—Pasen.
La puerta se abrió para revelar al grupo y uno por uno entraron. Vicente, David, Shane, Shawn y Dietrich. Estos eran algunas de mis personas favoritas en todo el mundo. Los miraba a todos con ojos que claramente decían que los extrañaba. Y si la forma en que Vicente corrió hacia mí y me rodeó con sus brazos era indicativa de algo, podía decir que ellos también me echaban de menos. Bueno, al menos él sí.
Hice lo mejor que pude para corresponder el abrazo a Vicente. Todavía era difícil hacer que mis brazos respondieran, pero era más fácil que antes. La comida había ayudado, realmente sí. Pero lo que ahora quería más que nada era una botella de agua helada. Eso sería perfecto.
—¡Trinidad! —Vicente me llamó mientras aún me sostenía en sus brazos—. Lo siento tanto, Trinidad. Lo siento por haber permitido que esto te pasara. Todo es culpa mía.
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