—Reth, yo
Pero él tomó su boca, una invasión más que un beso, su cabeza girada para dejar que sus bocas se alinearan completamente y su lengua danzara y se sumergiera. Elia aspiró y se arqueó de nuevo, tan desesperada como él.
—Déjame quitarme mi
—¡No! —jadeó él—. Déjame a mí. —Y antes de que ella pudiera responder, él había tomado la parte superior de su blusa y la apartó a tirones, tan fuerte y rápido que la tela se rompió. Elia jadeó, pero se aferró a su cuello, llevándose hacia él hasta que estuvieron pecho a pecho. Por un momento él la presionó hacia abajo, contra el suelo blando debajo de la manta y ella se deleitó en el peso de él, su enorme brazo apoyado en el suelo junto a su oreja.
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