En 1966, en la 24 Convención Mundial
de Ciencia Ficción, celebrada en
Cleveland, se otorgó el premio «Hugo»[1]
a la mejor «serie de novelas» del género a
la Trilogía de las Fundaciones de Isaac
Asimov, de la que el presente título,
Fundación, constituye la primera parte.
El citado premio se estableció por
primera vez aquel año, y no galardonaba,
como los demás «Hugos», únicamente el
mejor trabajo del año en su categoría (la
«serie de novelas» no es un fenómeno tan
frecuente como para poder establecer un
premio anual en esta categoría), sino la
mejor serie de CF hasta entonces escrita.
Y de lo que no hay duda es de que se
trata de una de las obras más ambiciosas
del género en cuanto a planteamiento y
amplitud. Asimov toma como punto de
partida de su narración-especulación el
comienzo de la decadencia —en un
remotísimo futuro— de un colosal
imperio galáctico que abarca a toda la
humanidad, diseminada por millones de
mundos. La capital de este superestado
cósmico es Trántor, un planeta
íntegramente destinado a las tareas
administrativas, totalmente dependiente
de los suministros exteriores… y por ello
extremadamente
vulnerable…
Un psicólogo y matemático genial prevé el
derrumbamiento del Imperio y el
subsiguiente caos, y decide emplear la
ciencia psicohistórica (una especie de
psicología de masas matemáticamente
estructurada) para reducir al mínimo el
inevitable período de barbarie que
antecederá a la consolidación de un
Segundo Imperio.
Para ello establece dos Fundaciones,
una en cada extremo de la Galaxia, con el
fin de preservar el saber humano. A partir
de aquí, se irán sucediendo diversas
épocas —cuyo advenimiento vendrá
marcado por otras tantas crisis—
previstas por la psicohistoria, en las que
cambiarán las cabezas visibles del poder
y las formas de ejercerlo, pero en las que
la Primera Fundación (de la segunda no
tendremos noticias hasta la última parte
de la trilogía) irá expandiendo y
afianzando cada vez más su influencia
sobre la Galaxia.
Inspirándose directamente —como él
mismo ha reconocido— en la historia de
nuestro pasado, Asimov bosqueja los
procesos sociopolíticos de su futuro
hipotético, el paso de una forma de
gobierno basada en la religión a una
plutocracia más explícita, o, si se
prefiere, del supersticioso Medioevo al
Renacimiento, con sus príncipes de
mercaderes.
Así, en este primer volumen asistimos
a las «crisis de crecimiento» de la
Primera Fundación, hasta que extiende
sus dominios hacia el mismo centro de la
Galaxia…,
donde,
inevitablemente,
tropezará con los restos del antiguo
Imperio, desmembrado y en continua
decadencia, pero aun así fortísimo.
Este colosal encuentro cósmico dará
lugar a la segunda parte de la trilogía,
Fundación e Imperio, donde la súbita
aparición de un factor imprevisible
amenaza con desbaratar el gigantesco y
meticuloso plan de los psicohistoriadores.
Pues dicho elemento perturbador es un
mutante, un individuo dotado de
extraordinarios poderes mentales y que la
psicohistoria no puede integrar en sus
cálculos, ya que se trata de un individuo
aislado y esta ciencia sólo puede operar
sobre la base de grandes masas humanas
(del mismo modo que la teoría cinética de
los gases puede predecir
el comportamiento global de millones de
moléculas, pero no el de una molécula
determinada).
Entonces entrará en escena la
Segunda Fundación, dando paso a la
tercera y última parte de la serie… Pero
no anticipemos los acontecimientos, pues
uno de los mayores alicientes de la
trilogía es su tratamiento poco menos que
detectivesco… Un absorbente relato de
intriga montado a una escala gigantesca,
tanto espacial como temporal.
Cada una de las cinco partes que
componen Fundación, así como las que
integran los otros dos títulos de la
trilogía, constituyen un relato autónomo
(de hecho, inicialmente fueron publicados
en revistas como relatos sueltos), aunque
obviamente relacionado con los demás,
como las partes de un texto de historia.
Del mismo modo, cada uno de los
tres volúmenes de la trilogía constituye
un todo en sí mismo, aunque una
comprensión completa exige la lectura de
toda la obra, y, a ser posible, en el orden
indicado, que es el mismo que hemos
seguido en su publicación.
Por último, por si algún lector se
pregunta por qué esta introducción se
titula «El ciclo de Trántor», y no, por ejemplo,
«La trilogía de las Fundaciones», les aclararé que eso es
algo que entenderán perfectamente…
en cuanto concluya la serie.
CARLO FRABETTI