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El despertar de Sylvia

En un mundo donde la realidad y la fantasía colisionan, Carlos, un jugador de videojuegos, se encuentra atrapado en el cuerpo de su avatar elfico, Sylvia. Despertando en un reino desconocido, debe navegar por una vida que es tanto familiar como extraña, enfrentando desafíos que ponen a prueba su identidad y su supervivencia. Capturada y acusada de espionaje, Sylvia es llevada ante los templarios y sacerdotes del monasterio, quienes ven en ella tanto una amenaza como una posible clave para un antiguo misterio. A través de juicios y tribulaciones, Sylvia se ve obligada a adaptarse a su nuevo entorno, aprendiendo las enseñanzas de Olpao y descubriendo paralelismos sorprendentes con su vida pasada. Mientras se sumerge en las profundidades de la fe y la política del monasterio, Sylvia descubre una profecía sobre los "Viajeros de Mundos", seres con el poder de alterar el destino de su mundo. Con esta nueva comprensión, se encuentra en el centro de una lucha por el poder, donde las alianzas son tan volátiles como las verdades que busca. Enredada en una red de manipulación y engaño, Sylvia debe discernir amigos de enemigos, especialmente cuando Günter, un templario con oscuros motivos, la arrastra hacia una trama de intrigas. Con cada capítulo, la tensión se intensifica, y Sylvia se encuentra en una carrera contra el tiempo y las sombras que buscan usarla como peón en un juego peligroso. "El Despertar de Sylvia" es una historia de transformación, descubrimiento y la lucha por la autenticidad en un mundo donde las apariencias pueden ser tan engañosas como la magia que lo impregna.

Shandor_Moon · แฟนตาซี
เรตติ้งไม่พอ
48 Chs

30. La incertidumbre de los que esperan

El sol alcanzaba su cénit y bañaba el campamento con una luz cálida, aunque la atmósfera estaba lejos de ser reconfortante. Morwen, Seraphina, Lysandra, Lyanna y Sylvia se habían adentrado en el pueblo, dejando a los demás con la pesada carga de la espera y la incertidumbre.

Sigfried, ahora al mando del campamento improvisado, se acercó al soldado que se había quedado con ellos. —Gracias por acompañarnos. No tenemos mucho, pero te invitamos a compartir nuestra comida —dijo, señalando hacia el área donde Elías y otros estaban preparando la comida.

El soldado asintió, aceptando la oferta con una sonrisa. —Gracias. Espero que todo salga bien para vuestras compañeras.

El ambiente era tenso, cada uno lidiando con sus propias preocupaciones mientras trataban de mantener la calma. En otro rincón del campamento, Clara estaba sentada junto a Hugo, observando cómo Elías preparaba la comida. Con su cabello castaño recogido en una trenza y sus ojos verdes siempre inquisitivos, Clara no dejaba de hacer preguntas, buscando siempre entender mejor a los que la rodeaban. Aunque no era especialmente alta, su presencia se hacía notar por su curiosidad y su constante deseo de aprender.

—¿Crees que saldrán de esta? —preguntó Clara, su voz reflejando la preocupación que sentía.

Hugo asintió lentamente, su figura alta y musculosa emanaba una sensación de confianza y protección hacia Clara. —Tengo fe en ellas. Son fuertes y están bien entrenadas. Pero esto es un gran riesgo —dijo, mirando a Clara con una sonrisa tranquilizadora—. Tenemos que mantener la esperanza y apoyarnos mutuamente en estos momentos.

Clara sonrió, aunque sus ojos mostraban la ansiedad que trataba de ocultar. —Es difícil no preocuparse. Especialmente cuando todo parece tan incierto.

Ambariel, la guardiana de Harry, se unió a ellos con su cabello rubio asomando bajo la capucha, que ocultaba sus orejas alargadas para evitar suspicacias sobre su raza por parte del guerrero que vigilaba. Llevaba un plato de comida que Elías le había entregado. Sus ojos azules observaban las caras preocupadas de sus compañeros. —La incertidumbre es nuestra peor enemiga ahora. Pero debemos confiar en sus habilidades y en los dioses —dijo, sentándose junto a Clara y Hugo, compartiendo un momento de silencio con ellos.

Erich, que estaba sentado cerca, observaba el campamento con una mirada analítica. Era un hombre meticuloso, siempre pensando en las posibles soluciones y estrategias. —Debemos estar preparados para cualquier eventualidad. La espera es difícil, pero necesitamos mantener la calma y la vigilancia.

Clara asintió, reconociendo la sabiduría en las palabras de Erich. —Tienes razón. La mejor manera de ayudarlas ahora es estar preparados para lo que venga.

Hugo, siempre práctico, añadió. —Y también mantenernos alimentados y descansados. La comida que Elías ha preparado nos dará la energía que necesitamos.

Evildark, que había estado maldiciendo en voz baja, finalmente se sentó junto a Sarah, aceptando un plato de comida. Su mirada era dura, pero había una chispa de resignación en sus ojos.

—No puedo dejar de pensar en lo injusto que es todo esto —murmuró Evildark—. Pero supongo que solo nos queda esperar y ver qué pasa.

Sarah asintió, su rostro mostraba una mezcla de comprensión y tristeza. —Sí, solo podemos esperar. Pero debemos mantenernos unidos y apoyarnos mutuamente.

Evildark soltó un suspiro, mezclado con frustración. —Si nos hubiéramos ido solo con Sylvia, ahora no estaría ante la posibilidad de morir. Nos arriesgamos intentando sacar también a Marina, Harry y Roberto.

Sarah lo miró, intentando encontrar las palabras adecuadas. —Lo sé, y lo he pensado muchas veces. Pero en ese momento, parecía lo mejor. Si hubiéramos escapado solo con Sylvia, habrían reforzado la protección de los otros tres y ahora no estaríamos con ellos. Ahora debemos confiar en la seguridad del grupo, y la posibilidad de encontrar aliados entre ellos.

Evildark frunció el ceño, su expresión cargada de resentimiento. —¿Aliados? Esta gente sigue rituales que implican el sacrificio de vidas humanas. No sé cómo puedes confiar en ellos.

Sarah suspiró, mirando al suelo por un momento antes de volver a encontrarse con la mirada de Evildark. —No todos ellos son malos. He estado hablando mucho con Tirnel Estel y realmente parece preocupada por Sylvia. Y Frederick... él también ha demostrado ser alguien confiable.

Evildark hizo una mueca. —Tal vez tú hayas tenido suerte con Tirnel Estel. Pero a mí me ha tocado lidiar con Günter. Ese tipo es imposible de soportar. Solo piensa en sí mismo y en su absurda obsesión con Sylvia.

—Lo sé, Günter puede ser difícil, pero debemos intentar ver más allá de las primeras impresiones —dijo Sarah, su tono lleno de empatía—. Todos estamos pasando por esto juntos y necesitamos mantenernos unidos.

Evildark la miró fijamente, sus ojos llenos de conflicto. —No puedo evitar sentir que deberíamos haber hecho más para proteger a Sylvia. Tal vez si hubiéramos actuado de manera diferente, no estaría en esta situación.

Sarah asintió lentamente, reconociendo el peso de sus palabras. —Entiendo cómo te sientes. Pero en ese momento, todos pensamos que quedarnos con el grupo era la mejor opción. Y ahora, lo mejor que podemos hacer es apoyarnos y confiar en que nuestras compañeras harán todo lo posible para salir de esta situación.

Mientras tanto, Günter, incapaz de quedarse quieto, se había alejado un poco del campamento, lanzando piedras al río cercano con frustración. Su mente era un torbellino de emociones conflictivas: la impotencia, el miedo y la ira se mezclaban, dejándolo incapaz de encontrar paz.

Frederick y Tirnel Estel, que habían estado observando en silencio, se acercaron a él.

—Günter, debes calmarte —dijo Frederick con una voz tranquila pero firme—. Tu enojo no ayudará a Sylvia ni a las demás. Debemos mantenernos fuertes y unidos por ellas.

Günter apretó los puños, mirando el río con ojos llenos de rabia y dolor. —Lo sé, pero no puedo evitar sentirme así. Debería estar allí, protegiéndola.

Tirnel Estel puso una mano en su hombro. —Todos queremos proteger a nuestros seres queridos, pero hay momentos en los que debemos confiar en sus habilidades y en los dioses. Sylvia sabe lo que hace, y debemos creer en ella.

Erich, después de haber compartido sus pensamientos con Clara y Hugo, se levantó y se acercó a los demás, consciente de que Sigfried estaba cerca y escuchaba. —Debemos organizarnos para mantener la vigilancia. No podemos permitir que el desánimo nos haga descuidar la seguridad.

Sigfried, con una mirada seria, asintió ligeramente, mostrando su aprobación ante la iniciativa de Erich. Clara asintió también, su expresión decidida. —Estoy de acuerdo. Nos turnaremos para mantener la guardia. No debemos bajar la guardia, especialmente en estos momentos.

Ambariel, que había estado escuchando, también se levantó. —Me ofrezco para el primer turno de guardia. Puedo ver y oír mejor en la distancia, especialmente en estas condiciones.

Hugo miró a Ambariel con gratitud. —Gracias, Ambariel. Tu habilidad será crucial. Yo tomaré el segundo turno.

Clara sonrió, aunque la preocupación aún estaba presente en sus ojos. —Entonces yo tomaré el tercero. Juntos, podemos mantenernos fuertes y protegidos.

Erich asintió, satisfecho con la organización y viendo que Sigfried también estaba de acuerdo. —Muy bien. Nos aseguraremos de que todos estén al tanto de los turnos y mantendremos una vigilancia constante. No sabemos cuánto tiempo estarán nuestras compañeras fuera, pero debemos estar preparados para lo que sea.

Sigfried observó al grupo con una mezcla de orgullo y responsabilidad. —Buen trabajo. Mantengamos la calma y estemos alerta. Todos dependemos de la fortaleza y la cooperación mutua.

En otro rincón del campamento, Marina y Harry se aferraban el uno al otro, buscando consuelo en su cercanía. Roberto se mantenía a cierta distancia, observando el campamento con una expresión sombría. Sus pensamientos estaban llenos de dudas y temores sobre el futuro.

Marina, una guerrera de cabello oscuro, sostenía a Harry con firmeza. Su mirada, aunque decidida, mostraba la preocupación que sentía por sus amigos. Harry, con su cabello rubio oculto junto con sus orejas alargadas debajo de la capucha, buscaba consuelo en los brazos de Marina, su físico más delgado y frágil contrastaba con la fortaleza de ella.

—¿Y tu estás bien, Marina? —preguntó Harry, su voz suave y preocupada, aunque en el fondo era él quien buscaba consuelo.

Marina asintió, aunque sus ojos reflejaban su ansiedad. —Sí, solo... tengo miedo. No quiero perder a Sylvia ni a las demás. Hemos pasado por tanto juntos, y no puedo imaginar perder a alguien más.

Harry se aferró más a Marina, sintiendo el calor y la seguridad que ella le ofrecía. —Todos estamos asustados, pero debemos mantener la esperanza. Sylvia es fuerte, y no está sola.

Marina se apartó ligeramente para mirarlo a sus ojos claros, su voz temblando ligeramente. —A veces, siento que todo esto es demasiado para nosotros. No sé si estoy preparada para enfrentar más pérdidas. Ya hemos perdido a tantos...

Harry acarició suavemente su brazo, tratando de calmarla. —Lo sé, Marina. Pero piensa en todo lo que hemos superado juntos. Cada obstáculo, cada desafío, hemos salido adelante. Y lo haremos de nuevo. Sylvia es una luchadora, y no se dará por vencida fácilmente.

Marina suspiró, apoyando su cabeza en el hombro de Harry. —No puedo evitar pensar en lo que podría pasar. Y si... y si no vuelven...

Harry, aunque físicamente más débil, trató de transmitirle fortaleza con su abrazo. —No podemos dejarnos consumir por el miedo. Debemos mantenernos fuertes por ellas, y por nosotros mismos. Si perdemos la esperanza, perderemos mucho más que esta batalla.

Marina asintió lentamente, sintiendo el consuelo en las palabras de Harry. —Tienes razón. No podemos permitirnos perder la esperanza. Pero... es tan difícil.

Harry la miró con ternura, sus ojos llenos de determinación. —Lo sé, Marina. Pero estamos en esto juntos. Y mientras estemos unidos, podremos enfrentar cualquier cosa. No importa lo que pase, siempre nos tendremos el uno al otro.

Marina esbozó una pequeña sonrisa, aunque sus ojos aún reflejaban la preocupación. —Gracias, Harry. No sé qué haría sin ti.

Harry le devolvió la sonrisa, aunque también cargada de seriedad. —Y yo sin ti, Marina. Vamos a salir de esta, juntos.

Marina se abrazó a Harry con renovada fuerza, sintiendo una chispa de esperanza encenderse en su corazón. La cercanía y el apoyo mutuo les daban la fortaleza necesaria para enfrentar la incertidumbre que les aguardaba.

Mientras se mantenían abrazados, Marina pensó en Hugo y en lo que habían compartido en secreto. Su relación con Harry siempre había sido platónica, pero Hugo era otra historia. Sentía una mezcla de culpa y confusión, pero también una firme decisión de seguir adelante, de mantenerse fuerte por Sylvia y por los demás.

Harry, por su parte, también se sentía confortado por la cercanía de Marina. Aunque no sabía del todo lo que ella sentía o pensaba, su conexión era un ancla en medio del caos. Sabía que, juntos, podían encontrar la fuerza para esperar el regreso de sus amigas y enfrentar lo que viniera después.

La tarde avanzaba lentamente, cada minuto se sentía como una eternidad. El sol comenzaba a descender, tiñendo el cielo de tonos anaranjados y rosados. De repente, un viento fuerte se levantó, agitando el campamento y haciendo volar el polvo y las hojas secas por todas partes. El cielo se tornó de un color púrpura profundo y unas nubes negras empezaron a formarse sobre Aurelia Vicus.

Sigfried fue el primero en notar el cambio. —¡El ritual ha comenzado! —anunció con voz firme—. Todos, a la colina. Desde allí podremos ver mejor.

Los miembros de la caravana corrieron hacia una pequeña colina cercana, desde donde podían observar el pueblo a lo lejos. El viento soplaba con fuerza, haciendo difícil mantenerse de pie.

El espectáculo que se desplegaba ante sus ojos era de una magnitud impresionante. Rayos de luz de diferentes colores atravesaban las nubes negras, creando un caleidoscopio en el cielo.

Relámpagos zigzagueaban, iluminando el paisaje con destellos cegadores. El viento aullaba, y se podía sentir la electricidad en el aire, como si el mismo cielo estuviera cargado con la energía del ritual.

Los árboles alrededor del pueblo se inclinaban bajo la fuerza del viento, y el sonido de los truenos resonaba en el aire, como los tambores de una tormenta colosal. Era un espectáculo aterrador y majestuoso al mismo tiempo, una demostración de poder divino que dejaba a todos sin aliento.

—¡Es increíble! —murmuró Clara, sus ojos abiertos de par en par ante la magnificencia del ritual.

Hugo, a su lado, no podía apartar la vista del cielo. —Nunca había visto algo así. Es... es como si los dioses mismos estuvieran aquí.

Evildark, aunque impresionado, mantenía una expresión de escepticismo. —Esto no puede ser bueno. Es demasiado poder desatado. ¿Qué pasará si algo sale mal?

Sarah intentó tranquilizarlo. —Debemos confiar en ellas. Saben lo que hacen.

Durante media hora, el cielo sobre Aurelia Vicus fue un campo de batalla de fuerzas divinas. Las luces y los relámpagos continuaron, acompañados de un viento furioso que parecía querer arrancar el pueblo del suelo. Luego, tan repentinamente como había comenzado, todo volvió a la calma. El viento cesó, las nubes comenzaron a dispersarse, y el cielo volvió a su tono crepuscular.

El silencio que siguió fue ensordecedor. Todos en la colina miraban fijamente hacia el pueblo, sin saber qué pensar.

—¿Qué ha pasado? —preguntó Marina, con la voz temblorosa.

—No lo sé —respondió Harry, su rostro lleno de incertidumbre—. Pero espero que hayan tenido éxito.

Sigfried, con los ojos fijos en el horizonte, habló con una voz grave. —Solo nos queda rezar y esperar. El ritual ha terminado, pero no sabemos si para bien o para mal.

La confusión se apoderó del grupo. Los más optimistas comenzaron a expresar su confianza en que el ritual había sido un éxito, que las sacerdotisas habían logrado salvar a los aldeanos.

—Todo ha salido bien, estoy segura —dijo Clara, tratando de convencer tanto a los demás como a sí misma.

—Sí, deben haberlo logrado —añadió Hugo, aunque sus palabras no sonaban del todo convencidas.

Pero los más pesimistas no podían evitar pensar en lo peor.

—¿Y si algo salió mal? —murmuró Roberto, con una expresión sombría—. ¿Y si no pudieron completar el ritual?

Elías, tratando de mantener la calma, intentó mediar entre las opiniones. —Debemos ser pacientes. No podemos hacer nada más que esperar noticias.

Günter, con el rostro endurecido, observaba el horizonte con los puños apretados. —Solo espero que Sylvia esté bien. No puedo pensar en otra cosa.

La incertidumbre y el miedo se entremezclaban con la esperanza. La tensión en el aire era palpable, y cada minuto que pasaba sin noticias aumentaba la ansiedad. La tarde se desvanecía en la noche, y el campamento quedó sumido en un tenso silencio, con cada miembro enfrentando sus propios temores y esperanzas sobre lo que el futuro inmediato les depararía.