A la mañana siguiente, una voz baja que venía de la sala despertó a Ning Xi.
Escuchando los pasos detrás de él, Lu Tingxiao bajó su teléfono y preguntó gentilmente:
—¿Te desperté?
Ning Xi miró fijamente al hombre frente a ella. Sus ojos estaban abiertos como platos. Lu Tingxiao estaba sin remera, entonces cuando ella había abierto la puerta, lo primero que vio fue su piel descubierta. El impacto era demasiado grande.
Frotó su nariz. Por suerte no había pasado vergüenza.
Lu Tingxiao parecía no notar su comportamiento extraño, y tranquilamente levantó su camisa del sofá. Mientras la abotonaba, dijo:
—Hay una emergencia en el trabajo y debo irme. Tendré que molestarte y pedirte que despiertes a Tesorito.
—Ah bueno, está bien —dijo Ning Xi, asintiendo. Rápidamente fue a hacer lo que le pedía.
Pero no hubo necesidad de hacerlo. Cuando se dio la vuelta, vio a un suave y tierno Pikachu parado en el umbral de la puerta. Sus ojos estaban fijos en su padre y se veía descontento.
—Tesorito, ve a cambiarte —le ordenó Lu Tingxiao mientras se ponía su saco.
La respuesta que recibió fue el portazo de la puerta del dormitorio cuando la cerró bruscamente. Siempre tan despiadado.
—…
—…
Lu Tingxiao se acercó al picaporte, pero estaba llaveado.
—¿Tienes la llave? —le preguntó a Ning Xi.
Ning Xi agitó la cabeza incómodamente.
—Tengo una, pero ¡también está en el dormitorio!
Lu Tingxiao pellizcó la piel entre sus cejas.
—Te doy tres minutos. Si no sales, ni se te ocurra que vas a volver aquí—dijo con frialdad.
Tres minutos después, seguía sin haber sonido o movimiento del otro lado de la puerta.
—¡Ven aquí ahora! Si estás esperando que te fuerce a salir, ¡entonces no seré tan bueno como estoy siendo ahora!
Seguía sin haber movimiento. Tesorito realmente no le estaba haciendo caso a su padre. Viendo todo desde el costado, Ning Xi quería reírse, pero no se animaba a hacerlo.
—Yo tengo que ir a trabajar después, pero no hay problema que Tesorito se quede a jugar por un rato.
Lu Tingxiao se veía irritado y disgustado mientras sacaba su teléfono para hacer una llamada. Con una mirada furtiva, Ning Xi vio que él estaba llamando a una psiquiatra.
Le faltaban las palabras. ¿No era demasiado extremo llamar a una psiquiatra por algo tan insignificante como esto?
Ning Xi tosió.
—¿Qué tal si yo pruebo hacer algo?
Lu Tingxiao vaciló, y luego asintió la cabeza.
Ning Xi se pegó a la puerta y empezó a hablar con una voz gentil y calmada.
—Tesorito, la tía tiene que ir a trabajar así que no puedo cuidar de ti. Ve con tu padre, ¿okey?
Seguía sin haber sonidos desde adentro.
—¿Qué te parece esto? Podemos intercambiar números para poder contactarnos inmediatamente. ¡Incluso podemos chatear por video!
Se escucharon pasos que se acercaban hacia la puerta desde el otro lado.
—Si la tía llega tarde, el director va a gritarme, y mi director es muy malo. La tía es tan patética… wuu…
La puerta se destrabó con un sonido como 'kachi', y se abrió.
Lu Tingxiao, quien estaba preparado para una larga batalla, pensó que estaba soñando. Miró fijamente a la mujer parada a su lado. Estaba desconcertado.
Con sólo tres frases, ella había logrado engatusar a Tesorito y logró que salga obedientemente por su cuenta.
Si tan sólo la hubiera conocido la última vez que algo así había ocurrido, cuando Tesorito se había llaveado en el ático. La familia de cuatro personas, los mayordomos y los sirvientes, el psiquiatra, e incluso un experto en negociaciones que había sido contratado como último recurso habían sido inútiles a pesar de que se pasaron toda una tarde tratando de hacer que Tesorito saliera del ático.
Al final, rompieron la puerta y el niño ignoró a todos durante todo un mes.
Por supuesto, Ning Xi no sabía nada sobre eso. Solamente pensaba que el niño era muy obediente a pesar del aire trágico que emanaba. Alzó a Tesorito en sus brazos. Viendo su expresión deprimente, no quiso regañarle, y en vez de eso, lo alabó.
—Tesorito es tan obediente. ¡Gracias, cariño!
Tesorito parecía alegrarse con eso, y silenciosamente le pasó una nota. En el papel había números escritos. Ning Xi tomó la nota.
—Ah, ¿este es tu número? Está bien. Lo guardaré y cuando no esté ocupada, ¡te llamaré!
Lu Tingxiao sintió que había algo extraño. Tesorito no tenía celular. ¿Qué número le había dado?
Usando su altura como ventaja, miró la nota. Era su número de teléfono.
¡Realmente eres hijo mío!