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El despertar de Sylvia

En un mundo donde la realidad y la fantasía colisionan, Carlos, un jugador de videojuegos, se encuentra atrapado en el cuerpo de su avatar elfico, Sylvia. Despertando en un reino desconocido, debe navegar por una vida que es tanto familiar como extraña, enfrentando desafíos que ponen a prueba su identidad y su supervivencia. Capturada y acusada de espionaje, Sylvia es llevada ante los templarios y sacerdotes del monasterio, quienes ven en ella tanto una amenaza como una posible clave para un antiguo misterio. A través de juicios y tribulaciones, Sylvia se ve obligada a adaptarse a su nuevo entorno, aprendiendo las enseñanzas de Olpao y descubriendo paralelismos sorprendentes con su vida pasada. Mientras se sumerge en las profundidades de la fe y la política del monasterio, Sylvia descubre una profecía sobre los "Viajeros de Mundos", seres con el poder de alterar el destino de su mundo. Con esta nueva comprensión, se encuentra en el centro de una lucha por el poder, donde las alianzas son tan volátiles como las verdades que busca. Enredada en una red de manipulación y engaño, Sylvia debe discernir amigos de enemigos, especialmente cuando Günter, un templario con oscuros motivos, la arrastra hacia una trama de intrigas. Con cada capítulo, la tensión se intensifica, y Sylvia se encuentra en una carrera contra el tiempo y las sombras que buscan usarla como peón en un juego peligroso. "El Despertar de Sylvia" es una historia de transformación, descubrimiento y la lucha por la autenticidad en un mundo donde las apariencias pueden ser tan engañosas como la magia que lo impregna.

Shandor_Moon · แฟนตาซี
เรตติ้งไม่พอ
48 Chs

43. Entre Demonios y Dioses

Sylvia fue dejada suavemente sobre la cama por Sigfrid. La habitación estaba tenuemente iluminada por la luz que entraba a través de una ventana con cristales emplomados. Las paredes de piedra, cubiertas parcialmente por tapices desgastados, creaban un ambiente fresco y sombrío. La cama de Sylvia, simple pero cómoda, estaba cubierta con sábanas limpias y una manta gruesa que ahora estaba manchada con la sangre que había brotado de su nariz, boca y oídos.

Seraphina y el sacerdote de Tasares observaron a Sylvia, que mostraba un sueño agitado, su cuerpo se movía de vez en cuando, como si luchara contra algo en sus sueños. Su respiración era irregular y su rostro mostraba signos de dolor y esfuerzo. Seraphina, con sus manos aún brillando de la reciente curación, miraba a Sylvia con una mezcla de preocupación y ternura maternal.

—Seraphina, ¿puedes hablarme con honestidad? —preguntó Sigfrid sin apartar la vista de Sylvia.

Seraphina, aún concentrada en la figura de Sylvia, respondió con otra pregunta. —¿Si Sylvia realmente se repondrá?

Sigfrid asintió, sus ojos reflejando su preocupación. Seraphina suspiró profundamente, sintiendo el peso de su responsabilidad.

—Se recuperará, pero desconozco qué daños graves está sufriendo con cada resurrección —dijo con voz baja y reflexiva, acariciando suavemente el cabello de Sylvia.

Sigfrid frunció el ceño, su rostro endureciéndose mientras reflexionaba sobre las palabras de Seraphina. —Tomar una vida a sangre fría sería duro incluso para mí, y yo he participado en cruentas batallas. Sylvia no era una chica cruel, más bien lo contrario. Incluso trataba de eludir cualquier confrontación. Incluso Günter ha terminado aceptando que nada tiene que ver esta elfa con los elfos que masacraron a su familia y su poblado.

Seraphina conocía bien a Sylvia, gracias a las innumerables conversaciones entre Theodor, Sylvia y ella misma durante su instrucción en el templo de Olpao. En este caso, debía coincidir con el maestro situado a su lado.

—Quizás pueda enfocarlo como salvar vidas y no como tomar vidas —sugirió, intentando ofrecer una perspectiva más esperanzadora.

—He visto su cara de ferocidad y odio cuando tomaba la vida del guerrero. Está cayendo en una espiral que puede destruir su alma —las palabras de Sigfrid resonaron en lo más profundo del corazón de Seraphina. Ella también lo había visto. No tanto cuando resucitó a Keira, pero sí cuando resucitó a Aurthil y aún más en esta última ocasión.

—Regresaré a mis funciones de asegurar la isla. Cuida bien de ella. Es importante para muchas personas en esta isla y no podemos perderla.

Seraphina, sintiendo una punzada en su corazón, preguntó —Para ti, ¿no lo es?

Sigfrid se quedó en silencio un momento, su mirada fija en Sylvia antes de responder con voz firme. —A mí me ha demostrado una gran determinación, una fuerza de espíritu encomiable, pero a diferencia de otros como Marina, Roberto o incluso me atrevería a decir Morwen, yo solo la veo como un miembro más de nuestra comunidad. En eso radica su importancia para mí, no en haberse ganado mi corazón. Como guerrero, acostumbro a no forjar sentimientos más fuertes con compañeros que puedo perder.

Dicho esto, se giró y dejó la habitación, pero incluso él sabía que sus palabras no eran del todo sinceras. La mocosa poco a poco se iba ganando el corazón de todo aquel con el que interactuaba. Se había ganado el de Günter, como no iba a ganarse el suyo.

Seraphina, observando cómo Sylvia se agitaba en su sueño, no podía evitar preocuparse por su bienestar. Se sentó al borde de la cama y tomó una de las manos de Sylvia, fría y temblorosa, entre las suyas. Cerró los ojos y comenzó a murmurar una oración a Olpao, pidiendo fuerzas y protección para su joven pupila, mientras la luz suave de la tarde se desvanecía lentamente, dejando la habitación en una penumbra tranquila.

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En el profundo y agitado sueño de Sylvia, el paisaje se transformó en un paraje infernal. Las sombras danzaban alrededor de ella, tomando formas grotescas y amenazantes. De la oscuridad surgieron demonios burlones, sus ojos brillando con malicia y sus garras extendidas, listas para desgarrar su alma.

Los demonios comenzaron a rodearla, sus carcajadas resonando en el aire espeso y cargado de miedo. Sus rostros se deformaban en muecas de burla y desprecio.

—¡Mira quién está aquí! —se mofó uno, su voz goteando veneno—. La elfa traidora que toma vidas en nombre de una diosa oscura.

A medida que hablaban, los rostros del soldado sacrificado en Aurelia Vicus y los tres soldados sacrificados para resucitar a las hermanas aparecieron entre los demonios, sus ojos vacíos y sus bocas abiertas en un grito silencioso de agonía. Sylvia retrocedió, su corazón latiendo con fuerza, cada golpe resonando en sus oídos.

—¡Tú los mataste! —gritó otro demonio, señalándola con un dedo huesudo y acusador—. ¡Eres una asesina, no una salvadora!

La figura del joven que sacrificó en Aurelia Vicus se materializó frente a ella, su rostro pálido y su mirada vacía perforando su conciencia. Los demonios lo rodearon, burlándose de Sylvia con palabras llenas de veneno.

—¡Has traicionado a Olpao, el dios de la sanación! —acusó uno de los demonios, sus ojos ardiendo con un fuego infernal—. ¡Tus manos están manchadas de sangre inocente!

Sylvia negó con la cabeza, su voz temblorosa pero firme mientras trataba de defenderse. —¡No! ¡Estoy salvando vidas! Resucitando a mujeres injustamente asesinadas. Solo estoy cumpliendo las órdenes de Nerthys, mi nueva deidad.

Los demonios se rieron aún más fuerte, sus carcajadas resonando como un eco interminable en su mente.

—¿Salvando vidas? —se burló uno, su rostro transformándose en una máscara de burla—. ¡Eres una necia! No estás sirviendo a Nerthys, le estás robando almas. ¿Acaso no lo ves?

Otro demonio, con ojos resplandecientes de malevolencia, se acercó a Sylvia, sus palabras destilando veneno. —¿Crees que Nerthys está satisfecha contigo? ¿Piensas que estás haciendo su voluntad? ¡Eres solo una herramienta, una marioneta en sus manos!

Sylvia se sentía cada vez más angustiada, sus propios argumentos comenzando a desmoronarse ante las acusaciones de los demonios. La duda se filtró en su mente, haciéndola tambalearse en su propia convicción.

—¡No, no es cierto! —gritó, su voz quebrada por la desesperación—. Estoy cumpliendo con mi deber... estoy...

—¡Estás matando y traicionando! —interrumpió otro demonio, su rostro grotesco acercándose al de Sylvia—. ¡Eres una asesina, nada más!

Las palabras de los demonios la golpeaban como látigos, cada una sembrando más duda y temor en su corazón. Sylvia se arrodilló, sus fuerzas menguando mientras trataba de luchar contra las acusaciones. La imagen de Olpao, el dios de la sanación, apareció brevemente en su mente, su rostro lleno de decepción.

—¡Ayúdame! —susurró Sylvia, su voz apenas audible en el caos de su pesadilla.

Pero los demonios continuaron su asedio, implacables, sus voces convirtiéndose en un coro de condenación. Sylvia sintió cómo sus creencias y convicciones se desmoronaban bajo el peso de la culpa y la duda, su alma siendo arrastrada cada vez más hacia la oscuridad.

Uno de los demonios se acercó hasta Sylvia, su rostro deformado en una mueca de burla. En su mano huesuda sostenía una daga brillante, cuya hoja reflejaba la luz infernal que los rodeaba.

—Toma —dijo el demonio, extendiéndole la daga—, acaba con tu vida y con toda esta mentira.

Varios demonios más se unieron a la propuesta, sus voces resonando en un siniestro coro.

—¡Eso, mátate! —vociferó uno, con ojos encendidos de malicia—. Así dejarás de ser una asesina.

—¿Tu vida vale más que las que arrebatas? —se burló otro, su risa resonando como un eco macabro en la mente de Sylvia.

—¡Eres una deshonra para Olpao! —gritó un tercero, su rostro contorsionándose en una expresión de desprecio.

—Una ladrona de almas para Nerthys —añadió un demonio con una voz profunda y gutural, sus palabras cayendo como un pesado martillo sobre el ya frágil espíritu de Sylvia.

Sylvia, arrodillada y temblando, miraba la daga con horror. La hoja brillaba con una intensidad sobrenatural, como si se burlara de su tormento. Su corazón latía desbocado, cada palpito resonando con el peso de la culpa y la desesperación. La imagen de Olpao, el dios de la sanación, y Nerthys, su nueva deidad, se mezclaban en su mente, sus rostros llenos de reproche y decepción.

—No... no puedo... —murmuró Sylvia, sus ojos llenos de lágrimas mientras intentaba apartar la mirada de la daga. Pero los demonios no la dejaban escapar, sus voces llenas de veneno y condena.

—¡Hazlo! —insistió el demonio que sostenía la daga, acercándola aún más a Sylvia—. Termina con tu sufrimiento y con la mentira en la que vives.

—¡Mátate! —vociferó otro demonio—. ¡Libérate de la carga de ser una asesina!

—¿Tu vida vale más que las que arrebatas? —se burló otro, su risa resonando como un eco macabro en la mente de Sylvia.

—¡Eres una deshonra para Olpao! —gritó un tercero, su rostro contorsionándose en una expresión de desprecio.

—Una ladrona de almas para Nerthys —añadió un demonio con una voz profunda y gutural, sus palabras cayendo como un pesado martillo sobre el ya frágil espíritu de Sylvia.

Sylvia, arrodillada y temblando, miraba la daga con horror. La hoja brillaba con una intensidad sobrenatural, como si se burlara de su tormento. Su corazón latía desbocado, cada palpito resonando con el peso de la culpa y la desesperación. La imagen de Olpao, el dios de la sanación, y Nerthys, su nueva deidad, se mezclaban en su mente, sus rostros llenos de reproche y decepción.

—No... no puedo... —murmuró Sylvia, sus ojos llenos de lágrimas mientras intentaba apartar la mirada de la daga. Pero los demonios no la dejaban escapar, sus voces llenas de veneno y condena.

—¡Hazlo! —insistió el demonio que sostenía la daga, acercándola aún más a Sylvia—. Termina con tu sufrimiento y con la mentira en la que vives.

—¡Mátate! —vociferó otro demonio—. ¡Libérate de la carga de ser una asesina!

—¿Tu vida vale más que las que arrebatas? —se burló otro, su risa resonando como un eco macabro en la mente de Sylvia.

—¡Eres una deshonra para Olpao! —gritó un tercero, su rostro contorsionándose en una expresión de desprecio.

—Una ladrona de almas para Nerthys —añadió un demonio con una voz profunda y gutural, sus palabras cayendo como un pesado martillo sobre el ya frágil espíritu de Sylvia.

Sylvia sentía cómo su voluntad se desmoronaba, sus manos temblorosas acercándose lentamente a la daga. La desesperación y el miedo la consumían, su mente luchando por encontrar una salida a la tormenta de acusaciones y condenas. Pero en su interior, una pequeña chispa de esperanza y determinación aún ardía, recordándole que debía luchar, que no podía rendirse ante los demonios que buscaban destruirla.

—¡No... no lo haré! —susurró Sylvia, con una voz débil pero decidida. Aunque su corazón estaba lleno de dudas y temores, Sylvia sabía que debía resistir, que debía encontrar una forma de redimirse y demostrar que sus acciones no eran en vano.

Los demonios rugieron con una furia renovada, sus voces se tornaron más ensordecedoras y sus palabras más venenosas. La presión sobre Sylvia aumentaba, su voluntad se tambaleaba ante el embate implacable de sus acusadores infernales.

Lentamente, con lágrimas en los ojos, su mano se cerró alrededor del frío mango de la daga. La levantó, mirando su reflejo en la hoja brillante, su mente llena de un torbellino de emociones.

En ese momento, una voz poderosa y furiosa retumbó en el aire, resonando como un trueno en el mundo de las pesadillas.

—¡Ni se te ocurra! —gritó Nerthys, su figura imponente apareciendo de repente en la escena. Sylvia, derrotada y temblando, soltó la daga y gateó hasta aferrarse a las piernas de la diosa.

—¡Dejad de molestar a mi elegida! —ordenó Nerthys con autoridad. Los demonios retrocedieron con miedo, excepto uno, el que había entregado la daga a Sylvia.

—Este es el mundo de las pesadillas. Es mi reino, no tienes poder aquí —le espetó el demonio a Nerthys, con una sonrisa burlona.

Nerthys lo miró con una furia contenida, sus ojos brillando con una intensidad peligrosa.

—Ponme a prueba y acabaré contigo y con todos tus siervos —amenazó Nerthys, su voz gélida y llena de determinación—. Dejad a Sylvia o juro que no os agradará mi venganza.

El demonio hizo una mueca de disgusto, retrocediendo con renuencia. Sabía que Nerthys era la diosa más fuerte, y ni siquiera un enjambre de demonios se atrevería a desafiarla abiertamente.

—Por ahora la dejaremos —gruñó el demonio antes de desaparecer, seguido por el resto de los demonios.

Sylvia, aún aferrada a la pierna de Nerthys, levantó los ojos hacia ella, con una mezcla de gratitud y temor.

—Gracias —murmuró Sylvia, su voz temblorosa.

Nerthys la miró con dureza, su expresión severa y autoritaria.

—No vuelvas a tratar de quitarte la vida, ni siquiera en sueños. No soporto los suicidas. Vuelve a tu realidad y sigue cumpliendo mi voluntad.

Con esas palabras, la figura de Nerthys comenzó a desvanecerse, y Sylvia sintió cómo el mundo de las pesadillas se disolvía a su alrededor. La oscuridad se despejaba, y la sensación de pesadez y angustia empezó a disiparse. Lentamente, Sylvia abrió los ojos y se encontró de nuevo en su cama, con Seraphina a su lado, su rostro lleno de preocupación y alivio.

—Seraphina —susurró Sylvia, con la voz entrecortada—. He tenido una pesadilla horrible... Los demonios me atormentaban con las muertes que he causado y me acusaban de traicionar a Olpao.

Seraphina la miró con lágrimas en los ojos, sus manos temblando ligeramente mientras acariciaba el cabello de Sylvia.

—Nerthys apareció en la pesadilla y me salvó. Me dijo que debía seguir con mi misión y que no soporta a los suicidas.

Seraphina, sin poder contener más sus emociones, abrazó a Sylvia con fuerza, sus lágrimas cayendo libremente.

—No solo Nerthys odia a los suicidas, también Olpao los odia. No olvides que los sirves a los dos. Si te sientes atormentada, no cometas esa tontería. Habla conmigo, con Morwen, o con quien haga falta para quitarte esas cosas de la cabeza. Es más, si se te ocurre hacer eso, Günter sería capaz de bajar a buscarte en la tierra de los muertos, traerte de vuelta a la vida y darte una buena azotaina.

Sylvia rió ante esa última afirmación, sabiendo que aunque Günter no sería capaz de hacerlo, sí que estaría muy dispuesto a intentarlo.

—Lo sé —respondió Sylvia, aún riendo entre lágrimas.

Las dos se abrazaron, sus lágrimas mezclándose con las risas, encontrando consuelo y fortaleza en la presencia de la otra. Sin embargo, las palabras de los demonios seguían resonando en la mente de Sylvia, sus dudas y temores no completamente disipados. Seraphina, aunque intentaba mantenerse fuerte, no podía evitar preocuparse profundamente por el estado mental de Sylvia y la amenaza que esos demonios representaban. La risa se desvaneció lentamente, dejando un silencio cargado de incertidumbre y miedo por lo que el futuro podría deparar.