—Buenos días, Behr —llamó Reth a su amigo mientras empezaba a cruzar el claro.
Behryn le lanzó una mirada, se detuvo para hablar con la guardia y luego se dirigió hacia la entrada de la cueva, Reth cayendo en paso con él cuando pasó.
—La reclamaste. ¿YA? —gruñó Behryn mientras sus largas piernas devoraban el suelo entre ellos y la entrada de la cueva—. ¿Todos los Leoninos nacen con la vara de la impaciencia metida por el trasero, o solo eres tú?
—Es un paso natural hacia adelante —comenzó Reth.
—¿Estás bromeando ahora mismo, verdad? —gruñó Behryn—. Conoces parejas emparejadas que no reclamaron por AÑOS, Reth. ¡Años! Y algunos nunca lo hacen. ¿Realmente pensaste que esto es lo que la gente necesitaba? ¿Los lobos? Con todo lo demás que está pasando, ¿pensaste que convertirte en un imbécil posesivo era el paso correcto hacia adelante?
—Puedo controlarlo.
—¿Ah, sí? —Behryn resopló—. ¿Cuánto deseas arrancarme la garganta ahora mismo?
—¡No lo deseo!
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