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El Destino de la Humanidad

Bajo tierra dentro los escombros de lo que alguna vez fue un gran cuarto en una antigua pirámide, ratas, murciélagos, serpientes e insectos veían como seres más allá de la comprensión humana estaban reunidos en un círculo teniendo una especie de reunión en una lengua muy, muy antigua.

-Pensé que ya habíamos dejado eso claro, no podemos comenzar a secuestrar humanos como sacrificios.

- ¡Pero si no lo hacemos, serán nuestras vidas las que perezcan!

-Si lo hacemos caeremos tan bajo como los dioses del inframundo.

-El asunto aquí es garantizar nuestra supervivencia, Kukulcán. Ya llevamos más de 700 años sin una sola gota de sangre, estamos vivos gracias a que nuestros emisarios dieron sus vidas por las nuestras y por la poca sangre que obtenemos del bosque debido a la guerra de los humanos.

-Lo sé, pero...

-Suficiente Kukulcán, ya habíamos aceptado tu petición de no rehacer a la humanidad por sexta vez, fuimos demasiado piadosos con los humanos, pero eso ya no puede esperar, desde que nuestras tierras fueron conquistadas no hemos recibido más que míseras gotas de sangre, mientras que Ah Puch y los demás se dan un gran festín, están alterando el equilibrio.

-Eso no es todo, desde la conquista las bestias del inframundo se han levantado y tomado el control de gran parte de los bosques, los humanos son capaces de repelerlas y ahuyentarlas, pero eso no basta, dentro de poco les llegará la hora a ellos también.

-y para variar están en guerra otra vez, ya llevan más de 10 años así, es desperdicio de sangre muy grande.

Kukulcán ya no dijo nada, sus hermanos, los Dioses de estas tierras, estaban en lo cierto, están en las últimas, la única forma de supervivencia que podían ver era la de empezar a secuestrar humanos y llevarlos a los templos y usarlos como sacrificio para poder sobrevivir.

Antiguamente estas tierras eran territorio de una civilización atrasada tecnológicamente, pero muy avanzada en conocimientos de múltiples disciplinas, a pesar de su cultura tan rústica poseían gran conocimiento de las matemáticas, las estrellas, la agricultura y arquitectura, entre muchas otras, pero un trágico día las aguas del océano del oeste trajeron consigo una fuerza del extranjero que se dedicaría a destruir, aniquilar y apoderarse de todo lo que aquellas personas construyeron con sudor, sangre y lágrimas, los que una vez fueron ciudadanos, reyes, comerciantes, guerreros y sacerdotes se convirtieron en esclavos. Sometidos a tratos inhumanos por ser ignorantes y no tener el mismo nivel de desarrollo que los extranjeros, a su gente la masacraron sin piedad, quemaron sus casas, sus templos, sus ciudades, no se apiadaron ni siquiera de los niños, a las mujeres las violaron y las vendían como objetos igual que a los demás.

500 años de opresión, de dolor y de tragedia, trabajando en campos de día y de noche sin descanso, sin agua o comida.

Los habitantes de esta tierra eran tan marginados que cuando llego el ansiado momento de la firma de la independencia ellos ni siquiera sabían que iba a haber dicha firma y hoy en día que la nación se encuentra en guerra otra vez, ellos tampoco sabían porque los atacaban, solo responden al instinto de supervivencia básico que tenemos los humanos, que es el de esconderse y esperar a que lo malo pase.

-Yo estoy con Kukulcán. Hay que tener paciencia.

- ¡Itzamná! ¡Como creador supremo y dios de la sabiduría deberías entenderlo, incluso más que nosotros! ¡Si no hacemos algo significará el fin de nuestro mundo!

- ¿Y crees que con el poder que tienes actualmente eres capaz de hacer algo, Chaac?

-...

-Ni siquiera reuniendo el poder de los 13 podríamos tomar una ciudad pequeña.

-...

-seamos pacientes hermanos, no estamos en posición de ser exigentes en estos momentos, lo único que podemos hacer en estos tiempos es esperar.

- ¡Pero es que...!

-Chaac... Entiendo cómo te sientes, pero entiende no podemos hacer nada, además llevamos 700 años así, qué más puede pasar si esperamos un par de meses o años, a la larga eso no significará nada para nosotros.

-Tranquilos, pronto tendremos sangre suficiente como para empezar un contraataque.

-eso esperamos Kukulcán. Por el bien de la humanidad y por tu propio bien.

-ya lo verán. El campeón de la humanidad no nos defraudara. 

Itzamná, el creador supremo, entrecerró los ojos, pensando en lo que vendría. Sabía que el tiempo no siempre era el aliado que aparentaba ser. Los humanos sufrían, y aunque para los dioses el paso de los años era como un susurro, para los mortales, era la vida misma.

Poco a poco los dioses se esfumaron como vapor dejando aquel lugar con un aire ominoso y frío. 

El silencio se extendió en la sala, una cámara oscura adornada con jeroglíficos que contaban las historias de su antigua gloria. Las imágenes de héroes, batallas y sacrificios resonaban con ecos de un pasado que ahora parecía lejano. Los dioses estaban cansados, agotados por la espera, pero más aún, desgastados por la impotencia de no poder intervenir directamente en el mundo de los hombres. Sin embargo debían confiar en la humanidad, algo que su gran orgullo no les permitía, pero las opciones eran nulas. La cuestión es cuanto tiempo más durara esa paciencia.