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El Hijo de Dios

¿Qué pasa cuando uno muere? Es una pregunta qué ha estado en mente de todos desde el inicio de los tiempos, pero la verdadera pregunta es: si lo supieras ¿Guardarías el secreto? ¿Lealtad y honor? ¿Amor a la patria? Hay muchas razones para pelear en una guerra, pero son pocas las verdaderas para entregar la vida. Esta es la historia del joven Gustavo Montes, un soldado del ejército Mexicano, que por querer tener una vida digna, para él y su familia, murió asesinado en batalla. Pero por fortuna o desgracia, viajó a otro mundo, uno lleno de criaturas misteriosas, magia y aventura. ¿Qué le deparará el destino?

JFL · แฟนตาซี
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El engaño

  --¿Acaso quiere morir? --Preguntó Meriel estupefacta, no creía que su señor fuera tan insensible con su cuerpo como para ir a seguir dibujando sellos. Gustavo la miró, sonriendo de manera tranquila, una sonrisa que describía la situación mejor que con las palabras.

  --Joven héroe, le recomiendo que se tome un descanso antes de continuar con los sellos. --Dijo repentinamente la anciana, quién había escuchado sin malas intenciones la conversación de los jóvenes.

  --No puedo, si no los estabilizo ahora, podría provocar una catástrofe. --Dijo con absoluta sinceridad, aunque sus palabras solo eran una verdad a medias, pues los sellos tardarían al menos un año en estallar y consumir toda la ciudad. La anciana guardó silencio, su conocimiento en aquel arte mágico era muy bajo a comparación del joven, por lo que no podía saber si estaba siendo sincero.

  --¿De verdad? --Preguntó Meriel con un poco de duda. Gustavo asintió--, parece que no puedo hacer nada para detenerlo. --Suspiró abatida. El joven negó con la cabeza, confirmando sus palabras.

  --Le agradezco nuevamente. --Dijo, disponiéndose a salir del pequeño hogar. La anciana se quedó de pie, observando como la espalda del joven desaparecía.

La multitud a las afueras de la casa, estalló de alegría al notar la silueta heróica salir, no todos creían que se pudiera recuperar y, los que si lo creían, no pensaban que lo hiciera tan rápido, pues aunque no conocían sobre la magia, sabían que era lo que pasaba cuando una persona perdía por completo su energía pura.

  --Joven héroe, pasé la noche en vela rezándole a nuestro Señor el Dios Sol por su pronta recuperación --Dijo el herrero, con los ojos inflamados--. De verdad --Sonrió-- es una alegría verlo de pie.

  --Hola, señor Desar --Dijo con calma, olvidando por completo las palabras del herrero de que solo lo llamara por su nombre, sin honoríficos--. Agradezco su preocupación, así como sus oraciones a los Dioses. --Sonrió de manera cálida.

Aunque muchas personas quisieron detenerlo para tener una conversación con él, o agradecerle por su esfuerzo en el dibujo de los sellos, Gustavo no se detuvo, estaba determinado a terminar su trabajo, todavía poseía cierta inspiración y, no quería perderla.

Frente a un marco iluminado por varios símbolos de color azul, un joven se encontraba de cuclillas, visualizando su próximo movimiento, mientras a sus espaldas, una dama se encontraba de pie, impidiendo que cualquiera interrumpiera a su señor.

  --(Wityer, la sincronización en el octavo sello está mal, pero no sé cómo restructurarlo) --Envió un mensaje mental. El pequeño lobo se acercó al marco de la puerta, miró al octavo sello durante un corto periodo de tiempo, analizando cuál era el problema y, al encontrarlo, rápidamente lo configuró-- (Espectacular, querido compañero, espectacular) --El joven sonrió.

Estaba a un sello de terminar, pero al hacerlo, todo se complicaba más, las leyes escritas en los símbolos eran de distinta naturaleza, por lo que se debía tener mucho cuidado al juntarlos.

  --Espero funcione. --Dijo con calma, respiró profundo y llevó su dedo a dibujar el último sello. Sus movimientos eran suaves, pero decididos, llenos con una voluntad magistral. Wityer asintió orgulloso del acto de su compañero, estaba alegre de sus progresos.

Después de un par de horas, el joven exhaló toda su presión, mirando con una gran sonrisa su recién terminada obra.

  --Je --Suspiró--, por fi he terminado. --Meriel se acercó al oír aquellas palabras, por lo que se quedó de pie, petrificada, observando los detalles de los sellos colocados en el marco de la entrada.

  --Es usted increíble. --Dijo con sinceridad, no entendía la profundidad de aquel arte, pero la sola sensación que recibía de aquella energía pura, la hacía sentir en otro lugar.

  --Agradezco el cumplido, pero ahora probaré si en verdad funciona. --Dijo, mientras miraba con calma a su fiel compañero. Wityer asintió y de un saltó se introdujo en la entrada, desapareciendo en un instante de la vista del joven.

--¿Cómo los probará? --Preguntó Meriel, quién le fue imposible notar el acto del pequeño lobo.

  --En un acto de fé. --Respondió, sin quitar los ojos de la entrada. Meriel lo miró confundida.

  --¿Fé? --No conocía aquella palabra.

  --La fé es creer en aquello que no puedes ver. --Explicó. Meriel asintió, le parecía una palabra demasiada extraña, y, aún más su significado, por lo que guardó silencio, meditando la respuesta del joven, sentía que era algo demasiado profundo, como para entenderlo en un breve momento.

Gustavo sonrió repentinamente al ver a su fiel compañero volver y, al escuchar sus palabras de éxito, su sonrisa se hizo más evidente.

  --Llama a todos y, diles que se preparen para entrar al edificio.

  --Como usted ordene, mi señor. --Dijo la dama con una sonrisa.

Pasó el tiempo y, los ciudadanos de Tanhel se fueron reuniendo de uno en uno en los alrededores, mostrando expresiones difíciles de describir, no era que no confiaran en el joven, era solo que, lo que les había prometido sonaba demasiado fantasioso en sus mentes, por lo que les resultaba complicado creer por completo en sus palabras.

  --Joven héroe --Un anciano de sonrisa jubilosa se acercó con calma--, he escuchado que las defensas ya están listas.

  --Lo están --Respondió con una gran sonrisa, había hecho buenas migas con el anciano, por lo que sentía un poco de afecto hacia él--, ya no tendrán que preocuparse por el enemigo. --El hombre mayor asintió con una expresión de alegría.

  --Aunque me es imposible expresar mi gratitud hacia usted, por salvarnos y permitirme reparar su armadura --Dijo con respeto, bajando el rostro al notar la mirada del joven--, creo yo que esto al menos le quitará unas cuantas preocupaciones en el futuro. --Con una expresión y sonrisa humilde, sacó de una bolsa de cuero, una armadura color azul oscuro, con una águila desplegando sus alas tallada en medio.

  --Impresionante. --Dijo Gustavo al aceptar su armadura, no podía creer que en verdad la hubiera reparado y, no solo eso, le había agregado un símbolo artístico tan sobresaliente y, tan familiar para él.

  --Muy impresionante. --Dijo Meriel en voz baja, admirando el águila.

  --Gracias, señor Desar. --Aunque tuvo ganas de entregarle un par de orbes de buena calidad al anciano, sintió que era mala idea, pues pensaba que con lo orgulloso que era, podía tomar su acto como un insulto.

  --A usted le doy las gracias --Dijo el anciano con rapidez-- y, espero que nos volvamos a encontrar. --Dijo y, con calma se decidió a entrar al umbral con los sellos dibujados en el marco, desapareciendo en la oscuridad. El anciano sabía que sus conciudadanos tenían dudas, por lo que no le importó ser el primero en cruzar, después de todo, confiaba plenamente en el joven.

Al notar la acción de Desar, Gustavo creyó que en lugar de ayudar, sería contraproducente, provocando una reticencia en las personas, afortunadamente se equivocó. Al notar que el anciano había entrado en la extrema oscuridad del interior del edificio, la mayoría de las personas optaron por correr a la entrada, creyendo que si no lo hacían, se quedarían sin un buen lugar donde esperar la ayuda de su rey.

  --Yo primero. --Dijo el señor de la ciudad, entrando con rapidez. Aunque no llegaron a los extremos para empujarse por un buen lugar, si estuvieron a pocos instantes de hacerlo.

  --Cuando salgamos de aquí, no creo que vuelva a verlo, por lo que solo diré lo que pienso: Gracias. --Dijo Nira, bajando el rostro y parte de su torso, luego se dispuso a entrar.

  --Buen viaje. --Dijo en voz baja al notar que el último individuo había desaparecido en el umbral del edificio.

   --¿Buen viaje? --Preguntó Meriel un poco confundida. El joven sonrió.

  --No hice sellos de protección, sino de transportación inmediata. --Dijo con un tono solemne. Meriel abrió los ojos por la extrema sorpresa, nunca hubiera imaginado el verdadero plan de su señor, ni en sus sueños más salvajes.

  --¿Y a dónde los envío? --Preguntó con interés.

  --A la ciudad Agucris. --Dijo con una sonrisa.