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El Hijo de Dios

¿Qué pasa cuando uno muere? Es una pregunta qué ha estado en mente de todos desde el inicio de los tiempos, pero la verdadera pregunta es: si lo supieras ¿Guardarías el secreto? ¿Lealtad y honor? ¿Amor a la patria? Hay muchas razones para pelear en una guerra, pero son pocas las verdaderas para entregar la vida. Esta es la historia del joven Gustavo Montes, un soldado del ejército Mexicano, que por querer tener una vida digna, para él y su familia, murió asesinado en batalla. Pero por fortuna o desgracia, viajó a otro mundo, uno lleno de criaturas misteriosas, magia y aventura. ¿Qué le deparará el destino?

JFL · แฟนตาซี
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Genio raro (2)

  --Señor Gustoc ¿Me podría responder algo? --La mirada de Amaris era seria, ocultaba la confusión en aquellos bellos ojos. Gustavo la observó y asintió--, se que lo que le voy a preguntar es muy personal y, le juro en nombre de los Altísimos, que no divulgaré lo que me diga, pero ¿Cuántos aros posee dentro de su núcleo mágico? --Gustavo guardó silencio, no porque no quisiera responder, si no porque sentía que la respuesta que iba a dar, confundiría a las damas.

  --No poseo ninguno. --Respondió. Las damas reaccionaron como lo esperado, frunciendo el ceño.

  --Eso es imposible, no es que dude de sus palabras, pero ¿En verdad no posee ningún aro en su núcleo mágico? --El joven negó con la cabeza.

  --De verdad, no poseo ninguno --Sonrió apenado--. Yo también lo encontré extraño la primera vez que lo noté y, no entiendo la razón por la que soy así.

  --Hay muchos genios raros en éste mundo --Dijo Frecsil repentinamente--, algunos desarrollaron hechizos que nadie ni siquiera podía imaginar, mientras que otros blandieron sus armas, provocando que la tierra temblara por su poder --Su mirada se volvió cálida al observar al joven--. Aunque desconozca la razón de su poder y de qué guarda en su interior, estoy segura de que usted pertenece a ese grupo de individuos y, algo dentro de mi alma me dice, que usted marcará la historia. --Sus ojos honestos dejaron una huella en el corazón del joven, provocando que al verla, sus palpitaciones aumentaran. Amaris asintió, ella también tenía ese presentimiento y, no podía esperar para observar hasta donde llegaría aquel joven de mirada tranquila, pero decidida.

  --Agradezco sus palabras --Dijo con un sonrisa-- y, les prometo, que siempre las recordaré. --Las damas sonrieron, lamentablemente no entendieron la profundidad de aquellas palabras, pues si lo hubieran hecho, no hubieran sonreído.

La conversación continuó, pero los temas no fueron muy importantes, dando paso a una plática amena y, aunque el joven Gustavo no había logrado saber a qué elemento era afín, su buen humor no disminuyó, ya habría tiempo para descubrirlo, por lo que no quería apresurarse. La tarde llegaba a su fin, dando paso a una noche tranquila. Frecsil se despidió, aún con las objeciones de Amaris que pedía que se quedará a cenar. Gustavo había propuesto acompañarla a su hogar, pero fue rechazado, pues la dama deseaba pasar a su gremio a resolver un par de cosas.

  --Vine aquí con la intención de invitarle en nombre del gremio de exploradores de mazmorras, a nuestra siguiente expedición. Será una misión oficial y se le pagará una buena suma, por lo que podrá comprarse un mejor equipo --Sonrió al recordar su ida a la tienda del herrero, pero suspiró cuando recordó que aquella vestimenta estaba hecha trizas--. Además de que tengo dos noticias que darle, la primera es que retiraron la misión de ejecución o captura por usted --Amaris frunció el ceño, se había enterado de aquello y estaba furiosa, porque intuía quién había hecho aquel encargo--, y la segunda es que, tengo la aprobación del gremio central en la ciudad real, de promoverlo directamente a un explorador de mazmorra de siete estrellas --Sonrió orgullosa--. Solo necesitaré que vaya al gremio para actualizarle su identificación --Se dio media vuelta y se retiró a la entrada de la casa de la familia Cuyu, pero al estar a solo un paso de la salida, giró su cuello para observar atrás--. Una cosa más, si gusta puede nombrar a su compañero <Wityer>, en el idioma de las hadas significa: Hijo de Dios. --Gustavo asintió, pero luego se extrañó por una palabra que dijo la dama.

  --(¿Hadas? ¿Por qué siento esa palabra tan familiar?) --Se preguntó mentalmente.

Frecsil volvió a girar su cuello, retirándose de la casa de la familia Cuyu.

∆∆∆

En una ancha y larga sala, un joven se encontraba meditando de rodillas con las palmas apuntando al cielo, sus labios se movían lentamente, su respiración era ligera y suave.

  --Espero que todos estén bien.

Bajó su cuerpo, sentándose cómodamente, inhaló y exhaló varias veces. Con su dedo índice tocó la fría superficie del suelo, haciendo unos extraños dibujos. Las líneas dibujadas resaltaron de azul y, como si fueran atraídas por sus compañeras, se tensaron, formando un extraño símbolo.

  --Hágase la luz.

Las líneas brillaron, iluminando toda la sala de blanco.

  --Amo, esa luz me debilita. --Dijo una sombra a espaldas del joven. Gustavo sonrió, su experimento había sido un éxito, ahora solo tenía que seguir entrenando para mejorar la rapidez en el dibujo de sus sellos y la habilidad para fortalecerlos. El joven hizo un ligero movimiento de muñeca, provocando que el símbolo en el suelo desapareciera.

  --Las tres ramas principales de la magia: Escrito o dibujado, cantado y, por último, actuado. Sellos, conjuros y, símbolos mágicos de manos --Repitió, reforzando en su mente lo que había leído--. Parece que todavía no sé cómo conjurar, pero al menos estoy aprendiendo con las otras dos ramas.

Colocó su dedo índice arriba de su dedo medio y su pulgar tocando su palma, con rapidez cargó su mano de energía mágica, activando así el símbolo de mano. Una extraña energía repulsiva salió de su extremidad, aunque no era muy poderosa, sentía que le serviría en situaciones complicadas.

  --Wityer, esqueleto guerrero, acompañenme. --Dijo, mientras abrochaba el cinturón de su vaina. Una sombra apareció repentinamente detrás de su espalda, mientras que la otra apareció arriba de su hombro.

Gustavo caminaba con gusto por las calles principales de la ciudad Agucris, ya tenía cerca de tres meses residiendo y, aunque lo negara, le estaba tomando cariño. Las personas que lograban reconocerlo sonreían y lo saludaban, algunos hasta hacían una pequeña reverencia, la misma que ejecutaban cuando estaban en presencia de un noble de rango medio, Gustavo devolvía amablemente el saludo. Sus pasos se detuvieron justo afuera de un gran edificio, sonrió al ver el letrero arriba de la puerta y, con calma entró al recinto.

  --Joven señor --Un hombre adulto de túnica bien cuidada se acercó, guiándolo dentro de la tienda--. ¿Qué puedo ofrecerle? --Preguntó con calma.

  --Buenas --Saludó con respeto--, solo he venido a vender un par de orbes. --El hombre sonrió.

  --Permítame un momento, iré enseguida por la persona que se encarga de valorar los orbes. --Dijo, despidiéndose de una manera cortés.

Gustavo asintió, pero prefirió esperar observando los estantes de armaduras, ahora mismo estaba falto de una y, le convenía encontrar una de su agrado.

  --Amigo Gus. --Dijo un hombre a espaldas del joven, quién volteó inmediatamente al escuchar aquella voz familiar, sonriendo de manera alegre al ver la cara del hombre gordo. Caminó con pasos rápidos al mostrador y saludó de mano a su benefactor.

  --Señor Kenver.

  --He escuchado de Gostrom que tienes orbes que ofrecerme. --Dijo con una sonrisa. Gustavo asintió, en realidad había querido dárselos desde hace días, pero sus horarios no habían concordado, por lo que prefirió buscarlo en su tienda.

  --En realidad quise hablarle en su hogar sobre el tema, pero no encontré el momento adecuado para hacerlo.

  --Jaja, no te preocupes amigo mío, escuché de mi hija que has tenido días muy ocupados, es por eso que no hablé del tema ¿Y como no tenerlos? --Sonrió--, después de todo, salvaste que la ciudad perdiera su lugar de más ingresos. No pongas esa expresión humilde, los dos sabíamos que tarde o temprano la gente notaría lo que yo vi ese día en el camino hacia aquí --Gustavo sonrió--. Ahora sí, muchacho, muéstrame tus grandes cosechas.

El joven asintió, retiró la bolsa de cuero de su vaina, comenzando a sacar orbe tras orbe, algunos rojos, otros negros, o verdes; algunos del tamaño de un puño de niño, mientras que otros del tamaño de un adulto. El joven tardó unos minutos en sacar todos sus orbes y colocarlos suavemente sobre la hermosa madera del mostrador.

  --Impresionante --Dijo Kenver con las cejas alzadas--, aunque la mayoría son de calidad baja, posees muchos de calidad media. Si te soy honesto, puedo darte cien monedas doradas por todo tu lote. --Gustavo tragó saliva, más o menos se había acostumbrado al valor de las cosas en el nuevo mundo y, debía reconocer que las monedas doradas compraban muchas cosas, por lo que escuchar que le ofrecían cien monedas por su lote de doscientos orbes, sintió que le estaban haciendo una jugosa oferta.

  --Acepto. --Dijo con una sonrisa.

  --Trato. --El hombre gordo sonrió y estiró su mano para estrechar la del joven.