—Aunque dije antes que te ayudaré a vender tus huevos de pato salados, eso no significa que solo se me puedan vender a mí. Si otros quieren, puedes vendérselos libremente —dijo Zhang Yongchang.
—Entiendo, gracias, tío Zhang.
Zhuang Qingning sonríe, sus dientes blancos y brillantes como granos de maíz.
La mayoría de las personas, al ver algo bueno, no dudarían en guardarlo todo para sí mismos, considerando principalmente si les beneficiaría, sin tener en cuenta si a ti te resultaría difícil.
Personas como Zhang Yongchang, que pueden pensar más liberalmente, no son muchas.
Zhuang Qingning de repente siente que este Zhang Yongchang, conocido por ser terco y difícil de tratar, es en realidad una muy buena persona.
—Está bien, puedes volver a tu trabajo —Al ver que Zhuang Qingning entendió su intención, Zhang Yongchang no puede evitar sonreír.
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