La monstruosidad parecía no sentir los ataques de Adam, aun así, este continuó golpeando debido a que no podía pensar en otra cosa. Irónicamente, lo que lo salvó fueron los Stalkers. Un grupo de ellos también intentó devorar a la monstruosidad, por lo que cayeron sobre ella como si fueran buitres.
Por desgracia, tampoco se olvidaron de Adam, que tuvo que resistir a los Stalkers mientras evitaba ser absorbido por la monstruosidad. Los zombies no tardaron en conseguir que el monstruo se enojara. Un horrible chillido paralizó a todos.
Adam pudo aclarar un poco su mente, pero justo después, algo se removió en el interior de la monstruosidad. Una horrenda boca se abrió como una flor y dejó ver en su interior un enorme ojo que miraba hacia todas partes.
Adam intentó atacar, pero estaba atrapado por su brazo. La monstruosidad comenzó a defenderse de los Stalkers utilizando alguna especie de magia que hacía que los Stalkers cayeran al suelo, no completamente muertos, pero sí paralizados.
Adam intentó encontrar una salida, pero su situación era desesperada, necesitaba alguna forma de atacar a esa cosa, pero no podía pensar lo suficiente como para idear algo. Desesperado, volteó a mirar su brazo y, luego de dudarlo un momento, comenzó a cortarlo con su espada. La masa carnosa distorsionada dio paso fácilmente a la hoja del arma, por lo que Adam no tardó en caer al suelo.
Pero en ese instante la monstruosidad volvió a fijarse en él. Del ojo se desprendió una onda de un color verde translúcido. Adam se impulsó con su único brazo y logró esquivarlo por muy poco.
Mientras intentaba levantarse, otro grupo de Stalkers atacó. Por suerte, la monstruosidad era el premio gordo y la mayoría ignoró a Adam. Sin embargo, el ataque demostró ser inútil, pues la monstruosidad continuó lanzando hechizo tras hechizo hasta dejar el suelo repleto de zombies, que comenzó a absorber mientras aún estaban vivos.
Adam reprimió el miedo que sentía y utilizó a los numerosos Stalkers en el suelo para acercarse, mientras se alejaba de los lugares donde estaban siendo consumidos por la monstruosidad.
Sabía que tenía que matar a aquella cosa antes de que pudiera comer lo suficiente como para crecer descontroladamente. Adam estaba seguro de que pronto volvería a formar el capullo y comenzaría a crecer, por lo que necesitaba acercarse sin llamar su atención.
Clavó torpemente su espada en un Stalker que le había notado y luego continuó arrastrándose por el suelo. La monstruosidad no se dio cuenta de su presencia, por lo que pudo acercarse más de lo que pensaba. En ese momento, su suerte cambió.
Muchos de los Stalkers que estaban en el suelo recuperaron la movilidad e intentaron pararse. Adam estaba a punto de retroceder cuando una burbuja comenzó a inflarse en la piel de la monstruosidad hasta explotar y crear un bulto de carne que cubrió a todos, tanto a los Stalker como a Adam.
Tuvo que luchar momentáneamente para liberar una pierna, pero logró subirse encima de un Stalker que había quedado atrapado por la masa de carne.
Antes de que Adam lograra entender lo que pasaba por completo, la monstruosidad atrajo hacia sí el bulto, lo que causó que la masa de carne se moviera hacia el centro. Adam decidió que era su oportunidad, por lo que intentó pararse sobre el Stalker.
Sin un brazo, esto le costó mucho más de lo que esperaba, sobre todo al intentar no perder por completo el equilibrio a medida que la monstruosidad arrastraba a todos los Stalkers hacia sí misma. Para cuando logró pararse, Adam apenas tuvo tiempo de pensar en su siguiente paso.
Así que simplemente no pensó. Solo confió en los instintos que venían incluidos en la clase de [Guerrero] y saltó con todas su fuerzas directamente hacia el ojo. La monstruosidad volteó a mirarlo en el último momento, pero Adam ya estaba haciendo un corte con su espada. El ojo levantó una débil barrera de energía e intentó ocultarse en medio de la masa de carne, pero Adam atravesó con facilidad la barrera y logró cortarlo antes de que se ocultara.
El resultado fue inmediato. Todo el mundo a su alrededor se congeló y Adam se encontró, en un parpadeo, en un mundo completamente oscuro. Momentos después, para su total confusión, apareció sentado en un vehículo en movimiento, con la mirada fija en lo que antes había sido un ojo.
El ojo que le había atrapado en ese mundo había quedado destruido y los demás se cerraron cuando la gigantesca masa comenzó a estremecerse. Lo que devolvió a Adam a la realidad fue un abrupto choque que le llevó a golpearse contra el volante.
Aún aturdido, Adam levantó la vista, su talento volvió a cobrar vida y pudo sentir su tranquilizador efecto de nuevo. No tardó en darse cuenta de la situación en la que se encontraba, por lo que retrocedió un poco e intentó continuar su camino hacia el estacionamiento donde lo esperaba Tracel. Mientras tanto, intentaba mantenerse cuerdo después de lo que había vivido.
La monstruosidad sufrió un espasmo y dejó de expandirse. Al darse cuenta de esto, Adam miró momentáneamente hacia atrás y lo lamentó enseguida. Desde donde estaba no veía el cuerpo principal, pero vio un gigantesco ojo que lo miraba desde la calle. Lo reconoció enseguida, era el mismo ojo que había cortado en aquella pesadilla, pero esta vez era mucho más grande, pues debía de ocupar la mitad de la calle.
Volvió a mirar al frente, mientras su corazón latía a una velocidad increíble. Solo le faltaban unos pocos metros para doblar y entrar al estacionamiento, pero había un problema. Las masas de carne a su alrededor comenzaron a converger a su posición, intentando detener su paso. Por suerte, ya era muy tarde para detenerle, logró zafarse y pisar el asfalto por primera vez. Cuando creyó que lo había logrado, la monstruosidad le lanzó un hechizo.
No se dio cuenta del ataque hasta el último momento, pues el hechizo era una onda verde, como la que había visto en la pesadilla. Atravesó el coche, lo que disminuyó un poco su poder, e impactó en su espalda. Todo su cuerpo dejó de responder y quedó paralizado. El coche perdió el control de inmediato, se desvió a la izquierda y se volcó, girando en campana un par de veces antes de detenerse.
Adam vivió todo esto sin poder moverse y terminó rebotando por todas partes antes de acabar sobre una puerta, completamente adolorido. Intentó desesperadamente mover sus dedos, pero fue inútil. Además, a unos metros de él, una masa de carne se aproximaba.
Mientras tanto, justo cuando Adam acababa de librarse de la pesadilla, Miguel y Leonard se encontraban en la azotea. Desde allí observaron cómo la monstruosidad comenzó a estremecerse.
La influencia perturbadora de los ojos desapareció tan repentinamente que Miguel miró directamente a la monstruosidad sin querer. Allí vio algo que desearía olvidar. La grotesca masa alrededor del Árbol se abrió como el capullo de una flor y un enorme ojo emergió del interior. El ojo estaba sostenido por un delgado hilo de carne que lo conectaba con el capullo.
El ojo se elevó hasta superar el tamaño de los edificios cercanos y luego se estiró hacia la calle. Miguel siguió su mirada y observó con alivio a Adam avanzando por la calle. Esto duró poco, pues el ojo lanzó un hechizo que hizo que el auto perdiera el control. Miguel maldijo y sin pensarlo, levantó su arma y disparó hacia el ojo.
El disparo nunca alcanzó su objetivo, pues una barrera de energía se atravesó en su camino. Aun así, la monstruosidad se retorció, llena de dolor. Miguel se echó cuerpo a tierra, junto con Leonard, que había observado todo en silencio.
El ojo dirigió su mirada al techo y luego volvió su atención a Adam. Miguel creía que no los atacaría, pero entonces la reja que cubría la escalera, por la que habían subido, salió volando hacia el cielo para dejar paso a una masa amorfa de carne que se elevó como un pilar hasta el cielo.
En esa masa de carne se abrió un ojo gigante que los miró fijamente. La carne que comenzaba a inundar la azotea se abalanzó hacia Miguel y Leonard a gran velocidad y el ojo comenzó a brillar de un color verde.
Miguel estaba a punto de llamar a Leonard, pero para su sorpresa, este ya estaba pateando el balón hacia la monstruosidad.
El ataque impactó una barrera de energía, pero esta parecía mucho más débil, pues se rompió enseguida y el ojo terminó reventándose con un sonido desagradable. El pilar de carne cayó, pero otro no tardó en levantarse.
—Será mejor que corramos.
Miguel ya estaba levantado para ese momento y estuvo de acuerdo con Leonard. Ambos comenzaron a correr, cada vez más cerca del bloque 2.