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El despertar de Sylvia

En un mundo donde la realidad y la fantasía colisionan, Carlos, un jugador de videojuegos, se encuentra atrapado en el cuerpo de su avatar elfico, Sylvia. Despertando en un reino desconocido, debe navegar por una vida que es tanto familiar como extraña, enfrentando desafíos que ponen a prueba su identidad y su supervivencia. Capturada y acusada de espionaje, Sylvia es llevada ante los templarios y sacerdotes del monasterio, quienes ven en ella tanto una amenaza como una posible clave para un antiguo misterio. A través de juicios y tribulaciones, Sylvia se ve obligada a adaptarse a su nuevo entorno, aprendiendo las enseñanzas de Olpao y descubriendo paralelismos sorprendentes con su vida pasada. Mientras se sumerge en las profundidades de la fe y la política del monasterio, Sylvia descubre una profecía sobre los "Viajeros de Mundos", seres con el poder de alterar el destino de su mundo. Con esta nueva comprensión, se encuentra en el centro de una lucha por el poder, donde las alianzas son tan volátiles como las verdades que busca. Enredada en una red de manipulación y engaño, Sylvia debe discernir amigos de enemigos, especialmente cuando Günter, un templario con oscuros motivos, la arrastra hacia una trama de intrigas. Con cada capítulo, la tensión se intensifica, y Sylvia se encuentra en una carrera contra el tiempo y las sombras que buscan usarla como peón en un juego peligroso. "El Despertar de Sylvia" es una historia de transformación, descubrimiento y la lucha por la autenticidad en un mundo donde las apariencias pueden ser tan engañosas como la magia que lo impregna.

Shandor_Moon · แฟนตาซี
เรตติ้งไม่พอ
48 Chs

13. Nuevas alianzas y viejas rencillas

La llegada de la Hermandad del Fuego Purificador fue todo un acontecimiento en el monasterio. Sylvia, junto a muchos otros, esperaba verlas aparecer por el sendero a lo lejos, pero la hermandad tenía una idea más grandiosa de cómo hacer su entrada. El hermano Thalor había dibujado runas complejas en el suelo y erigido un enorme arco cubierto de símbolos arcanos. En el monasterio del Fuego Purificador, Lyanna, la sacerdotisa suprema de la diosa Veltara, había estado realizando el mismo ritual.

De repente, el sol pareció perder fuerza cuando el arco comenzó a brillar con una luz cegadora. Un resplandor dorado y plateado envolvió el portal, y el aire vibró con energía mágica. Los monjes y acólitos del Monasterio de la Rosa Ensangrentada observaron con asombro mientras el primero de los carros emergía del resplandor, materializándose como por arte de magia.

La caravana de carretas, más de ciento cincuenta en total, comenzó a atravesar el arco, seguida por doscientas sesenta y siete hermanas guerreras. Cada carreta, cargada hasta el borde con sacos de grano, fardos de tela y barriles de provisiones, era tirada por robustos caballos que resoplaban con el esfuerzo. Las ruedas crujían sobre el suelo, y los cascos de los caballos resonaban con un ritmo solemne y poderoso.

A medida que el convoy avanzaba, los monjes del monasterio, vestidos con túnicas de tonos terrosos, se congregaron en la entrada, sus rostros reflejaban una mezcla de asombro y expectación. El gran Maestre, una figura imponente, observaba con ojos penetrantes desde las escalinatas de la iglesia principal, su mirada fija en la caravana que emergía del portal. A su lado, el maestro de novicios discutía las últimas preparaciones: dónde alojarían temporalmente los suministros en los templos, cómo reorganizarían el espacio para albergar a las nuevas hermanas, y los planes para el almacén de madera que se levantaría con urgencia en los próximos días.

Los ingenieros y carpinteros del monasterio, armados con planos y herramientas, se preparaban para iniciar la construcción tan pronto como los primeros materiales fueran descargados. Habían decidido, después de mucho debate, que uno de los templos más antiguos, usado raramente para servicios, serviría como almacén provisional. Su interior sagrado pronto estaría repleto de provisiones en lugar de plegarias, una necesidad dictada por la urgencia y la supervivencia.

Cuando el último carro cruzó el arco, un murmullo de oraciones se elevó entre los monjes reunidos. La madera de las ruedas crujía bajo el peso de la carga, y el aire se llenaba del olor a tierra removida y a paja fresca. Los monjes más jóvenes se adelantaron para ayudar, descargando los suministros con eficiencia monástica mientras los líderes de los recién llegados presentaban sus respetos al Gran Maestre.

La escena era un cuadro de actividad ferviente, un testimonio de la capacidad de la comunidad para adaptarse y prosperar incluso en tiempos de cambio y desafío. A medida que la luz del portal se debilitaba y los rayos del sol volvían a iluminar con fuerza el monasterio, no solo habían recibido alimentos y materiales, sino también nuevas hermanas, cada una llevando consigo la promesa y el peso de la tradición y la renovación.

Las hermanas del Fuego Purificador, vestidas con armaduras resplandecientes y portando estandartes con símbolos de fuego y purificación, marchaban con disciplina y orgullo. Entre ellas, destacaban algunas elfas del oeste, cuyas facciones delicadas, orejas puntiagudas y cabellos pelirrojos y rubios contrastaban con sus compañeras humanas. Estas elfas, aunque diferentes, mostraban la misma determinación y valentía, demostrando que la Hermandad del Fuego Purificador no hacía distinciones cuando se trataba de fuerza y lealtad.

Sylvia observaba con el corazón lleno de esperanza. Por primera vez, no se sentía sola en su lucha. Con la llegada de estas nuevas aliadas, el monasterio no solo se había reforzado en número, sino también en espíritu. Las miradas de respeto y admiración entre las hermanas y los monjes señalaban el comienzo de una nueva era de cooperación y entendimiento mutuo.

El Gran Maestre, alzando la voz por encima del bullicio, dio la bienvenida a las recién llegadas, destacando la importancia de su presencia y la esperanza que traían consigo. —Hoy, damos la bienvenida a nuestras hermanas del Fuego Purificador. Juntos, fortaleceremos nuestros lazos y nos prepararemos para los desafíos que se avecinan. Unidos, seremos invencibles.

Con esas palabras, una ovación resonó en el aire, un símbolo de la unión de fuerzas y voluntades en pos de un futuro más brillante y seguro. Sylvia, con el corazón henchido de determinación, sabía que con estas nuevas aliadas a su lado, estaban un paso más cerca de cumplir con la profecía y asegurar la paz en su mundo.

Sylvia, situada cerca del gran templo de Elyndor, observó cómo Lysandra y Sigfried se acercaban a su grupo, seguidos por dos imponentes elfas pelirrojas como ella. —Me temo que a Frederick lo han sustituido por una elfa —comentó, sonriendo a Günter, quien escupió al suelo con desdén.

—Hermanos, hermana —dijo Lysandra al llegar hasta ellos—. Estas son Tirnel Estel y Thôr Aer, dos de mis mejores guerreras, y le confiaría a cualquiera de ellas mi vida ante una jauría de elfos de las montañas. Tirnel Estel será tu segundo guardián —explicó, dirigiéndose a Sylvia, y añadió—: Y Thôr Aer ocupará la plaza dejada por Frederick.

—Ahora iremos a comer, pues es la hora. Después, enseñadles sus nuevos aposentos y mostradles el monasterio como buenos anfitriones —sentenció Sigfried—. Por cierto, Günter, hemos escogido específicamente una elfa para completar vuestro grupo para que aprendas a respetarla. No quiero ningún tipo de problema. Thôr Aer no es como Sylvia, y si la intentas molestar, quizás no salgas bien parado. Ahora, disculpadnos.

Los sacerdotes de Tasares se fueron de vuelta a la escalinata del gran templo, donde se reunieron con el resto de sacerdotes de primer nivel de ambas órdenes.

—Encantada de conoceros, mi nombre es Sylvia, y estos son Frederick, Günter, Hugo y Roberto —dijo Sylvia, presentando a su grupo.

—¿Sylvia? Extraño nombre para una de nosotras —respondió Tirnel Estel—. ¿De dónde eres?

—Es un poco complicado de explicar —intervino Frederick—. Cuando estemos en privado, os contaremos acerca de ella y Roberto. La razón principal por la cual formáis ahora parte de nuestro grupo.

—Sí, ahora comamos. Tengo ganas de terminar pronto con la comida y la visita turística para poneros a las dos a prueba. No me duraréis ni el vuelo de una gallina —fanfarroneó Günter.

—Perdonad a Günter, odia a todas las elfas y elfos. A Sylvia la tiene agobiada —añadió Roberto, con un tono de disculpa.

—¿Pero qué dices, Roberto? Sylvia me quiere con locura —Günter fue a coger a Sylvia para plantarle un beso, pero Tirnel Estel lo cogió y con un movimiento preciso lo lanzó contra el suelo.

—Mientras yo sea su guardiana, nadie se acercará a ella sin su autorización —dijo Tirnel Estel con firmeza, tendiéndole una mano a Günter. Este, groseramente, la apartó de un manotazo y se levantó.

Por dentro, Sylvia, Hugo, Roberto y Frederick estaban a punto de estallar en carcajadas, pero decidieron contenerse. No parecía haber sido una victoria casual y se preveía un igual resultado cuando Günter las retara en combate.

Con el ambiente cargado de tensiones y emociones contenidas, el grupo se dirigió al comedor. La llegada de las nuevas elfas había cambiado la dinámica, y Sylvia no podía evitar sentirse aliviada y curiosa por conocer mejor a sus nuevas compañeras.

El comedor estaba tan bullicioso como siempre, pero hoy la energía era diferente. Todos los ojos se volvieron hacia ellos cuando entraron, y las conversaciones se apagaron momentáneamente antes de reanudarse con renovada intensidad. La noticia de la llegada del contingente de Morwen, con sus guerreras elfas y sacerdotisas, había generado una atmósfera cargada de expectación y curiosidad. Los acólitos y sacerdotes, ansiosos por ver a las nuevas hermanas y conocer las implicaciones de este cambio, no podían evitar que sus miradas se dirigieran hacia Sylvia y su grupo, quienes estaban en el centro de la atención debido a su conexión con los recién llegados.

Sylvia, Tirnel Estel, Thôr Aer y el resto del grupo se sentaron en una mesa al fondo, tratando de evitar más atención de la necesaria. Sylvia no podía evitar sentirse aliviada y curiosa por conocer mejor a sus nuevas compañeras.

Mientras comían, Frederick comenzó a explicar más sobre la situación a las nuevas guardianas. —Sylvia y Roberto son importantes para el monasterio, pero hay mucho que aún no se ha revelado públicamente —dijo en voz baja—. Por ahora, es suficiente saber que vuestras habilidades y lealtad son cruciales.

—Entendido —respondió Thôr Aer, su mirada fija en Sylvia—. Protegerla es nuestra prioridad.

Sylvia se encogió de hombros. —Todavía estamos adaptándonos a todo esto —respondió con sinceridad—. Todo es nuevo para nosotros también. Estamos aprendiendo sobre la marcha.

Günter, con un tono burlón, interrumpió. —Sí, aprendiendo sobre la marcha. Espero que vuestras nuevas protectoras sean mejores estudiantes que tú.

Antes de que Sylvia pudiera responder, Tirnel Estel se inclinó hacia adelante, sus ojos brillaban con determinación. —Nos aseguraremos de que esté protegida, Günter. Y también nos aseguraremos de que nadie la moleste.

Günter gruñó, pero no dijo nada más. La advertencia había sido clara.

Después de la comida, el grupo se dividió para mostrar a las nuevas elfas sus aposentos y el monasterio. Sylvia y Frederick acompañaron a Tirnel Estel mientras Günter, Roberto y Hugo guiaban a Thôr Aer.

—Este lugar es enorme —comentó Tirnel Estel, admirando la arquitectura del monasterio—. No es lo que esperaba.

—Es fácil perderse al principio con tantos edificios a lo largo de la colina fortificada —dijo Sylvia con una sonrisa—. Pero pronto te acostumbrarás. Esta es nuestra habitación.

—¿Tres camas juntas? —inquirió Tirnel Estel mirando de forma suspicaz a Frederick.

—Hemos tenido que hacer malabares para acomodar a todas las nuevas hermanas en unas dependencias ya saturadas. Esta era la mía. —Suspiró viendo como en lugar de sus antiguos muebles ahora había solo tres baúles y tres camas—. Podéis elegir vosotras dos las camas. Yo me quedaré con la sobrante.

Sylvia miró la habitación con cierta envidia. Aun teniéndola que compartir, era considerablemente más grande el espacio para cada uno. —Creo que si hablamos con los carpinteros podrían poner una pared de madera aquí con una puerta —comentó finalmente, separando la cama que se encontraba frente a la puerta de las otras dos—. De esta forma, Tirnel y yo tendremos algo de intimidad.

—Quizás podamos fijar unas mantas para hacer esa separación de forma provisional. —Sugirió Frederick—. Con la construcción de nuevos muebles y el nuevo almacén, los carpinteros no estarán muy por la labor de entretenerse para solucionar nuestra intimidad.

Tras enseñar la habitación a compartir por los tres, Sylvia y Frederick continuaron con la visita.

—¿Qué te hizo unirte a la orden de Morwen? —Preguntó Frederick para aplacar el silencio reinante.

—La necesidad de proteger a los inocentes y luchar contra la injusticia —respondió Tirnel Estel—. He visto demasiado sufrimiento en el mundo. Sería genial decir eso, pero la verdad es bastante distinta. Fui capturada junto a otras elfas en mi hogar por unos traficantes de personas. Si no nos hubiéramos amotinado, habríamos terminado siendo vendidas como esclavas. —La cara de la elfa reflejó una fugaz tristeza—. En ese motín, el barco naufragó y nos salvamos solo unas pocas y unos cuantos traficantes. Aunque una vez a salvo, los matamos a todos. Tras esto, aparecieron las hermanas del fuego purificador. Venían dispuestas a acabar con nosotras, pero algo en su líder las hizo negociar primero. Nos ofrecieron ser educadas por ella o morir. Como comprenderás, elegimos lo primero. Nos superaban cinco a una, y aunque hubiésemos ganado, habría sido una victoria con demasiadas bajas.

—No pareces muy a gusto con tu ingreso —opinó Sylvia.

—Mi ingreso no fue por buenos motivos. Hay hermanas que simplemente se meten para escapar de sus familias o poder comer, pero una vez dentro descubres un hogar. Un hogar por el cual merece luchar y dar la vida. Daría la vida por cualquiera de mis hermanas sin dudarlo y obedecería ciegamente a Lysandra aunque me ordenara saltar a un volcán —sentenció Tirnel antes de preguntar—. Y tú, ¿qué te trajo aquí? Pareces una de las nuestras. ¿Te vendieron como esclava?

Sylvia vaciló, recordando su vida anterior. —Es una larga historia, pero digamos que estoy aquí para aprender y proteger a quienes no pueden protegerse por sí mismos.

—¿Parte de ese misterio por el cual eres vital para la hermandad?

Sylvia y Frederick consideraron buen momento para contarlo todo. El templo de la diosa Nerthys no era de los más populares, por lo cual hicieron un resumen tratando de omitir ningún detalle importante.

Mientras hablaban, Sylvia sintió una conexión creciente con su guardiana. Había algo en su presencia que la hacía sentir más fuerte, más segura.

Al terminar la historia, el grupo se reunió de nuevo en el patio central. Antón, el Gran Maestre, estaba allí, supervisando los preparativos para el nuevo almacén.

—Mañana comenzareis con los entrenamientos conjuntos —anunció Antón—. Queremos ver cómo os coordináis, cómo trabajáis en equipo. La amenaza que enfrentamos es grande, y necesitamos estar preparados, pero sobre todo hemos considerado que haciendo misiones difíciles quizás vuestros poderes salgan a la luz.

Sylvia asintió, sintiendo una mezcla de nerviosismo y emoción. Roberto y Frederick chocaron las manos con entusiasmo. Günter y Tirnel Estel miraron con determinación al Gran Maestre, mientras Hugo y Thôr Aer miraban extrañados, ¿de qué poderes hablaba Antón?

—Señor, ¿podemos hacer un entrenamiento con estas elfas? —preguntó Günter—. Tengo un duelo pendiente con esa... guardiana —rectificó la palabra a usar en el último momento, pero el tono de desprecio quedó en la frase.

Antón le dio permiso, pero ordenándoles hacerlo en la explanada junto al templo de Tasares, donde no molestaran la planificación y organización del nuevo almacén.

Justo en el templo estaban Lysandra y Sigfried, quienes observaban atentamente a Günter pelear con Tirnel Estel. El ambiente era tenso, cargado de expectativa y adrenalina. Los golpes resonaban en la explanada mientras las espadas chocaban y los cuerpos se movían con precisión calculada.

—Tu guerrera es buena, está haciendo sudar a Günter —comentó Sigfried después de un buen rato de combate, su mirada fija en la contienda.

Lysandra sonrió ligeramente. —Solo está jugando con él. Ni siquiera nosotros estamos a su nivel.

Sigfried levantó una ceja, incrédulo ante la afirmación de Lysandra. —¿De verdad? —preguntó, su tono escéptico.

Lysandra asintió, sus ojos no se apartaban de Tirnel Estel. —Ella era una niña cuando la encontraron y ya había acabado con los traficantes que la secuestraron. ¿Sabes cuántos años vive un elfo? Yo los desconozco, pero en el templo lleva más de cien años y aún se la ve joven. Ella dice tener unos pocos más de doscientos años.

Intrigado, Sigfried centró su atención en los movimientos de la elfa. Tirnel Estel apenas necesitaba moverse para esquivar los ataques de Günter, y sus contraataques eran precisos, casi como si estuviera enseñándole a pelear en lugar de luchar en serio. Con movimientos elegantes y fluidos, esquivaba cada estocada y desviaba cada golpe, devolviendo a Günter un par de golpes suaves con la empuñadura en la frente, como si le recordara su superioridad.

El rostro de Günter estaba cubierto de sudor, su respiración era pesada mientras trataba de mantener el ritmo de la elfa. Cada vez que creía haber encontrado una apertura, Tirnel Estel la cerraba con una habilidad casi sobrenatural, respondiendo con golpes ligeros pero humillantes.

—No puede ser... —murmuró Sigfried, asombrado por la destreza de Tirnel Estel.

Entonces, Günter, frustrado por su incapacidad para superarla, dijo algo que enfureció a la elfa. Sus ojos destellaron con una furia contenida, y su expresión se endureció. En un movimiento rápido y decidido, desarmó a Günter con un giro de muñeca, haciéndole perder su espada que voló por los aires. Antes de que él pudiera reaccionar, lo derribó al suelo y le puso la espada en el cuello, su mirada fría y calculadora.

—¡Ríndete! —dijo Tirnel Estel con una voz firme y autoritaria, su espada temblando ligeramente a la altura de la garganta de Günter.

Sigfried observó la escena con una mezcla de asombro y admiración. —Tu guerrera es verdaderamente formidable, Lysandra. No me queda ninguna duda ahora.

Lysandra sonrió con orgullo. —Te lo dije, Sigfried. Tirnel Estel es una de nuestras mejores. Es por eso que la hemos traído aquí. No solo para proteger, sino para enseñar lo que significa ser una verdadera guerrera.

Sigfried asintió, impresionado por la habilidad y el control de la elfa. Mientras Günter permanecía en el suelo, con la respiración agitada y el rostro rojo de vergüenza y furia contenida, Sigfried se acercó para intervenir.

—Suficiente, Tirnel Estel —dijo con voz autoritaria—. Has demostrado tu punto. Günter, levántate y recupera tu espada. Tienes mucho que aprender de esta guerrera.

Günter, visiblemente humillado, se levantó lentamente, recuperando su espada y mirando a Tirnel Estel con una mezcla de odio y respeto.

—No vuelvas a subestimar a tus oponentes, Günter —advirtió Sigfried—. Especialmente cuando son tan capaces como Tirnel Estel. Aprende de esta experiencia.

Mientras se retiraban del campo de entrenamiento, Sigfried no pudo evitar sentir una nueva admiración por la guerrera elfa. Sabía que la presencia de Tirnel Estel y las otras guerreras del Fuego Purificador traería un cambio significativo al monasterio, un cambio que él mismo ahora esperaba con una mezcla de curiosidad y respeto.

Esa noche, mientras Sylvia se retiraba a su celda, no pudo evitar preguntarse cuánto tiempo más podrían mantener la paz. Las tensiones eran palpables, y el camino por delante estaba lleno de incertidumbre. Las sombras de las dudas y las preocupaciones la seguían como un eco constante.

Se detuvo un momento frente a la ventana, mirando el cielo estrellado. Las luces titilantes de las estrellas le recordaban su antigua vida, pero también le daban un sentido de esperanza. Sabía que debía ser fuerte, no solo por ella misma, sino por todos los que dependían de su éxito. Con un último suspiro, se dirigió a su cama, preparándose mentalmente para el día siguiente y los desafíos que traería.

Mientras el monasterio se sumía en la tranquilidad de la noche, Sylvia cerró los ojos, consciente de que la calma era solo temporal. El verdadero conflicto estaba al acecho, como una tormenta en el horizonte. Pero, rodeada de sus nuevos aliados y armada con una determinación férrea, estaba decidida a estar lista para cuando llegara. La batalla por el futuro estaba a punto de comenzar, y Sylvia no pensaba retroceder.