ser visitas relacionadas con tu trabajo —insinuó Verónica, razón por la cual Isaías me miró avergonzado.

—¿Ya todo está a nombre de Verónica? —le pregunté para persuadir mi tristeza.

—Así es, tan solo falta que Verónica haga las diligencias necesarias en el banco y listo —respondió.

—Gracias, Isaías —le dijo Verónica con aire coqueto—, espero que puedas venir a visitarme algún día.

Era fácil saber cuándo el pobre sucumbía ante Verónica; sus orejas enrojecían.

—No me gustaría abusar de la confianza de Axel —dijo.

—Por mi parte, eres bienvenido, pero no te malacostumbres a venir seguido —repliqué con recelo.

—¡Axel! —reclamó Verónica.

—Lo siento…, lo siento —dije.

Isaías se despidió con la misma elocuencia de siempre y nosotros nos sentamos en la sala de estar, donde fui atacado por una ráfaga de preguntas respecto a Ángela que me volvieron a entristecer.

—¿Terminaron? Dime que no, por favor… Ángela sigue amándote, ¿verdad? Y, tú a ella... ¿Te dará una nueva oportunidad? Espero que sí, porque, entre tú y Miranda, las cosas acabaron hace mucho.

—Ángela no volverá… Y es comprensible por mucho que me duela aceptarlo. Tuve que ser honesto con ella desde un principio.

El semblante de Verónica cambió y por unos instantes desvió la mirada al suelo.

—Lo siento mucho —musitó Verónica.

—No tanto como yo. He lastimado a una mujer maravillosa.

—Pero no fue intencional.

—Sea intencional o no, el daño sigue existiendo.

—Bueno, sí, tienes razón.

—¿Qué quieres cenar hoy? —pregunté para cambiar de tema, necesitaba persuadir todo el pesar que me agobiaba.