—Sí, Gideon. Fóllame —Vera se mordió el labio inferior cuando se dio cuenta de lo que acababa de salir de su boca. Se sonrojó al escuchar la vulgaridad que sus labios habían pronunciado, pero al ver que esas palabras parecían haber hecho que la compostura de Gideon se rompiera y saliera volando por la ventana para no volver, el cuerpo y el corazón de Vera saltaron de emoción. Ver esa hambrienta bestialidad ardiendo en sus ojos la hizo querer devorarlo. Y sus ojos se abrieron de par en par ante sus propios pensamientos atrevidos, sorprendida de lo salvaje que también se había vuelto. Pero se tranquilizó al segundo siguiente, pensando que era aceptable ya que él era su compañero. Tenía derecho a comportarse así.
Después de soltar un gruñido gutural que sonó más a maldición, Gideon finalmente se movió. Y en un único movimiento ágil, la espalda de Vera quedó presionada contra la suave cama debajo de ella.
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