El silencio al interior del carruaje fue interrumpido tan pronto como el sirviente abrió la puertecita, permitiendo que el joven Lucian tomara la iniciativa de salir.
Los alrededores eran muy distintos a los terrenos cercanos al palacio, no había belleza en la arquitectura de los edificios, jardines, o esculturas sobresalientes, todo era demasiado simple, tosco y aburrido, muy parecido a los lugares inhóspitos del reino, que se exentaba de describirse de tal manera por las largas construcciones. Casi todo el suelo era nada más que tierra infértil, agrietada por el daño del tiempo, o alguna otra consecuencia climática, o del propio hombre.
--Por aquí, señor Lucian.
El segundo hijo asintió, momentáneamente perplejo por lo que él pensaba imposible, deseando equivocarse al entrar al único edificio de dos pisos.
--Si puedo dar mi consejo, señor Lucian, le pediría que evitara cualquier confrontación verbal con la durca Sadia --Dijo con un tono calmo--. Conozco su temperamento, señor Lucian, el de ambos en realidad y, preferiría que todo termine de un modo tranquilo.
--Un consejo innecesario y no solicitado, anciano. --Le miró con disgusto, sin mostrar el respeto requerido por el título del viejo hombre.
Thibo suspiró, abatido por lo que suponía sería inevitable.
Al subir los escalones de piedra inspiró profundo más de una vez, calmando su acelerado corazón. La luz al final de trayecto fue evidente al llegar al penúltimo escalón, observando el umbral grabado con dos sabias palabras, alguna vez dichas por su padre: Voluntad y Temple.
--Durca Sadia. --Dijo el consejero, al tiempo que ejecutaba una muy bien entrenada reverencia.
En la tranquila terraza, una dama de aspecto elegante disfrutaba del té en la única silla circundante a la mesa de color blanco.
--Lucian. --Dijo con un tono tranquilo al despegar los labios de la taza de plata, grabada con hermosas siluetas de flores.
--Madre. --Respondió, con un tono seco y sin respeto.
Thibo suspiró con impotencia, su intuición no había fallado, aunque deseaba que en algunos casos así fuera.
--La guerra te ha vuelto irrespetuoso, hijo mío. --Le miró, inexpresiva, pero con el disgusto en sus ojos.
Bojana y Youns, los guardias personales de la Durca miraron al joven, mostrando sus intenciones sin movimiento alguno y, expresando que no les importaría su título como hijo de la señora Lettman al recibir la orden de atacar.
Lucian les lanzó una mirada a ambos, descargando una violenta ráfaga de energía de combatiente, pero muy bien controlada para solo afectar a ellos dos. Los guardias fruncieron el ceño, pero lo soportaron sin cambiar sus expresiones, aunque estaban sorprendidos por los grandes avances que había tenido el afamado cuarto general del reino e hijo de la durca Sadia: Lucian Lettman <El Invicto>.
--No fue la guerra, madre. --Se detuvo a dos pasos de la soberana del territorio.
--Lucian --Se levantó, sonriendo con calidez, una que el muchacho interpretó como falsa--, estoy muy feliz de verte a salvo.
--Gracias, madre. --Hizo lo posible por sonar convincente, algo que nadie en el lugar creyó.
La Durca abrió ambos brazos, esperando por la iniciativa de su hijo por ir a abrazarla. Lucian suspiró internamente, pero no se excusó, prefirió acabar con el teatro complaciendo a su madre con un delicado y breve abrazo.
--Es bueno que hayas vuelto.
--Respondí a mi deber como hijo y hermano, madre.
--Te eduqué bien.
Lucian forzó una sonrisa, al tiempo que su mirada se enfriaba. Su corazón hirvió de ira, pero no expulsó ni el más mínimo indicio de sus sentimientos, no era tan impulsivo. La durca Sadia descubrió el cambio en su hijo, pero no mencionó, o hizo algo para evidenciarlo.
--Tu impaciencia me complace, hijo mío. Yo también deseo que partamos cuanto antes con el ejército que he preparado.
--Es mi deseo, madre --Asintió con calma--. Ahora que lo menciona, madre, tengo dudas sobre el ejército. Aldurs mencionó sobre la destrucción del segundo y tercer destacamento, pero por lo que he observado, la cantidad de gente allá abajo supera por mucho la totalidad de ambos ejércitos ¿Será que fui engañado, madre?
--Tu hermano habló con la verdad, hijo mío. La general Génova fue encargada del liderar ambos ejércitos en la misión de rescate de tu hermana Helda. Una misión que resultó en un rotundo fracaso, que guarda demasiados secretos del cómo ocurrió.
--¿Sabemos quién es el enemigo y por qué secuestró a Helda?
--No. He mandado grupos de exploración, pero ninguno ha vuelto todavía. Algo ocurre en esas tierras malditas y, estoy preocupada porque algo le pase a tu hermana.
Notó que la preocupación de su madre era verdadera, algo que no fue una sorpresa, conocía los sentimientos de preferencia por su hermana Helda, no era un secreto. En cambio, lo que si le sorprendió fue el misterioso individuo que había logrado destruir al segundo y tercer ejército y continuar en la clandestinidad, preguntándose sobre sus verdaderas intenciones.
--Volviendo al tema del ejército, madre ¿Cómo reclutaste a tantos individuos? Y por favor, no me digas que son aldeanos.
--¿Recuerdas al Merdo Bastanno? --Lucian asintió, presintiendo lo peor-- Entonces ¿También recuerdas la proposición que me fue hecha hace un par de años?
--¿Aceptaste? --Preguntó, apretando los puños.
--Acepté.
--¡Por los Sagrados, madre! --Gritó, incapaz de contener su ira. Los guardias se dispusieron a actuar, pero por la mirada de su soberana entendieron que no era el momento-- Yo ya estoy unido en esta y en la siguiente vida, una unión que procreó a dos niños... ¡No puedes disponer de mí como un maldito objeto!
--Esa unión no fue aceptada por mí, por tanto, no tiene validez en este reino.
--Los Sagrados nos bendijeron ¡Tú no tenías derecho!...
--Tal vez en la siguiente vida --Interrumpió de inmediato--, pero aquí las reglas son distintas y lo sabes.
Se giró, soltando su furia en un violento suspiro. Observó el cielo, haciendo lo posible por recuperar la compostura, aunque sentía que por el momento le era imposible.
--Nunca cambiarás ¿Verdad? --Regresó su mirada a la bella dama.
--Soy tu madre y Durca, Lucian. Al menos muestra respeto al título. Tú en mi presencia solo eres un general, tenlo presente.
--Sí, tiene razón --Asintió con una fea mueca, pero sin las palabras para refutar--. Discúlpeme, Durca. Pero como usted ha dicho, soy un general del ejército real, no puede ocuparme como objeto de cambio en sus tratos con otros nobles, porque ese es mi título y antecede a mi responsabilidad como hijo, Gran Señora.
--No, si la presión al rey es suficiente. --Se burló la dama.
--Tal vez, pero recuerde que deje mi responsabilidad en el campo de batalla por un llamado suyo. Me enfrento a un castigo no menor a la muerte y, usted tampoco estará exenta del mismo.
--Bonita palabrería, hijo mío. Pero nadie se atreverá a tocar a un Lettman. Ni el rey, ni ese bastardo. Así que obedece a mis palabras y, prometo que la mujer con la que te uniste y procreaste a dos infantes no sufrirá un destino fatal. No es necesario mirarme así, porque en poder y capacidad, sigues siendo mi inferior. Podría si deseo hasta quitarte tus privilegios en la vahir Tethma.
--De acuerdo, madre, soy tuyo. --Se arrodilló, con la cabeza gacha y una furia incontenible en su corazón.