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Criado por los Seres del Claro

Los seres del claro, movidos por una mezcla de curiosidad y compasión, decidieron cuidar al niño. Terramat, el líder colosal, llevó al bebé a su refugio, un complejo de cuevas luminosas y túneles que se extendían bajo la tierra. A medida que descendían, la luz del día se desvanecía, reemplazada por un resplandor suave y natural que emanaba de las paredes, iluminando el camino con una calidez tranquilizadora.

En este entorno seguro, el bebé comenzó a recuperarse. Los pequeños, con su agilidad y energía, se encargaban de traerle alimento. Sus manos diminutas y rápidas recolectaban frutas y bayas de los alrededores, que luego depositaban con cuidado junto al niño. Sus ojos brillantes observaban con fascinación cada movimiento del bebé, aprendiendo de él tanto como él aprendía de ellos.

Los jóvenes, con su vigilancia constante, se aseguraban de que el bebé durmiera en paz. Se turnaban para velar por su seguridad, sus dos ojos blancos reflejando la luz suave de las cuevas. Se mantenían alerta a cualquier ruido o movimiento extraño, listos para proteger al pequeño en caso de peligro.

Los adultos, con su sabiduría y experiencia, asumieron la tarea de enseñar al niño a sobrevivir en su nuevo hogar. Lo llevaban a través del laberinto de túneles, mostrando los secretos escondidos en las profundidades. Le enseñaron a moverse con agilidad, a sentir las vibraciones en el suelo y a usar el eco de los túneles para orientarse. Cada lección era impartida con paciencia, sus tres ojos observando atentamente para asegurarse de que comprendiera.

El niño, sin nombre ni historia, creció rodeado de estos seres enigmáticos. A medida que pasaban los días, comenzó a comunicarse con ellos a través de una serie de sonidos y gestos. Las criaturas respondían con entusiasmo.

Los adultos le enseñaron los secretos de la luz que emanaba de las paredes. Le mostraron cómo ciertos minerales brillaban con diferentes intensidades y colores, y cómo podían usarlos para iluminar los caminos o para señalar ubicaciones importantes dentro del complejo de cuevas. El niño aprendió a leer estos destellos de luz, entendiendo sus significados y utilizándolos para navegar por su nuevo mundo subterráneo.

Con el tiempo, el niño se convirtió en parte integral de la comunidad de seres del claro. Aunque su origen seguía siendo un misterio, su presencia había traído una nueva dinámica al grupo. Los seres lo aceptaron como uno de los suyos, protegiéndolo y enseñándole todo lo que sabían.

Así, en el corazón de un refugio escondido, el niño sin nombre encontró una familia entre las criaturas del claro. Rodeado de seres que lo cuidaban y lo enseñaban, creció fuerte y curioso, preparado para enfrentar los desafíos de su misterioso y fascinante mundo.