—Trinidad
—Creo que sí —asentía con la cabeza—. No lo dijo expresamente, pero creo que sí lo estaba.
—Lo sabía. Por eso siempre te hacía ir escoltada cada vez que salías de casa. Te llevaban a la escuela en coche, y la mitad de tus profesores eran lobos de nuestra manada o de una manada aliada. Cuando hiciste tus tres amigos que también eran de nuestra manada, me sentí aliviado. Sabía que con ellos cerca, podrías llevar una vida adolescente más normal. Ellos te ayudarían a protegerte.
—¿Pensabas que sería atacada si alguna vez estaba sola? —le pregunté.
—Lo sospechaba, lo temía.
—¿Por qué no me lo dijiste? —exigí—. ¿Por qué no me dijiste a qué temías todo este tiempo? —Ahora estaba enojada y herida—. ¿Por qué me hiciste perder todo como niña? ¿Por qué me tratabas como una abominación, una paria?
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