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Una Semana de Preparación

Había pasado una semana desde que Ian comenzó a aprender el manual de cultivo. Se había sumergido profundamente en su entrenamiento, enfocado en aumentar su fuerza y aprovechar cada oportunidad para mejorar. La intensidad de su práctica lo había fortalecido, pero sabía que aún estaba lejos de alcanzar el poder necesario para enfrentar los desafíos que se avecinaban.

Finalmente, después de días de caminar y explorar, Ian llegó a una vasta área de bosque que se extendía por miles de kilómetros. Este lugar era diferente a cualquier otro que hubiera encontrado hasta ahora. Los árboles se elevaban como gigantes, y el aire estaba cargado de una energía palpable, como si la naturaleza misma vibrara con poder. Ian podía sentir la presencia de innumerables monstruos en la zona, algunos probablemente más fuertes que cualquier otro que hubiera enfrentado.

Este bosque era peligroso, pero también estaba lleno de oportunidades. Ian decidió que aquí era donde pasaría el mayor tiempo posible. Sabía que este lugar podría ofrecerle tesoros invaluables, como plantas raras y objetos misteriosos que podría cambiar por puntos en la tienda del sistema. Cada tesoro encontrado sería un paso más hacia su objetivo principal: comprar espacio de almacenamiento.

El espacio de almacenamiento era crucial para sus planes. Ian entendía que, una vez que lograra comprar el Ticket de Retorno a la Tierra, podría usar ese espacio para traer consigo elementos que le ayudarían a sobrevivir y prosperar en este mundo. Armas, herramientas, incluso comida y medicinas; cualquier cosa que le diera una ventaja en su lucha por la supervivencia.

Con esto en mente, Ian comenzó a explorar el bosque con cuidado, siempre alerta a cualquier señal de peligro. Mientras caminaba, sus pensamientos volvían una y otra vez a sus objetivos. La semana que había pasado entrenando lo había acercado a sus metas, pero todavía le quedaba un largo camino por recorrer. Cada paso en este bosque lo acercaría más a su objetivo de reunir los puntos energéticos necesarios para comprar espacio de almacenamiento y asegurar su supervivencia futura.

Ian sabía que el camino sería difícil, pero estaba decidido a enfrentar cualquier desafío. Este bosque, con sus peligros y tesoros, sería su campo de pruebas, el lugar donde demostraría su valía y su determinación para superar cualquier obstáculo en su camino hacia la grandeza.

Tras varias horas de explorar el denso bosque, Ian decidió que era hora de buscar un lugar donde pudiera establecer un refugio seguro. Sabía que su estadía en esta área sería prolongada, y necesitaba un lugar donde pudiera descansar, cultivar, y almacenar cualquier tesoro o recurso que encontrara en sus exploraciones.

El bosque estaba lleno de criaturas peligrosas, y la noche sería aún más traicionera, por lo que encontrar un lugar seguro era crucial. Después de mucho caminar, Ian divisó la entrada de una cueva oculta entre los árboles y la vegetación espesa. Se acercó con cautela, usando su agilidad para moverse sin hacer ruido, inspeccionando cuidadosamente el área en busca de señales de peligro.

La cueva era lo suficientemente profunda como para ofrecer protección contra el clima y los depredadores, pero no tanto como para convertirse en una trampa mortal. Ian ingresó lentamente, con la espada en la mano, preparado para cualquier eventualidad. Para su alivio, la cueva estaba vacía, sin signos de vida reciente. Parecía que había sido desocupada por alguna criatura hace tiempo.

Satisfecho con su hallazgo, Ian comenzó a trabajar en convertir la cueva en un lugar seguro. Usó rocas para construir una barrera en la entrada, lo suficientemente alta como para bloquear el paso de pequeños animales, pero que aún le permitiera entrar y salir fácilmente. También colocó trampas improvisadas alrededor de la entrada, usando ramas y piedras afiladas que encontró cerca.

Dentro de la cueva, Ian limpió el suelo de escombros y eligió un rincón seco y protegido donde podría descansar. Allí, extendió una capa de hojas secas y musgo para improvisar una cama. También preparó un área donde podría encender un fuego sin riesgo de asfixiarse con el humo, utilizando madera seca que había recogido durante su recorrido por el bosque.

Finalmente, después de asegurar el lugar, Ian se sentó en la entrada de la cueva, observando el bosque que lo rodeaba. La sensación de seguridad le dio un respiro temporal, pero sabía que no podía bajar la guardia. El bosque estaba lleno de peligros, y el más mínimo error podría costarle la vida.

Este sería su hogar durante el tiempo que permaneciera en el bosque. Aquí podría entrenar, planificar sus movimientos, y prepararse para cualquier desafío que se presentara. Con el refugio asegurado, Ian sintió una renovada determinación. Estaba listo para enfrentar lo que fuera necesario, con la certeza de que cada día que pasara lo acercaría más a sus objetivos.

Al día siguiente, después de asegurarse de que su refugio estaba bien protegido, Ian decidió explorar el área circundante. Sabía que conocer el terreno y los peligros que lo rodeaban era vital para su supervivencia. Con la espada bien sujeta en su mano y sus sentidos alertas, se adentró en el bosque que rodeaba su nueva guarida.

El aire era fresco, y los sonidos del bosque, aunque tranquilos, ocultaban el peligro que acechaba en las sombras. Mientras caminaba, Ian no pudo evitar notar lo espeso y antiguo que parecía el bosque, como si hubiera estado allí por milenios, guardando secretos que él solo empezaba a descubrir.

De repente, un crujido de ramas a su derecha lo puso en alerta. Ian se detuvo en seco, girando hacia el origen del sonido. No estaba solo. Los arbustos se sacudieron violentamente, y antes de que pudiera reaccionar, un enorme lobo emergió de entre la vegetación, con sus ojos amarillos brillando con una ferocidad inigualable.

El lobo era mucho más grande que cualquier otro que Ian hubiera visto antes. Su pelaje era gris oscuro, casi negro, y sus colmillos largos y afilados reflejaban la poca luz que se filtraba a través de los árboles. Este no era un lobo ordinario; era un depredador formidable, un verdadero rey del bosque.

Ian retrocedió unos pasos, ajustando su postura de combate. Sabía que no podía subestimar a esta criatura. El lobo lo observaba con cautela, como si también midiera a su presa. Entonces, sin previo aviso, el lobo se lanzó hacia adelante, con una velocidad que tomó a Ian por sorpresa.

El primer impacto fue brutal. Ian apenas logró levantar su espada a tiempo para bloquear el ataque, pero la fuerza del golpe lo hizo retroceder varios metros. A pesar de la dificultad, se mantuvo firme, esquivando el siguiente ataque del lobo con un ágil movimiento lateral. Su entrenamiento hasta ahora le había preparado para esto, pero la realidad de enfrentarse a una bestia de tal magnitud era mucho más intensa de lo que había imaginado.

El lobo no dio tregua. Sus ataques eran rápidos y precisos, intentando morder y derribar a Ian con su gran peso. Ian, por su parte, se defendía con todo lo que tenía, usando su espada para mantener al lobo a raya y esquivando los ataques con movimientos calculados. Cada vez que la criatura se lanzaba, Ian trataba de encontrar una apertura, pero el lobo era astuto, cambiando de dirección y atacando desde ángulos inesperados.

Finalmente, después de varios intercambios de golpes, Ian vio su oportunidad. El lobo, en un intento de morderlo, dejó su costado vulnerable por un breve instante. Con toda su fuerza, Ian lanzó un corte profundo, alcanzando el costado del lobo y haciendo que la criatura aullara de dolor. Pero el lobo no se rindió. Con una furia renovada, atacó con más violencia, empujando a Ian al límite de sus fuerzas.

Ian sentía que sus energías se agotaban rápidamente. Cada movimiento le costaba más esfuerzo, y el lobo parecía imparable. Finalmente, el lobo logró derribar a Ian, haciéndolo caer de espaldas al suelo. La bestia se abalanzó sobre él, sus fauces abiertas listas para dar el golpe final. En ese momento de desesperación, Ian usó su último recurso.

Con un grito de esfuerzo, levantó la espada con ambas manos y la clavó directamente en el pecho del lobo que caía sobre él. El impacto fue devastador, y el lobo soltó un aullido desgarrador mientras la hoja penetraba profundamente en su cuerpo. La sangre brotó, empapando a Ian, pero él no se detuvo. Con toda su fuerza, empujó la espada aún más, hasta que sintió que la vida del lobo se desvanecía.

El gran lobo finalmente se desplomó sobre Ian, su peso casi aplastándolo. Con dificultad, Ian logró liberarse de debajo del cuerpo inerte, jadeando por el esfuerzo. Estaba cubierto de sudor y sangre, sus brazos temblaban de agotamiento, y su respiración era irregular. Miró al lobo caído, sintiendo una mezcla de alivio y respeto por la bestia que casi lo había matado.

Había ganado, pero a un alto costo. Sabía que no podía permitirse más encuentros como este sin prepararse mejor. Mientras se levantaba, con las piernas aún temblorosas, decidió que antes de continuar explorando o buscando tesoros, necesitaba fortalecer su cuerpo y habilidades aún más. El bosque le había dado una advertencia clara: no perdonaría a los débiles.