Pasaron unos dos días y una noche estábamos durmiendo cuando me despertó un dolor muy fuerte. Aun me faltaban cuatro semanas para cumplir pero el doctor dijo que podía adelantarse. Abrí los ojos en medio de la oscuridad por un dolor que se fue tan rápido como vino, después, noté la cama húmeda como si me hubieran mojado. Intentaba saber que era cuando de repente me vino otra vez el dolor, cada vez era más fuerte, desperté a Daniel sacudiéndolo. Abrió los ojos y cuando me iba a preguntar que pasaba le grite mientras me encogía:
-¡Dani!¡Me duele mucho!- Sus padres al oír el grito se levantaron enseguida, se vistieron, su madre entro en la habitación diciendo:
-¡Daniel vístete, nos vamos al hospital! ¡Date prisa! Coge la mochila del armario que tenemos preparada y llama a sus padres.- Me cogió y me ayudo a ponerme un vestido, después me ayudo con los zapatos. De camino al hospital Daniel llamo a mis padres, en el coche me puse peor. Daniel me abrazaba y me decía que ya quedaba poco para llegar que aguantara. Me pusieron en una habitación con goteros, entró la matrona y dijo:
-Voy a ver como vas, ¿vale?- Me examino y dijo:
-¡Vaya tienen prisa por salir! ¡Ira muy rápido! ¿Quieres la epidural?- Cuando le dije que si, llamo a un hombre que me pincho en la espalda. Entre el dolor que sentía y ahora el pinchazo estaba irritable, uno de los doctores dijo:
-¿Quién quieres que este contigo en el paritorio?- Mi respuesta fue rápida y directa quería a Daniel conmigo no se iba a librar, me llevaron a una sala de partos. Tenía miedo rodeada de personas extrañas y con un poco de dolor.
Se dieron prisa, cuando entró Daniel estaba vestido con una bata azul encima de la ropa. Los niños tardaron unos veinte minutos cada uno, el primero que salió lloraba como si estuvieran matándolo. Después el segundo no lloro hasta que el doctor le limpio la cara, nos preguntaron los nombres. Daniel les dijo que eran Lucas y David, todas las enfermeras decían que eran hijos de su padre. Eran clavados a Daniel, sus ojos, su pelo, su fuerza, aunque tenían mi carácter.
Nuestros padres al verlos dijeron entre ellos:
-No pueden negar que son hijos de Daniel, aunque el genio es de la madre. ¡Seguro que serán pequeños diablillos como Emily cuando era pequeña!-Yo me quejaba diciendo que no era tan mala de pequeña, entonces mi madre sacaba a relucir la lista de mis fechorías. Desde quitarle todas las flores a mi abuela de los floreros hasta el día que me levante por la noche y tiré a la basura las pastillas de mi madre.
Esos días que pasamos en el hospital vinieron todos a verlos, hasta el jefe de Daniel con su hija y su esposa. Nos regalaron un par de muñequitos con música de dormir. Estuvimos charlando hasta tarde, los demás nos trajeron un montón de regalos, pañales, ropita, zapatitos, peluches, etc. La primera noche fue difícil pero nos las arreglamos, el jefe de Daniel le dio unos días libre para que pudiera ayudarme los primeros días. Nos era difícil porque cuando uno se ponía a llorar despertaba al otro y lloraban los dos. Casi no dormíamos pero nos apañábamos, me fue más duro cuando Daniel tuvo que volver al trabajo.
Un día fui con Maria a verlo con los niños, una chica estaba acariciándole el brazo cuando llegamos, con una sonrisita dulce le decía toda mimosa:
-Daniel, hoy cuando termines de trabajar tienes que venir a mi casa, yo puedo enseñarte lo que es el placer de una mujer de verdad.- Enojada espere ver la reacción de el, como estaba de espaldas no podía ver la cara que ponía pero me relaje cuando oí decir algo bajito:
-Pues no lo creo, cuando termine mi trabajo me iré derechito a casa, allí me espera la única mujer que me hace feliz y me da más placer que ninguna otra en este mundo.- La chica se separo y se marcho hecha una furia, al girarse Daniel nos miro sorprendido, contenta me acerque a el y le susurre cuando me abrazo:
-Espero que sigas pensando eso y de seguro solo te doy placer a ti, eres el único para mí.- Daniel sonrió y me beso intensamente, su jefe silbo y dijo bromeando:
-Daniel eso no se hace delante de todos, deja algo para cuando llegues a casa.- Después se acerco al cochecito y mirando a los niños dijo riendo:
-Son dos chicazos, están grandotes.- Nos sentamos y comimos un par de helados, por suerte ninguna otra chica volvió a ligar con Daniel, aunque después de ver cómo nos besábamos no creí posible que sucediera.
Él primer día que salimos por la calle nos encontramos a una pareja de ancianos que nos dijeron:
-¡Que familia tan bonita! Seguro que seréis unos padres muy responsables, viendo lo felices que están estos pequeños se diría que sois muy cariñosos.- Nos recordó el día que habíamos ido al parque con sus primos, fue casi igual. Me sentí extraña, fue como si desde ese día hubiéramos decidido cuál era nuestro destino. Cuando llegamos a casa se lo contamos a sus padres que se rieron con nosotros. Estaban de acuerdo con lo que les decíamos que era como si hubiéramos estado predestinados a tenerlos. Me hacía gracia como Daniel les enseñaba a jugar a futbol incluso desde la cuna, les había comprado balones de futbol a ambos. Cuando le dije que aún era pronto me dijo:
-Más vale que los compre ahora, puede que después no tengamos el dinero. Hay que ahorrar mucho y ganar mucho, estos pequeñines nos van a comer vivos si no les compramos lo que necesitan.- Daniel me abrazo y miro a nuestros bebes, ambos sonreímos cuando vimos lo bien que estaban.
Sus abuelos que vinieron a vernos dijeron lo mismo cuando les conté la historia, su abuela me dijo:
-Para mí que ese día era una señal, como pensamos que serias una buena madre creo que Dios también lo pensó- No sabia que decirle pero creo que tenía razón. Las cosas suceden por alguna razón en mi caso sería porque lo decidió el destino.
Tengo que decir que si no fuera por nuestros padres y nuestras familias no lo habríamos hecho tan bien. Ahora mis pequeños tienen 4 años y su padre ha terminado la carrera, yo estudie el titulo de Maestra de Guardería y he de decir que trabajo donde más me gusta.
Lo que más me gusta fue que Daniel siguió a mi lado a pesar de todos nuestros problemas y discusiones. Estuvimos un par de veces a punto de romper pero siempre encontrábamos la manera de seguir juntos. También conseguimos ser más sinceros con nosotros mismos y pedir ayuda en el momento preciso. La suerte que nosotros tuvimos no la tienen todos, mientras escribo estas palabras mi madre me recuerda que me tengo que probar el traje de novia. Dentro de un mes nos casamos y espero que todo siga igual de bien.
FIN