Por la tarde de aquel mismo día, en el apartamento de soltero de Jorane Sutt, en el piso veintiuno del Edificio Hardin, Publis Manlio bebía lentamente un vaso de vino.
En el ligero y envejecido cuerpo de Publis Manlio se reunían dos grandes cargos de la Fundación. Era secretario del Exterior del gabinete del alcalde, y para todos los soles, exceptuando sólo el de la
Fundación, era, además, primado de la Iglesia, suministrador del Alimento Sagrado, maestro de los templos, y otras muchas cosas, en confusas, pero sonoras sílabas.
Estaba diciendo:
Pero accedió en dejarle enviar a ese comerciante. Ésta es la cuestión.
Pero muy irrelevante dijo Sutt. No conseguimos nada inmediatamente. Todo este asunto es una de las más toscas estratagemas, puesto que no podemos prever cómo terminará. Es sólo arriar el cabo con la esperanza de que en alguna parte de él haya un nudo corredizo.
Es cierto. Y este Mallow es un hombre capaz. ¿Y si no es una presa que
se deje engañar fácilmente?
Es un riesgo que debemos correr. Si hay traición, son los hombres capaces los que están implicados en ella. Si no, necesitamos a un hombre capaz para descubrir la verdad. Y Mallow será protegido. Su vaso está vacío.
No, gracias. Ya he tomado bastante.
Sutt llenó su propio vaso y, pacientemente, esperó a que el otro se despertara de sus ensoñaciones.
Cualesquiera que fueran éstas, concluyeron repentinamente, pues el primado preguntó de pronto, de forma casi explosiva:
Sutt, ¿qué está pensando?
Se lo diré, Manlio. Sus delgados labios se abrieron. Estamos en una de las crisis de Seldon.
Manlio le miró fijamente, y preguntó con suavidad:
¿Cómo lo sabe? ¿Ha vuelto a aparecer Seldon en la Bóveda del Tiempo?
Amigo mío, no es necesario llegar hasta este punto. Mire, razonemos. Desde que el imperio galáctico abandonó la Periferia y nos dejó a merced de nosotros mismos, nunca hemos tenido un oponente que poseyera energía atómica. Ahora, por primera vez, tenemos uno. Esto parece significativo aun en el caso de que fuera uno solo. Y no lo es. Por primera vez en
más de setenta años, nos enfrentamos con una crisis política interna de la mayor importancia. Creo que la sincronización de las dos crisis, la interna y la externa, no nos deja lugar a dudas.
Manlio entornó los ojos.
Si eso es todo, no es suficiente. Hasta ahora ha habido dos crisis Seldon, y ambas veces la Fundación estuvo en peligro de exterminio. Nada puede convertirse en una tercera crisis hasta que ese peligro se repita.
Sutt nunca se impacientaba.
Ese peligro está llegando. Cualquier tonto sabe cuándo llega una crisis. El verdadero servicio al Estado es detectarla en embrión. Mire, Manlio,
procedemos de acuerdo con una historia planeada. Sabemos que Hari Seldon previó las probabilidades históricas del futuro. Sabemos que algún día reconstruiremos el imperio galáctico. Sabemos que se requerirá mil años, aproximadamente. Y sabemos que en ese intervalo nos enfrentaremos con ciertas crisis definidas.
»La primera crisis sobrevino cincuenta años después del establecimiento de la Fundación, y la segunda, treinta años más tarde. Desde entonces casi han transcurrido setenta y cinco años. Ya es hora, Manlio, ya es hora.
Manlio se frotó la nariz, inseguro.
¿Y ha hecho planes para enfrentarse a esta crisis?
Sutt asintió.
Y yo continuó Manlio, ¿tengo algún papel en ellos?
Sutt volvió a asentir.
Antes de poder enfrentarnos con la amenaza extranjera de la energía atómica, hemos de poner orden en nuestra propia casa. Esos comerciantes
¡Ah! El primado se puso rígido, y sus ojos se agudizaron.
Eso es. Esos comerciantes. Son útiles, pero demasiado fuertes y demasiado incontrolados. Son extranjeros, educados fuera de la religión. Por otra parte, ponemos el saber en sus
manos, y además, suprimimos nuestra mayor fuerza sobre ellos.
¿Y si demostramos la traición?
Si pudiéramos, una acción directa sería simple y suficiente. Pero eso no significaría nada. Incluso si no existiera la traición entre ellos, formarían un elemento de inseguridad en nuestra sociedad. No estarían inclinados hacia nosotros ni por patriotismo ni por descendencia común, ni siquiera por temor religioso. Bajo su jefatura laica, las provincias exteriores, que, desde tiempos de Hardin nos consideran como el Planeta Sagrado, podrían independizarse.
Lo comprendo, pero el remedio
El remedio debe llegar
rápidamente, antes de que la crisis Seldon sea aguda. Si las armas atómicas están fuera y la desafección dentro, la superioridad enemiga podría ser demasiado grande. Sutt dejó el vaso vacío que había estado sosteniendo. Evidentemente esto es asunto de usted.
¿Mío?
Yo no puedo hacerlo. Mi puesto es consultivo y no tengo poderes legislativos.
El alcalde
Imposible. Su personalidad es enteramente negativa. Es enérgico sólo para evadir las responsabilidades. Pero si surgiera un partido independiente que pudiera poner en peligro su reelección,
podría dejarse conducir.
Pero, Sutt, yo carezco de aptitudes para la política práctica.
Déjemelo a mí. ¿Quién sabe, Manlio? Desde el tiempo de Salvor Hardin, nunca han concurrido en una misma persona los cargos de primado y alcalde. Pero ahora puede suceder si su trabajo estuviera bien hecho.