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Capítulo 1

—¡Buenos días a todos los habitantes de Japón, esperamos que hayan tenido un buen fin de semana!. Nosotros estamos aquí en el estudio, empezando este lunes por la mañana con mucha energía —dijo el presentador de un programa de radio al azar.

—Así es, Kishimoto, más aún sabiendo que hoy se presentan grandes eventos, entre ellos se van a realizar los exámenes de admisión en el gimnasio central de Musutafu para conseguir becas en las universidades que quieran —habló la chica del programa.

—Entre ellas están las universidades prestigiosas para la medicina, policía, y carreras empresariales.

—Esperamos que los chicos que nos estén escuchando para participar tengan éxitos y logren sacar un puntaje por encima del promedio. Pero dejando eso de lado pasemos con las noticias de esta mañana...

—Se reportaron nuevos casos de de asesinato hacia hibridos en la noche de ayer. Durante la marcha de protesta para conseguir derechos igualitarios aparecieron un par de civiles con armas de fuego, y empezaron a disparar a los híbridos que se encontraban en el camino. Se identificaron cinco muertos y doce heridos...

La radio fue apagada de forma abrupta por una mujer de cabellos rubios y ojos granate. Dejó su taza de café en la encimera de la cocina mientras se cruzaba de brazos.

—¡Katsuki, baja a comer!

—Estaba escuchando eso —informó Masaru, quién leía el periódico en tranquilidad.

—Solo te perturbara escuchar noticias de ese estilo. —El hombre suspiró y vió a su esposa.

—Tengo un hijo que será policía, no hay mucho que puedas evitar.

—Es su sueño, la carrera que él quiere, no tienes que involucrarte como un metiche —habló la mujer mientras veía al contrario con molestia.

—¿Su sueño o el que tú misma le indujiste? —Levantó una ceja y dejó el periódico a un lado—. Porque desde que él nació no haz hecho otra cosa que pavonear por allí diciendo: «Katsuki agente por aquí. Katsuki en las fuerzas especiales por allá».

—¿Y ese es tú puto problema acaso?, ¿o solo buscas joder? —inquirió la mujer, tensando la mandíbula.

—Te estoy recordando que tus frustrados sueños no deben ser los sueños de Katsuki.

—Escucha, no solo porque tu seas un fracasado voy a permitir que mi hijo también lo sea —dijo, señalando al hombre de lentes.

—Nuestro hijo, Mitsuki —gruñó el mayor—. Sostengo una casa y pongo comida en la mesa, participo en una empresa de prestigio. Así que un fracaso no soy.

—Le lames el culo a tu jefe, eso te vuelve un fracaso.

—Eso no lo dijiste cuando te metiste bajo mis sábanas hace diez años. —Contraatacó.

—Me metí meramente por el apellido, nada más. ¡Katsuki, baja ya!

—Eso no te hace quedar mejor, mujer.

—Ya es tarde, te metiste en esto, estamos casados y tenemos un hijo de dieciocho años. Si te divorcias dañaras la reputación de Katsuki, ¿realmente le harías eso a tu hijo? —Masaru frunció el ceño y apretó los dientes. Antes esto la rubia sonrió—. Y levanta tu trasero de esa silla, se acabó la leche.

El castaño observó que la mujer dejaba la billetera sobre la mesa y suspiró. La tomó mientras se levantaba, escuchando los pasos de su único hijo bajar las escaleras. Bakugou llegó a la cocina vistiendo su uniforme de la secundaria, se sentó a la mesa, frente a su desayuno.

No tenía que ser un genio para saber que sus padres habían peleado, otra vez, además de porqué su madre no habla en un tono muy moderado. Todo lo que ella dijera se escuchaba por toda la casa, y tal vez el vecindario.

Observó a su padre regalarle una pequeña sonrisa mientras tomaba su chaqueta del perchero y se colocaba los zapatos. El hombre camino hacia él y acarició vagamente el cabello rubio del más joven, sin querer perturbar su docilidad.

—Buena suerte en la prueba de hoy. —El rubio se limitó a asentir con la cabeza mientras seguía comiendo.

Masaru se despidió de él, ignorando a su esposa, y salió de la casa a comprar la dichosa leche que Mitsuki le reprochará más tarde por traer una "equivocada". Ya sea por el tipo o la marca, siempre se equivocaba.

La tensión entre Katsuki y su madre era como hablar de un clima templado. No habían reacciones de por medio, se ignoraban, pero eso no hacía la situación menos incómoda, aunque lo suficientemente "ligera" para tolerarla. Bakugou siguió con su desayuno, sin posibilidad de sacar el celular ya que su madre no lo permitía cuando se comía a la mesa.

Sus ojos escarlata viajaron por la arquitectura de la casa, como si fuera la primera vez que está allí. Detalló cada grieta, cada desperfecto de las paredes, la intensidad entre la luz del bombillo de la cocina al de la sala. Simplemente detalló todo lo que no haría una persona normal al ir de visita a la casa de un conocido.

Pronto su plato quedó vacío al igual que su vaso de jugo. Y dejando los utensilios en la mesa se levantó. Fue hasta el baño del segundo piso para cepillar sus dientes, tomar su mochila y colocarse los auriculares que hasta los momentos no reproducían melodía alguna.

Cuando regresó a la cocina se percató de la ausencia de su plato en la mesa, para luego ver a su madre lavando los trastes. Dió un pequeño suspiro y caminó hacia la puerta principal para colocarse los zapatos mientras calculaba el trayecto de su casa al gimnasio central de Musutafu.

—Katsuki —habló su Mitsuki con un tono plano, haciendo que Bakugou detuviera sus movimientos—. Recuerda que el segundo lugar es el primero de los perdedores. Y aquí no se permiten más perdedores.

Bakugou miró de reojo a su madre, quien seguía dándole la espalda mientras desempeñaba su labor de limpiar los utensilios utilizados. Él observó el suelo unos segundos antes de asentir levemente, saliendo de la casa.

Presionó el botón de reproducción de música de su celular y subió el volumen al máximo. Emprendió camino hacia la parada de autobús y se dispuso a esperar el próximo bus junto con otras personas que no tenía interés en mirar o siquiera topar.

O al menos fue así hasta que sintió que lo rodeaban por el hombro con fuerza, haciéndolo perder un poco el equilibrio. El chico levantó la mirada con enojo, encontrando frente a él la brillante sonrisa de su mejor amigo, Kirishima.

—¿Eres estúpido?, casi me matas del susto —inquirió con enojo mientras se retiraba uno de los auriculares.

—Lo siento, es que te veías tan distraído que no me pude resistir —bromeó el pelirrojo—. Suerte que te vimos en la está parada.

—¿"Vimos"? —murmuró confundido.

Katsuki levanto la mirada por encima del hombro de Kirishima y observó a las personas que caminaban por la acera, reconociendo rápidamente a Sero y Kaminari. Soltó un suspiro cansado y se acarició el puente de la nariz, rezando en silencio que un auto de desviara de la vía y lo arroyara.

Denki se colgó del cuello de Kirishima mientras que Sero pasaba su brazo por los hombros de Bakugou, sintiéndolo temblar de rabia.

—Ah, que bueno es estar en compañía de amigos, ¿eh? —dijo el pelinegro mientras sonreía con burla hacía el rubio ceniza.

—Casi huyes de nosotros, que bueno que tenemos buena visión —declaró el rubio lleno de alegría.

El chico de ojos escarlata no lo soportaba, quería estrangularlos hasta ver cómo la vida abandona su ojos poco a poco. Pero habían demasiados testigos, además de qué tenía una reputación que cuidar.

Los toleraba en el instituto y a veces en su propia casa, así que su paciencia era prácticamente inexistente. Se dispuso a volver a ponerse su auricular y dañarse los tímpanos con música violenta a todo volumen mientras que sus autoproclamados amigos hablaban tonterías entre ellos.

Poco tardo para que llegara el autobús que los llevaría a su destino, los adolecentes junto con otras personas  abordaron el transporte y se sentaron. Y el cenizo por mucho que quiso huir de esos idiotas terminó tomando asiento con ellos, teniendo que ver cómo a veces mientras hablaban escupían saliva o recibiendo uno que otro empujón acompañado de un: «lo siento, hermano».

Bakugou se arrimó lo más que pudo a la ventana y se quedó allí. Distrajo su mirada aburrida en cualquier cosa que había afuera, árboles, personas, otros autos, su amigo de la infancia hablando con uno de los oficiales más famosos de Japón...

Espera, ¿qué?

Los ojos escarlata de Katsuki se abrieron en una expresión de sorpresa, y casi como si quisiera atravesar el vidrio trato de seguir viendo a aquellas dos personas entrando a un auto, sin darse cuenta que sus amigos dejaron de hablar.

Kirishima y los demás veían al rubio con extrañeza, preguntándose que bicho le picó. Sero tomó un sorbo más de su jugo de caja y habló.

—¿Todo bien contigo, hermano?

—Definitivamente no, ya lo perdimos —habló Denki.

—¿Hay algo allá afuera?, ¿viste a alguien? —interrogó Eijiro.

—Sí, y más importante aún, ¿esa persona está aquí con nosotros ahora? —Sero le dió un codazo al chico, logrando que este se callara mientras fruncia el ceño.

Bakugou no hizo caso a nada de esto, aún sin asimilar lo que sus ojos habían presenciado.

¿Qué hacia ese perdedor con Yagi Toshinori?

El chico recuperó la compostura y se acomodó en su asiento, aún perdido en sus pensamientos. Eso hasta que se dió cuenta que tenía un par de miradas quemando su piel.

—¿Qué mierda me ven?

—¿Estás bien?, luces perturbado —dijo Kirishima. Katsuki solo puso los ojos en blanco, chasqueando la lengua.

—Estoy bien. —Se limitó a decir con un tono seco.

Los chicos se vieron entre ellos y Denki se encogió de hombros, restándole importancia mientras volvía a hablar con el pelinegro. Sin embargo Kirishima pensó en la cara de su amigo por momentos, un poco preocupado y intrigado.

Pasaron unos minutos más y llegaron al gimnasio central. Los chicos bajaron el autobús muy entusiasmados mientras se animaban a sí mismos con un mantra, Bakugou solo los siguió de cerca, estando callado y un poco irritado. Entraron a las instalaciones del recinto mientras exclamaban asombrados la cantidad de estudiantes que habían allí.

Algunos de institutos prestigiosos y unos pocos de apellidos famosos. Se desplazaron según las indicaciones que fueron dadas mientras avanzaban por los pasillos, guiando a los adolescentes a la gran cancha donde se llevarían acabo los exámenes de admisión teóricos.

Ante de entrar se les asignaron ciertos puestos en las gradas, obligando a los amigos a separarse. Bakugou, muy lejos de preocuparse con quién se sentaría, subió hasta la fila "H" y buscó el número trece en la hilera. Se sentó en su lugar y aguardó paciente a que los demás estudiantes a esperar tomaran sus asientos.

Decidió matar el tiempo en su celular, desplazándose por las redes sociales y las últimas noticias que se presentaron en la mañana, encontrándose a sí mismo muy intigrado por un catálogo de asesinato en un barrio popular.

Leyó las noticia con suma atención y cuidado, bloqueando los sonidos externos. Según lo relatado se había encontrado el cuerpo de un híbrido, un chico de tan solo diecisiete años de edad.

Según la prueba forense se encontraron rastros de un afrodisíaco del cual no se dió mucha información y altos grados de alcohol en su sistema. Sin síntomas de agresión física.

Los oficiales a cargo del caso afirman que no es más que otro caso de adolecentes haciendo cosas estúpidas sin supervisión de un adulto, restándole importancia al asunto simplemente porqué el chico es un híbrido.

Sin embargo la mayoría de los medios no están de acuerdo con este argumento, y muchas influencias en redes sociales exigen una investigación más exhaustiva sobre este caso.

La mirada de Bakugou llegó a los comentarios del catálogo, algunos comentarios de odio, otros de desinterés y unos pocos de teorías al respecto. Algunos adjuntaban noticias similares o explicaban porque creían que había un patrón para los asesinatos.

Pero al chico no le dió tiempo de leer cuando sintió a alguien sentarse a su lado.

Sus ojos rojos observaron a la figura que se situó en su lado izquierdo, y poco tardo en fruncir su ceño al reconocer la cabellera de la persona. La misma que había visto cuando estaba en el autobús.

Izuku Midoriya.

Amigo de la infancia, rival de la adolescencia y, esperando que la suerte este de su lado, un cadáver en la adultez.

Si le preguntaran a Katsuki sobre porqué odiaba a Izuku seguramente respondería con un simple: «es un Deku». Y allí moriría la conversación.

Realmente no existía una razón verdadera dentro del entendimiento desinteresado de Bakugou. Tenía cosas más importantes que detenerse a pensar porqué el chico le cae tan mal. Lo único de lo que necesitaba estar conciente era que el pecoso es su rival hasta el día que uno de los dos muera.

Un obstáculo, una piedra en el camino que no le va a impedir ser un gran agente federal. Y si tenía que patear su trasero para lograrlo, lo haría con mucho gusto.

Después de todo el menor siempre se creyó mejor que él, sí, siempre fue a así...

«Él se cree mejor que tu».

—Hola Kacchan.

El rubio salió de sus pensamientos y presto atención a su entorno, el lugar estaba en silencio y todos estaban en sus asientos. El lugar quedó abarrotado de estudiantes con aspiraciones muy grandes.

Deku veía a quién aún consideraba un amigo, con una sonrisa. Estaba feliz de ver qué el cenizo había cumplido su palabra de asistir a la mejor universidad de Japón. Aunque, claro, aún tenía que aprobar los dos exámenes. Pero sabía de sobra que para Katsuki Bakugou eso sería sencillo.

El contrario solo lo miró con desprecio y bufó, ignorando a Izuku por completo. Esté solo mantuvo su sonrisa unos segundos más antes de prestar atención a las indicaciones del maestro que se encontraba hablando en el centro del gimnasio.

Y mientras estaba allí, sentado junto a todas esas personas que olían a esperanza y sueños dorados no pudo evitar pensar en algo:

«Yo voy a ganar, Kacchan».