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Episodio 30: ya viene.

Xar'Khal, el ser nacido de la unión del caos y la soledad, se encontraba en un lugar oscuro y solitario, devorando lo que quedaba de energía vital y absorbiendo el poder que le faltaba. Su furia era palpable, su rostro contorsionado en una expresión de ira contenida. La derrota en manos de Visharon y Rigokai, dos de los guerreros más poderosos, lo había humillado profundamente. No podía soportar la idea de haber sido derrotado, dos veces, por quienes consideraba sus rivales más insignificantes.

Mientras absorbía energía, su cuerpo se retorcía y pulsaba con una energía oscura. Los fragmentos de caos y desesperación se arremolinaban a su alrededor, creando una tormenta de poder primordial. La fusión de la soledad y el caos, que antes lo había otorgado una gran fuerza, ahora se sentía como una maldición que lo consumía más de lo que lo ayudaba. Xar'Khal, sin embargo, no pensaba en rendirse.

"¡No seré derrotado nuevamente!" rugió, su voz resonando en la oscuridad. "La eternidad será mía... ¡y todo este mundo caerá bajo mi poder!"

El caos creció a su alrededor, desintegrando el suelo y alterando la realidad a su antojo. Xar'Khal sabía que necesitaba más poder, mucho más, para vengarse de aquellos que lo habían humillado. Un sentimiento de desolación y furia lo envolvía mientras la energía se acumulaba en su interior. No descansaría hasta que su venganza estuviera completa, hasta que destruyera a todos los que se interpusieran en su camino.

El caos que lo rodeaba era el preludio de lo que estaba por venir: una tormenta de destrucción sin igual. Y, con su furia alimentando su poder, Xar'Khal comenzaría una nueva búsqueda. Esta vez, nadie podría detenerlo.

Xar'Khal, el ser eterno nacido de la fusión de la soledad y el caos, se erguía como una entidad más allá de la muerte, más allá de todo lo conocido. Su existencia era un ciclo perpetuo, alimentado por el caos que generaba y la desesperación que sembraba. No era simplemente una entidad de destrucción, sino la representación misma de la idea de que todo está destinado a fragmentarse, a desmoronarse. Su poder no venía solo de su habilidad para destruir, sino de su naturaleza misma: sin principio ni fin, su existencia era necesaria para que el caos y la soledad pudieran seguir existiendo en el universo.

Al principio, Xar'Khal no comprendía la magnitud de su naturaleza. Pero con cada derrota, con cada enfrentamiento, su poder se veía incrementado por el sufrimiento que dejaba atrás. En su mente, solo existía un propósito: acabar con la creación misma, sumir el universo en una eternidad de soledad y caos. En su esencia, el ser viviente era el catalizador de su existencia. Mientras los seres vivos lucharan, amaran, sufrían, crecían y morían, él seguiría existiendo.

"Soy la rueda que no se detiene", se dijo, mientras contemplaba su poder. "Soy el caos y la soledad, y en su abrazo todo será consumido. Los seres vivos, con su lucha, con su deseo de vivir, me alimentan... pero llegarán a un punto en que su existencia será el fin de todo. No habrá nada más que ruina. No habrá nada más que el vacío."

La idea de destruir todo, la misma existencia, se volvía más clara en su mente. Xar'Khal ya no era solo una amenaza, sino la personificación de la necesidad de destrucción. La eternidad no era su condena, sino su función. La humanidad, los dioses, los héroes y los villanos, todos formaban parte de su ciclo. Y mientras lucharan, él seguiría viviendo.

Su risa resonó en el vacío, una risa que mezclaba desesperación y satisfacción. Porque, al final, él no necesitaba ganar, solo seguir existiendo. El caos y la soledad serían su legado, la verdadera naturaleza del fin de todo. La creación había nacido para que él pudiera existir, y algún día, todo desaparecería, dejando solo el caos de su existencia.

Y con eso, el fin no era solo un destino, era un principio. El principio del caos absoluto.

Con un rugido ensordecedor, Xar'Khal desató su poder, haciendo que la misma realidad se desintegrara a su alrededor. El espacio y el tiempo se distorsionaron, y lo que antes era un plano estable de existencia comenzó a colapsar. El aire se tornó pesado, y el suelo se quebró, formando grietas profundas que tragaban todo a su paso. Un agujero gigantesco apareció en el centro de su ser, como si el universo mismo estuviera siendo desgarrado.

De dentro de este agujero, la luz del caos emergió, y Xar'Khal ascendió a un plano superior, una dimensión más allá de la comprensión de cualquier ser viviente. Allí, más allá de las leyes conocidas del universo, Xar'Khal se encontraba en el umbral de lo impensable: la existencia superior.

Desde esa posición, su poder creció exponencialmente, extendiéndose más allá de lo imaginable. Con un gesto de su mano, comenzaron a formarse complejas redes de energía, como hilos que conectaban todo lo que existía en todos los planos posibles. Estas redes fueron puentes a los diversos planos de la existencia, abriendo portales hacia el omniverso entero. De una manera desconcertante, los habitantes de todas las dimensiones comenzaron a escuchar una llamada, como un eco proveniente de lo más profundo del cosmos.

La red de llamadas se activó, resonando en cada rincón del omniverso, y las voces de miles, millones, miles de millones de seres comenzaron a unirse. De todas las realidades y tiempos, todas las razas y dimensiones, comenzaron a percibir la misma información, de forma clara y precisa. Era la misma advertencia, la misma declaración de verdad:

"La destrucción del omniverso es inminente."

Xar'Khal, ahora un ser de pura energía cósmica, dejó que las palabras resonaran en la conciencia de todos. Su presencia era conocida ahora no solo en su plano de existencia, sino en todos los planos. La conexión con cada ser viviente, cada diosa, cada entidad cósmica era inquebrantable, la comunicación total y absoluta. La energía que se había liberado al convocar esta red era suficiente para alterar la esencia misma de lo que representaba la creación.

Pero más allá de ser una simple amenaza, sus palabras estaban llenas de un propósito: su existencia era el catalizador de un nuevo ciclo, la culminación de su rol como el caos primordial. Xar'Khal no solo deseaba destruir. No, él era el caos en su forma más pura, la fuerza que destruye solo para reconfigurar, para comenzar de nuevo. El omniverso entero debía ser reestructurado, sumergido en el vacío para que una nueva creación pudiera nacer desde su fragmentación.

"El fin ya ha comenzado", dijo Xar'Khal, su voz resonando por toda la red de llamadas. "La creación y destrucción son dos caras de la misma moneda. Ya nada puede salvarlo. Todo lo que conocen desaparecerá. Serán testigos del último ciclo, el que llevará a la destrucción total y a la creación de lo que está más allá de su comprensión."

Mientras la red de llamadas continuaba enviando su mensaje a cada rincón de la existencia, Xar'Khal observaba cómo los seres de todas las dimensiones comenzaban a reaccionar. Algunos luchaban, otros huían, y muchos se sumían en el caos y la desesperación. Pero todo ello no era más que un reflejo del propósito que él había alcanzado: la muerte del omniverso, la purificación por el caos, el principio del fin. Y todo lo que quedaría sería él: Xar'Khal, el ser eterno, el caos primordial, el destructor y el creador de lo que está por venir.

Y así, el plan de Xar'Khal comenzó a tomar forma. Sin que nadie pudiera detenerlo, el omniverso comenzaba a desmoronarse bajo el peso de su voluntad.

Victor, al escuchar la ominosa voz de Xar'Khal, sintió un escalofrío recorrer su cuerpo. Era una presencia que reconocía, aunque las circunstancias eran muy diferentes. El recuerdo de la última vez que se enfrentó a un ser de tal magnitud lo golpeó con fuerza, y sin pensarlo, activó su técnica, "Usagi Instantáneo", teletransportándose con velocidad a la ubicación más cercana de aquel ser que amenazaba con destruir todo.

Al llegar al desierto, donde las dimensiones parecían colapsar, Victor miró a su alrededor, buscando a Xar'Khal. El aire estaba tenso, la realidad misma parecía fracturarse a su alrededor. Pero, para su sorpresa, no encontró al ser infernal donde esperaba.

Un sudor frío recorrió su frente, y de repente, una presión extraña se sintió sobre su espalda, como si el propio aire se hubiera vuelto más denso. Giró rápidamente, solo para encontrar que el caos y la oscuridad de Xar'Khal ya estaban sobre él.

Detrás de él, emergió la figura de Xar'Khal, más imponente que nunca, con una sonrisa llena de desdén. Su presencia irradiaba una energía caótica tan pura que parecía deformar el mismo espacio-tiempo a su alrededor.

"Has llegado tarde, Victor", dijo Xar'Khal con una voz que retumbó en el aire. "Este es el fin, no solo para ti, sino para todo lo que conoces. El omniverso caerá, y nada podrá detenerme."

Victor apretó los puños, su determinación ardiendo dentro de él. Sabía que la batalla sería titánica, que esta vez no era solo una cuestión de habilidad, sino de resistencia, fuerza y voluntad. "Si crees que eso es cierto, estás equivocado. No voy a permitir que destruyas todo lo que hemos luchado por proteger", respondió, su voz firme, cargada con el peso de su experiencia.

Con un rápido movimiento, Victor preparó su siguiente acción, sabiendo que la lucha con Xar'Khal no sería fácil, pero ya no quedaba otra opción. El destino del omniverso estaba en juego.

Xar'Khal, con su poder desbordante, se movió a una velocidad imposible de seguir para Victor. En un parpadeo, lanzó un golpe brutal que impactó en el torso de Victor, enviándolo volando a través de las dimensiones, atravesando paredes de realidades que se desmoronaban a su paso. El golpe fue tan fuerte que el aire mismo se distorsionó, creando ondas de choque que desintegraban todo lo que tocaban.

Victor, aún consciente, chocó contra las paredes de lo que parecía una fractura en la propia realidad, el impacto sacudiendo cada rincón de su ser. Sus energías internas luchaban por recomponerse, pero la magnitud del ataque de Xar'Khal era desmesurada. Antes de que pudiera reaccionar, una fuerza indescriptible lo levantó en el aire.

Xar'Khal, habiendo aumentado de tamaño hasta convertirse en una entidad monstruosa, lo tenía en sus manos, sujetándolo como si fuera una simple marioneta. Su presencia, colosal y siniestra, dominaba todo el espacio a su alrededor, y la misma existencia parecía crujir bajo su toque.

Con una sonrisa malévola, Xar'Khal miró a Victor con desprecio. "Me encargaré de acabar con ustedes, los héroes y la vida misma", dijo en tono grave, su voz resonando como un eco en cada rincón de la existencia. "El caos será mi único aliado, y el fin de todo lo que conocen será mi victoria. No hay escape."

Victor, aunque atrapado en la enorme mano de Xar'Khal, sentía cómo su energía interna luchaba por mantenerse firme. Sabía que si caía ahora, todo estaría perdido, no solo para él, sino para todos aquellos que dependían de su victoria.

A pesar de la impotencia que sentía, Victor no cedió. En su interior, un fuego seguía ardiendo, el mismo fuego que lo había impulsado tantas veces a superar lo imposible. "No... esto no ha terminado, Xar'Khal. Ni tú ni nadie destruirán lo que hemos protegido," gruñó, forzando su cuerpo a resistir el aplastante poder de su enemigo.

Con una explosión de energía y determinación, Victor se preparó para usar lo último que le quedaba, sabiendo que, si quería tener alguna oportunidad, tendría que superar a Xar'Khal en su forma más pura de caos.

Jehová apareció en un destello cegador de luz divina, una figura colosal de poder inmenso, con su presencia desintegrando la oscuridad que Xar'Khal había traído consigo. Su golpe contra Xar'Khal fue tan fuerte que la criatura del caos fue empujada hacia atrás, su gigantesca forma tambaleando por el impacto. El choque resonó a través de las dimensiones, como si todo el universo hubiera temblado bajo el peso de la batalla entre estas fuerzas cósmicas.

Victor, aún flotando en el aire, fue liberado del agarre de Xar'Khal y cayó al suelo con un aterrizaje pesado. Mientras trataba de recuperar el aliento y reorganizar sus pensamientos, escuchó una voz familiar, pero inconfundiblemente autoritaria:

"Esperaba menos de una persona como tú, Victor", dijo Jehová, observando al guerrero con una mezcla de desaprobación y cansancio. Su tono era solemne, como si las expectativas que tenía sobre Victor fueran mucho mayores que lo que había presenciado en ese momento.

Victor, aún sintiendo el peso de la situación, levantó la vista y frunció el ceño. "Jehová, no es el momento para tus críticas... este... este monstruo está destruyendo todo", respondió, mostrando una creciente preocupación en su voz.

Jehová, con un suspiro, miró al frente hacia Xar'Khal, quien comenzaba a estabilizarse, furioso por la interferencia. "No se trata de un monstruo, Victor. Se trata de un caos creado por tus propios errores, por los errores de todos los que alguna vez intentaron desafiar lo inevitable", dijo Jehová, sus palabras llenas de una sabiduría que parecía trascender los límites de la comprensión humana.

Victor, aunque algo confundido, no podía dejar de preocuparse por la magnitud de la amenaza que enfrentaban. "¿Y qué se supone que debemos hacer ahora? ¿Dejarlo destruir todo?", preguntó con urgencia, consciente de que el tiempo se agotaba.

Jehová, con su poder en pleno auge, observó a Xar'Khal con una mirada que era tanto condenatoria como compasiva. "No puedes detenerlo de la forma en que lo has hecho antes, Victor. El caos no puede ser combatido con la misma fuerza que crea, y tú lo sabes. Debes cambiar tu perspectiva, o todo estará perdido", respondió Jehová, sus palabras resonando en el aire como una advertencia.

Xar'Khal, recuperado de la embestida, rugió con furia, su forma retorciéndose y deformándose. "No me subestimes, Jehová. El fin está cerca. El caos no puede ser evitado."

El enfrentamiento estaba lejos de terminar, y el destino de todo lo que existía pendía de un hilo.

Xar'Khal, alimentado por la furia y el caos que siempre lo habían definido, reaccionó rápidamente, su forma desdoblándose en una serie de sombras que se movían a velocidades imposibles. Con una precisión mortal, apareció detrás de Jehová en un parpadeo, sus ojos brillando con un resplandor rojo-oscuro. Antes de que siquiera pudiera reaccionar, Xar'Khal extendió sus manos, envolviendo la figura de Jehová en un torrente de oscuridad y caos que parecía tragarse todo lo que tocaba.

Con un gesto brutal, Xar'Khal absorbió la esencia misma de Jehová: su cuerpo, su alma, su poder divino. Un rugido ensordecedor llenó el espacio, y el universo pareció temblar ante la magnitud de este acto. La luz de Jehová se desvaneció en un destello cegador, dejándole a Xar'Khal una aura de poder infinito, como si hubiera absorbido la divinidad misma.

La transformación de Xar'Khal fue inmediata y sorprendente. Su cuerpo, ya imponente, comenzó a expandirse y cambiar, adoptando una forma mucho más sublime y divina. Sus músculos se volvieron más definidos, su piel ahora brillaba con una luminosidad iridiscente, y su rostro reflejaba una mezcla de perfección y locura. De sus hombros emergieron alas oscuras, pero con una suavidad casi etérea, como si la oscuridad y la luz se fusionaran en su ser.

Sus ojos, antes rojizos, ahora reflejaban un poder absoluto, un vacío cósmico, y su voz resonó con la misma autoridad que alguna vez tuvo Jehová: "Ahora... soy el caos encarnado, el fin de todo lo que fue. Este es el destino que me pertenece."

Victor, que había estado observando la escena en silencio, sintió el peso de la desesperación apoderarse de él. El ser que antes había sido solo un concepto de destrucción ahora se había elevado a un nivel más allá de cualquier poder conocido. Xar'Khal, en su nueva forma, no solo era una amenaza; se había convertido en el apocalipsis mismo.

"Esto no puede estar pasando..." murmuró Victor, sin poder apartar la mirada de la abominación que había sido creada. "No puedo dejar que siga así."

Xar'Khal levantó una mano hacia el horizonte, y la realidad misma parecía doblarse ante su voluntad. "¡Todo se desintegrará ante mí! ¡El caos y la destrucción no pueden ser detenidos!"

En ese momento, Victor sabía que la batalla no sería como ninguna otra. Lo que había sucedido ahora era solo el principio de algo mucho más grande y más destructivo.

San Miguel apareció detrás de Victor con una sonrisa serena, como si la situación fuera solo otro desafío más en su eterna lucha contra el mal. Sin perder tiempo, su presencia se hizo sentir como una explosión de luz celestial. Se lanzó hacia Xar'Khal con una rapidez y gracia sobrenaturales, sus alas de fuego brillando con intensidad y sus ojos ardiendo con la pureza de su propósito.

"¡El caos no podrá prevalecer sobre la creación!", proclamó San Miguel, su voz resonando con autoridad. La energía que emanaba de su ser era palpable, y el aire a su alrededor se tornó denso y vibrante, como si la misma realidad estuviera reaccionando a su poder.

Xar'Khal, ahora con un poder divino y caos puro fusionado en su ser, miró a San Miguel con una sonrisa llena de desdén. "¿Crees que puedes detenerme, arcángel? Yo soy el fin, el principio y el eterno caos."

Pero San Miguel no se detuvo. Con un solo movimiento, desenfundó su espada celestial, un arma forjada en las estrellas, que brilló con una luz cegadora. "Lo que comienza con el caos, termina con la justicia."

El choque entre los dos titanes fue un espectáculo que parecía sacado de las mismas páginas de la creación. Golpe tras golpe, explosiones de energía y pura fuerza se desataban, cada uno de los ataques de San Miguel dejando una huella de luz en el espacio, mientras los embates de Xar'Khal oscurecían todo a su paso, destrozando la realidad misma.

La intensidad del combate era tal que incluso la misma existencia parecía temblar. Sin embargo, antes de que la pelea pudiera intensificarse aún más, San Miguel tomó un breve respiro y habló con determinación.

"Esta batalla no será ganada de inmediato. Daré a todos tres años para prepararse. Durante ese tiempo, el caos se desatará, pero también lo hará la luz de la resistencia. Tres años, y luego el juicio final comenzará."

Con esas palabras, San Miguel y Xar'Khal se separaron brevemente, creando una distancia entre ellos mientras se preparaban para lo que se avecinaba. Los ecos de la batalla aún resonaban en el aire, pero ahora todo estaba claro: la guerra final entre la creación y la destrucción había comenzado, y el tiempo de preparación sería crucial.

Victor, que había estado observando todo desde el costado, se giró hacia San Miguel con una expresión de determinación. "Tendremos esos tres años... pero, ¿cómo podremos detener a un ser tan poderoso?"

San Miguel miró a Victor con una calma solemne. "El poder de Xar'Khal es vasto, pero no es infinito. La clave estará en fortalecer nuestras fuerzas, en unirnos con aquellos que están dispuestos a luchar. No luchamos solo por nosotros, sino por todo lo que existe."

Con un respiro profundo, Victor asintió, sabiendo que el tiempo de preparación era esencial. Durante los próximos tres años, tanto él como sus aliados tendrían que enfrentar retos, descubrir secretos ocultos y reunir fuerzas que pudieran resistir la tormenta que se avecinaba.

La batalla por la existencia había comenzado, pero todavía quedaba esperanza.

Victor, con la determinación grabada en sus ojos, cerró los suyos por un instante. En ese momento, el aire alrededor suyo se distorsionó ligeramente, como si la realidad misma se doblara a su alrededor. Con un profundo respiro, pronunció las palabras en su mente: "Usagi Instantáneo."

En un parpadeo, su cuerpo desapareció, arrastrado por la velocidad de la teletransportación instantánea. Un destello de luz y energía dejó atrás su forma, y en un abrir y cerrar de ojos, Victor apareció en el planeta Tierra, justo en el centro de la Academia Historia.

El viento soplaba con suavidad alrededor de las estructuras de la academia, pero algo en el aire estaba diferente. El tiempo parecía estar al borde de algo monumental, algo peligroso. Con su expresión de hierro y el peso de la responsabilidad en sus hombros, Victor avanzó rápidamente hacia el edificio principal de la academia. El futuro de todos los universos dependía de lo que harían en las próximas semanas.

Al entrar al vestíbulo principal, las miradas de los estudiantes y profesores se dirigieron hacia él. Los murmullos comenzaron a correr entre ellos, ya que sabían que este hombre no era alguien común. En su rostro no había miedo ni duda, solo una calma resuelta.

Sin embargo, Victor no estaba ahí para saludar o intercambiar palabras. Sabía lo que tenía que hacer, y lo haría sin dudarlo. La amenaza de Xar'Khal era demasiado grande, demasiado peligrosa para ser ignorada. Tenía que formar una alianza con los mejores guerreros y estrategas disponibles. Con el tiempo corriendo en su contra, no había margen para perder.

— "¡Necesito que todos se preparen! ¡La batalla por el destino del omniverso ha comenzado!" —gritó con autoridad, su voz resonando en todo el edificio.

Sabía que lo que estaba por venir sería una prueba de resistencia, voluntad y sacrificio, y no solo él tendría que luchar. Necesitaría a todos a su lado, ya que la guerra contra el caos no sería ganada con uno solo luchando.

Los líderes de la academia, así como sus mejores estudiantes, fueron convocados inmediatamente para un consejo de guerra. Victor se quedó en pie frente a todos, su mirada fija y penetrante.

— "Tenemos tres años. Tres años para prepararnos antes de que la destrucción del omniverso comience. El tiempo no es nuestro aliado, pero la fuerza de nuestra unidad lo será."

Mientras todos en la sala se preparaban para la misión que tenían por delante, Victor sabía que este sería el desafío definitivo, el más grande de todos. Las decisiones que tomaran ahora definirían el destino no solo de la Tierra, sino de todo lo que existía.

Y no habría vuelta atrás.

La puerta principal de la Academia Historia se abrió con un crujido de hierro, y una presencia oscura se manifestó en el umbral. La sombra era inconfundible. Evil Victor había llegado. A su lado, su alineación de poderosos aliados no se hacía esperar: Daiki Talloran, Nine Sharon, Rigor, José, Normado, y Tino tomaron sus posiciones, listos para enfrentar la inevitable batalla que estaba por desatarse.

El aire en la sala se volvió denso, como si toda la energía en el lugar se hubiera comprimido por la presión de sus presencias. Evil Victor observó a su alrededor con una sonrisa cargada de desdén. La calma en su rostro era perturbadora, una calma que solo una mente trastornada podría poseer.

— "Este será el fin. No hay más héroes que puedan salvarlos ahora." —susurró Evil Victor, con una voz llena de malevolencia.

El caos se acercaba, y mientras tanto, los héroes que ya habían sido parte de batallas anteriores se retiraban hacia sus respectivos campos de entrenamiento. Rigor observaba a Victor, sus ojos fijos en él con un respeto tenso. Sabía que este enfrentamiento sería brutal, y aunque muchos de ellos habían entrenado durante años, ahora más que nunca necesitarían estar en su mejor forma para sobrevivir.

— "No tenemos tiempo, todos necesitamos estar listos. Xar'Khal no es un enemigo común." —dijo Rigor, su voz grave, como un eco resonante de su experiencia.

Mientras tanto, aquellos que habían decidido retirarse del camino heroico no estaban dispuestos a abandonar la lucha por completo. Victor, Nine Sharon, y los demás sabían que la batalla final se avecinaba, y ahora más que nunca, cada uno de ellos debía dar lo mejor de sí mismo.

Daiki Talloran, aún con el recuerdo de lo que su padre había hecho, se ajustó las vendas de su muñeca y apretó los puños, un ardiente deseo de vengar todo lo perdido brillaba en sus ojos. José ajustó su postura, su respiración calmada pero llena de determinación. Tino y Normado, aunque no poseían el poder destructivo de los demás, se mantenían firmes, listos para darlo todo si la situación lo requería.

De otro lado, los héroes que se habían retirado, aunque ya no en el centro del campo de batalla, se preparaban para el inevitable enfrentamiento. Aunque se habían retirado del combate activo, los últimos vestigios de su entrenamiento eran necesarios para poder plantar cara al caos que se desataría.

Mientras tanto, la batalla se cernía sobre todos ellos, un último enfrentamiento, donde el destino de la humanidad y el universo entero sería decidido.

Victor, quien sabía lo que estaba en juego, finalmente dio una orden.

— "Este es el último acto. La batalla contra Xar'Khal será nuestra última guerra. Todos deben estar preparados. No importa si estamos luchando desde la oscuridad o la luz, esta vez ganaremos."

Con esas palabras, la gran confrontación comenzó a acercarse. Las tropas se movían, las fuerzas se alineaban, y el caos de lo que venía estaba a punto de desatarse. Las esperanzas, los miedos y las batallas del pasado se juntarían en este combate final.

La pregunta ahora era, ¿quién saldría victorioso?

Fin del arco 5 parte 2.