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Capitulo 29: Arrepentimientos Pasados

Ye Baiyi frunció el ceño ligeramente.

Su rostro se veía aún más falso que el de Zhou Zishu, ya que parecía que había estado rígido durante tanto tiempo que cualquier movimiento minúsculo parecía extraño.

Preguntó: —¿Tú? ¿Quién eres tú?

Wen Kexing sonrió cruelmente. —¿Por qué no te presentas antes de preguntarme? ¿Es así como el Monje Gu le enseña a su discípulo a comportarse?

Zhou Zishu, aún apoyándose en Wen Kexing para obtener apoyo, estaba teniendo dificultades para mantenerse en pie.

Tosió secamente algunas veces, sintiendo que le ardía la garganta. Volvió la cara hacia un lado y vomitó un bocado de sangre.

Al ver eso, la cara de Wen Kexing se oscureció mientras lo regañaba: —¿Eres estúpido tú también, Zhou Xu? ¿Por qué lo dejaste tocarte así cuando ni siquiera sabes quién es?

¡Yo aún no he tenido la oportunidad de tocarte! fue lo que no dijo en voz alta mientras miraba a Ye Baiyi.

Zhou Zishu, ocupado tratando de estabilizar su respiración después de que Ye Baiyi dejara su cuerpo en desorden, no escuchó nada de las tonterías de Wen Kexing.

Durante el proceso, miró al hombre miserablemente.

Ye Baiyi continuó preguntando. —Tu kungfu no es malo, ¿De quién eres discípulo? ¿Y cuál es tu relación con este niño?

Wen Kexing finalmente notó la extraña forma en que hablaba el otro hombre.

Enunciaba las palabras muy lentamente como un anciano y junto con sus expresiones faciales, daba una sensación irritable y singular.

Wen Kexing no era del tipo irreflexivo. Ahora que su impulso emocional inicial había desaparecido, la duda comenzó a florecer en su pecho.

Antes de que pudiera responder, Zhou Zishu se levantó las mangas para limpiar la sangre en la esquina de su boca y dijo con voz suave: —¿Cuál es tu intención, Monje Gu?

Ye Baiyi respondió imperturbable: —Quiero ver si tus heridas aún son recuperables —Después de detenerse un poco, continuó— Y nunca he dicho que soy el Monje Gu, no te precipites.

Wen Kexing no se sorprendió porque ya sabía que Zhou Zishu sufría heridas internas, pero la segunda oración lo tomó por sorpresa.

Zhou Zishu asumió que era el Monje Gu y aunque Ye Baiyi lo negó, la forma en que se refería a ese nombre no tenía ningún sentido de respeto; hablaba como si el Monje Gu fuera su igual.

Wen Kexing no pudo evitar mirar una vez más el rostro completamente joven y no arrugado de Ye Baiyi y pensar: ¿Qué tipo de abominación es este vejestorio?

Ye Baiyi habló con Zhou Zishu: —Los aprendices siempre seguirán los pasos de sus mayores; sé que Qin Huaizhang hizo un trabajo totalmente malo al enseñar a sus discípulos, pero te aconsejo que te mantengas alejado de este hombre que ni siquiera conoces bien. Lleva incluso peores augurios que tú.

Wen Kexing sintió que este hombre con estómago interminable había nacido paras ser su enemigo.

Su pecho estaba apretado cuando soltó: —¿Que ni siquiera me conoce bien? Viejo, ¿Alguna vez has oído hablar del concepto de alma gemela? Has metido tu antigua nariz en cada problema que hay, ¿Y ahora incluso quieres ordenarnos qué hacer?

Ye Baiyi, que no era una persona agradable para empezar, gruñó en voz baja: —¿Estás tratando de morir, mocoso? —Y arremetió contra él.

Zhou Zishu, con su respiración inestable, no era del todo adecuado para estar en medio de esta pelea entre estos dos hombres insolentes, por lo que se retiró hábilmente y se sentó en la cima de un muro cercano para observar y recuperarse.

Durante este tiempo, al estar la gente demasiado preocupada por la Armadura Lapislázuli y el Valle Fantasma como para poder dormir bien, nadie tenía idea de que en este pequeño callejón, estaba ocurriendo un encuentro raramente visto entre dos maestros de artes marciales.

Ye Baiyi había negado ser el Monje Gu y Zhou Zishu ahora no estaba seguro de quién era en realidad; pero al ver este nivel sin precedentes en sus habilidades de artes marciales, ser el Monje Gu no parecía una exageración.

Por otro lado, Wen Kexing no mostraba signos de estar en desventaja.

Cuando Zhou Zishu le echó un vistazo más de cerca, se dio cuenta de que su enfoque de artes marciales era completamente diferente al de su padre, el Divino Wen Ruyu.

No, ni siquiera el legendario Wen Ruyu podría sostener una vela al nivel de su hijo, Wen Kexing.

Los pocos movimientos que Wen Kexing le había enseñado a Zhang Chengling en ese entonces fueron tomados del método de su padre, dándoles una sensación muy neutral y equilibrada.

A partir de ahora, Zhou Zishu vio que cada movimiento de él mostraba un nivel increíble de crueldad y no pudo discernir de qué secta podría ser este tipo de estilo, para él era un territorio completamente desconocido.

Parecía similar a cómo Gu Xiang había participado en la batalla del santuario abadonado, pero se mostraba incluso más experimentado que la niña.

Tomando todo en cuenta, esto no podía ser algo heredado de sus padres... Zhou Zishu entrecerró los ojos, su teoría lentamente tomaba forma.

Al mismo tiempo, no sabía cómo sentirse acerca de esto; todas las figuras en el mundo de las artes marciales que no podía identificar se reunieron aquí frente a él esta noche.

De repente, sintió que gotas de lluvia caían del cielo cuando el viento pareció volverse más frío. Después de algunas gotas, una llovizna llegó en silencio.

Zhou Zishu se ajustó la túnica exterior a su alrededor, estiró las piernas y las balanceó, luego levantó la voz para hablar con los hombres que actualmente luchaban: —Oigan, Mayor Ye, Wen-xiong, está lloviendo en este momento y tengo mucho frío, ¿Qué tal si cancelamos esto?

Su voz sonaba como la de una audiencia de circo y no la de alguien mirando a dos maestros de artes marciales.

Ye Baiyi hizo un ruido de desprecio y retrocedió varios metros.

Cuando aterrizó en el suelo, arregló su ropa desaliñada, con esas mangas etéreamente agitadas rasgadas por Wen Kexing.

Zhou Zishu sintió que este era el mal hábito de Wen Kexing; como su orientación no era algo que se discutiera a menudo en voz alta, no podía evitar imponérselo a todos los demás.

Wen Kexing estaba batallando un poco. Sostuvo su pecho y dio pasos hacia atrás, sintiendo que sus órganos estaban al revés mientras tosía algo de sangre.

Le dolían las costillas después del ataque del otro hombre; no tenía idea de si todavía estaban intactas o no.

Ye Baiyi miró a Wen Kexing en silencio: —Has superado tu límite. Si no hubiéramos parado, podría haberte quitado la vida en los próximos diez movimientos.

Los hombros de Wen Kexing se curvaron hacia adelante mientras estaba allí, mirando a Ye Baiyi con frialdad.

Zhou Zishu suspiró: —Mayor Ye, como nuestro predecesor, ¿Por qué la muerte debe ser el único tratamiento que tienes para nosotros? Vuelve a tu montaña y vive tu vida de anciano, ¿Por qué adjudicarte tantas preocupaciones y correr a Dong Ting para meterte en los asuntos de los demás?

Inesperadamente, esas palabras parecieron actuar como un recordatorio para Wen Kexing.

Sin miedo en sus huesos, habló: —Has pasado tu mejor momento. Si todavía estás vivo en diez años, seré yo quien te quite la vida.

Ye Baiyi parecía aturdido, como si acabara de escuchar la broma más grande del mundo.

Inmediatamente se echó a reír, su rostro de piedra de Buda se movió inquietantemente.

Zhou Zishu estaba preocupado de que esas líneas rígidas en su rostro pudieran romperse si continuaba.

Ye Baiyi respondió: —¿Quitarme la vida? Bien, bien. Nadie se ha atrevido a decirme eso en los últimos cincuenta años, seguramente te estaré esperando.

Estaba a punto de irse, pero pareció recordar algo.

Se giró para mirar a Zhou Zishu contemplativamente y, después del silencio, habló: —No sé cómo tratar tus heridas.

La expresión de Zhou Zishu permaneció sin cambios mientras la diversión chispeaba dentro de él; Ye Baiyi sonaba como si lo tuviera en alta estima o algo así.

Él respondió: —No eres un sabelotodo, mayor. Nadie espera que tengas una solución en primer lugar.

Ye Baiyi sacudió la cabeza: —Tus meridianos se han marchitado casi por completo, como un árbol antiguo sin raíces. Incluso quitar el veneno dentro de ti no ayudará; de hecho, canalizar más energía hacia ti romperá tus meridianos moribundos y solo podrás perecer.

Wen Kexing se tambaleó aturdido cuando se volvió y le dio a Zhou Zishu una mirada de incredulidad.

El otro hombre todavía estaba posado en la parte superior del muro, completamente tranquilo e indiferente; la lluvia caía sobre él y ya había dejado su cabello empapado.

Parecía un tenue rayo de luz, y si Wen Kexing no hubiera sido testigo de lo que hizo en la cueva aquella vez, nunca se habría dado cuenta de que era alguien que llevaba heridas.

La risa de Zhou Zishu resonó en el aire: —¿Entonces mi destino está sellado?

Ye Baiyi asintió sin rodeos.

Al mirarlo, Zhou Zishu se dio cuenta de que, dado que Ye Baiyi se había escondido en la montaña durante demasiado tiempo, aparte de su apetito sin fin, había perdido toda la discreción.

Él suspiró: —Mayor, ¿Por qué indirectamente te burlas de mí de esa manera? Nunca te he hecho daño antes, así que por favor no repitas este asunto, no es algo agradable de qué hablar.

Ye Baiyi lo miró en silencio antes de irse sin decir una palabra más.

Zhou Zishu sospechaba que el hombre lo había llamado aquí por un asunto diferente, pero lo había olvidado después de la pelea.

Sin embargo, no se lo recordó y saltó del muro.

Wen Kexing todavía lo miraba con una expresión indescifrable, por lo que lo llamó.

—¿Por qué sigues ahí parado? ¿Estás herido o...?

No pudo continuar, ya que Wen Kexing de repente se acercó y sostuvo su rostro entre sus manos frías.

El agua corría por la cara de Wen Kexing, y el mundo que los rodeaba se llenó con el sonido de la lluvia.

Estaba inexpresivo, con el cabello salvaje pegado a su pálido rostro y sus ojos oscuros.

Esos ojos le recordaron a Zhou Zishu la mirada despreocupada que recibió de Wen Kexing desde la taberna la primera vez que se encontraron.

Wen Kexing comenzó a hablar: —Cuando era pequeño, mi madre me obligó a leer y mi padre me obligó a aprender a pelear. En nuestro pueblo, a otros niños se les permitía jugar y sólo a mí no, tenía que quedarme adentro para leer y practicar con mi espada y únicamente podía salir cuando el cielo estaba oscuro. Cuando estaba emocionado por unirme a ellos, los niños ya habían sido llamados de regreso a casa por sus padres para cenar.

Zhou Zishu sintió que su posición actual era un poco extraña, por lo que inclinó la cabeza en un intento de liberarse.

Pero entonces vio la mirada aturdida de Wen Kexing; la lluvia se aferraba a sus pestañas y cada vez que parpadeba, corría por sus mejillas, dando la ilusión de que estaba llorando.

—Realmente odiaba a mis padres en aquel entonces, así que siempre me enfurruñaba. Mi padre me dijo que si esperaba hasta crecer para practicar mis habilidades, sería demasiado tarde. Pero también pensé que si esperaba hasta crecer para poder jugar como un niño, también sería demasiado tarde.

Hizo una pausa, la palabra "tarde" se mantuvo dentro de su boca y se repitió, como si estuviera saboreando su amargura con cuidado.

Luego, rodeó el cuello de Zhou Zishu con sus brazos y lo abrazó como un niño agraviado.

Zhou Zishu suspiró. Wen Kexing no había sido el único en probar la amargura de esa palabra.

Entonces Wen Kexing lo soltó y preguntó: —¿Tus heridas no pueden tratarse?

Zhou Zishu sacudió la cabeza y sonrió burlonamente.

Wen Kexing, después de caer en silencio, preguntó de nuevo. —¿Cuántos... cuántos años te quedan?

Zhou Zishu calculó: —Alrededor de dos o tres años.

Wen Kexing se echó a reír de repente. Zhou Zishu sintió que algo andaba mal con su comportamiento: —¿Estás bien?

Wen Kexing sacudió la cabeza y retrocedió paso a paso: —Durante toda mi vida, nunca puedo divertirme cuando quiero; cuando crecí un poco, quise estudiar con mis padres, pero ya no estaban allí. ¿Crees que nací en el momento equivocado? Qué afortunado...

Él dejó de sonreír, se dio la vuelta y se fue, dejando atrás a un confundido Zhou Zishu.

Qué suerte que realmente no me haya enamorado de ti.

Uno sólo conoce el otoño cuando llega la lluvia fría; con las sombrillas que mueren de vejez; sufriendo el frío debajo de una manta fina; desperdiciando la vida... con todo arrepentimiento pasado que fue dejado al final, arrepentimiento de no habernos conocido antes.