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El despertar de Sylvia

En un mundo donde la realidad y la fantasía colisionan, Carlos, un jugador de videojuegos, se encuentra atrapado en el cuerpo de su avatar elfico, Sylvia. Despertando en un reino desconocido, debe navegar por una vida que es tanto familiar como extraña, enfrentando desafíos que ponen a prueba su identidad y su supervivencia. Capturada y acusada de espionaje, Sylvia es llevada ante los templarios y sacerdotes del monasterio, quienes ven en ella tanto una amenaza como una posible clave para un antiguo misterio. A través de juicios y tribulaciones, Sylvia se ve obligada a adaptarse a su nuevo entorno, aprendiendo las enseñanzas de Olpao y descubriendo paralelismos sorprendentes con su vida pasada. Mientras se sumerge en las profundidades de la fe y la política del monasterio, Sylvia descubre una profecía sobre los "Viajeros de Mundos", seres con el poder de alterar el destino de su mundo. Con esta nueva comprensión, se encuentra en el centro de una lucha por el poder, donde las alianzas son tan volátiles como las verdades que busca. Enredada en una red de manipulación y engaño, Sylvia debe discernir amigos de enemigos, especialmente cuando Günter, un templario con oscuros motivos, la arrastra hacia una trama de intrigas. Con cada capítulo, la tensión se intensifica, y Sylvia se encuentra en una carrera contra el tiempo y las sombras que buscan usarla como peón en un juego peligroso. "El Despertar de Sylvia" es una historia de transformación, descubrimiento y la lucha por la autenticidad en un mundo donde las apariencias pueden ser tan engañosas como la magia que lo impregna.

Shandor_Moon · แฟนตาซี
เรตติ้งไม่พอ
48 Chs

11. Morwen y revelaciones

Sylvia empujó las imponentes puertas del tribunal, su corazón latía con fuerza en su pecho. Al entrar, su mirada recorrió la sala y se detuvo en la figura de Roberto, de pie en el centro, con una expresión de desconcierto y tensión. Alrededor de él, los doce sacerdotes de los dioses venerados en el monasterio ocupaban sus asientos en un semicírculo solemne, con el Gran Maestre, Antón, en el centro.

Sylvia notó la presencia de tres mujeres que destacaban entre los hombres: Morwen, una figura imponente y austera, vestida con las túnicas oscuras y ornamentadas de la sacerdotisa de Nerthys, la Diosa de los Infiernos. A su lado, Lysandra, una guerrera de porte imponente y mirada acerada, vestida con la armadura y los emblemas de Tasares, la Diosa de la Guerra. Ambas ocupaban las sillas correspondientes a sus diosas, con Lorian y Sigfried, los sacerdotes de Nerthys y Tasares del monasterio, de pie detrás de ellas, habiendo cedido sus asientos en un acto de respeto.

Detrás de Balduin, Sylvia observó a una tercera mujer, Althea, notablemente más joven que Balduin, con una mirada serena y penetrante. Estaba vestida con las túnicas de Tevaraia, la Diosa de la Sabiduría y la Estrategia, y permanecía de pie en silencio, reflejando una mezcla de respeto y expectativa.

La sala, iluminada por antorchas y velas, tenía un aire solemne y cargado de tensión. Sylvia se sintió pequeña e insignificante ante la presencia de tantos rostros imponentes y desconocidos.

El Gran Maestre Antón rompió el silencio, su voz resonó en la sala con autoridad. —Sylvia, has sido llamada aquí para esclarecer ciertos asuntos que han surgido en estos últimos días. Permíteme presentarte a nuestras ilustres visitantes. —Hizo un gesto hacia las mujeres—. Esta es Morwen, Gran Maestre y sacerdotisa de Nerthys. Junto a ella está Lysandra, sacerdotisa de Tasares, y Althea, sacerdotisa de Tevaraia, ambas de la congregación de Morwen.

Morwen inclinó ligeramente la cabeza en señal de reconocimiento, su mirada firme y escrutadora sobre Sylvia. Lysandra, en cambio, la observó con una intensidad que reflejaba su naturaleza guerrera, mientras que Althea ofreció una leve sonrisa de bienvenida, su mirada era cálida pero inquisitiva.

—Sylvia, —dijo Morwen, su voz era grave y autoritaria—, hemos venido hasta aquí por un asunto de suma importancia. La profecía de los Viajeros de Mundos. —Las palabras cayeron como una piedra en un estanque, creando ondas de sorpresa y tensión.

Sylvia sintió un escalofrío recorrer su columna. Antes de que pudiera responder, Theodor, que había estado en silencio a un lado, dio un paso adelante.

—Gran Maestre Antón, sacerdotisa Morwen, debo informarles que Sylvia ya tiene conocimiento parcial de la profecía. —La revelación de Theodor hizo que todas las miradas se dirigieran a él. —Ha descubierto ciertos aspectos por sí misma, aunque sin duda no todo lo que debe saber.

Antón frunció el ceño, su mirada severa se posó en Sylvia. —¿Es eso cierto, Sylvia? ¿Qué sabes sobre la profecía?

Sylvia respiró hondo y asintió, sus ojos encontrando los de Antón. —Sí, Gran Maestre. He leído fragmentos de la profecía en la biblioteca. Habla de los Viajeros de Mundos, de sus dones ocultos y habilidades latentes, y de las sectas arcanas que buscan manipularlos.

Morwen intercambió una mirada significativa con Lysandra y Althea antes de volver a dirigirse a Sylvia. —Entonces ya tienes una base. Lo que necesitas ahora es entender la magnitud de tu papel en esta profecía. No estás sola, Sylvia. Nuestra congregación también ha encontrado a algunos Viajeros de Mundos, y es crucial que os pongamos al día sobre todo lo que sabemos.

—Disculpad, —interrumpió Sigfried, —no podemos ignorar el hecho de que Sylvia es una elfa. ¿No sería más prudente tratarte con cierta precaución?

Morwen, con un tono sereno pero firme, respondió: —El cabello pelirrojo de Sylvia y las redondeces en sus facciones indican claramente que pertenece a una raza de elfos que habita al otro lado del Mar de Tetis. Esta raza se distingue por tener cabellos pelirrojos o rubios y facciones menos angulosas comparadas con los elfos de las montañas del norte, quienes siempre tienen cabello negro o blanco, nunca rubio o pelirrojo. Has luchado poco contra ellos si no eres capaz de ver sus claras diferencias.

Lysandra asintió. —Es evidente que Sylvia no es una amenaza por su origen. De hecho, en nuestra congregación tenemos a algunas elfas de esa raza, y son de nuestras guerreras más leales. Todos vosotros deberíais acostumbraros a su compañía, pues con el grueso de nuestras hermanas llegarán unas cuantas más de su raza.

La revelación de Morwen y Lysandra llenó a Sylvia de una alegría inesperada. Por primera vez desde que llegó al monasterio, sintió un rayo de esperanza. No estaría tan aislada ni señalada dentro de estos muros sagrados.

La tensión en la sala pareció disminuir ligeramente, reemplazada por un aire de expectativa. Sylvia sintió un ligero alivio al saber que no estaba sola en esto, pero la responsabilidad de su papel en la profecía aún pesaba sobre sus hombros.

—Por favor, continúen —dijo Antón, su tono era más suave, pero todavía cargado de autoridad—. Es fundamental que ambos, Sylvia y Roberto, comprendan plenamente su papel y lo que está en juego.

Balduin, con su mirada sabia y tranquilizadora, intervino. —Sylvia, Roberto, estáis destinados a grandes cosas. Pero necesitáis estar preparados y unidos. Juntos, podéis enfrentar los desafíos que os aguardan.

Con esas palabras, Sylvia se preparó para escuchar la historia completa de la profecía y los Viajeros de Mundos, sabiendo que este conocimiento sería vital para su supervivencia y el destino de todos los mundos.

La sala permaneció en silencio por un momento, la tensión palpable mientras todos esperaban la continuación. Morwen fue la primera en hablar, su voz clara y resonante llenaba el espacio.

—La profecía de los Viajeros de Mundos es antigua y enigmática, —comenzó Morwen, sus ojos se posaron en Sylvia y Roberto—. Habla de seres que no pertenecen a nuestro mundo, que vendrán con dones ocultos y habilidades que pueden alterar el curso de nuestro destino. Según la profecía, estos Viajeros jugarán un papel crucial en mantener el equilibrio entre la creación y la destrucción, entre la esperanza y el abismo.

Lysandra tomó la palabra, su tono era más directo y firme. —Nuestra congregación ha encontrado a algunos de estos Viajeros en el norte. Al igual que vosotros, tienen habilidades que deben ser despertadas y controladas. No están solos en esta lucha, y juntos, debéis aprender a manejar estos dones para enfrentar los peligros que acechan.

Sylvia y Roberto se preguntaban si podrían ser parte de los otros veintitrés amigos con los cuales jugaban la fatídica noche en la que sus vidas cambiaron para siempre.

Althea, la sacerdotisa más joven, añadió con suavidad pero con igual intensidad. —La amenaza no solo viene del exterior, sino también de dentro de nosotros. Las sectas arcanas y las sociedades secretas que mencionó la profecía están ya moviéndose. Buscan manipularos, desviaros de vuestro verdadero propósito, y usar vuestros poderes para sus propios fines oscuros. Es por eso que necesitamos trabajar juntos, confiar los unos en los otros y aprender todo lo que podamos sobre estos dones latentes.

Theodor, con su voz calmada y reconfortante, intervino nuevamente. —Sylvia, Roberto, sabéis que no estáis solos en esto. Nosotros estamos aquí para guiaros y protegeros. La presencia de Morwen y sus sacerdotisas es una señal de la gravedad de la situación, pero también de la esperanza que tenemos en vosotros.

Roberto, que hasta ahora había estado en silencio, finalmente habló. —Entiendo la importancia de esta profecía y el papel que debemos desempeñar, —dijo, su voz firme pero cargada de incertidumbre—. Pero aún no sabemos cómo manejar estos dones, ni siquiera sabemos cuáles son exactamente.

Balduin, con su sabiduría característica, se acercó a los dos jóvenes. —Por eso estamos aquí. Los dones se manifestarán con el tiempo, y nuestro deber es prepararos para ello. Vuestro entrenamiento no solo será físico, sino también espiritual y mental. Debéis estar listos para cualquier desafío que se presente.

Morwen asintió, su expresión era severa pero comprensiva. —Vuestra formación comenzará de inmediato. Trabajaremos juntos para despertar vuestros poderes y enseñaros a controlarlos. No será fácil, pero es necesario para el bien de todos los mundos.

Sylvia, aún procesando toda la información, preguntó con voz temblorosa. —¿Qué debemos hacer ahora?¿Y si simplemente nos limitamos a vivir una vida de oración?

Antón, el Gran Maestre, respondió con autoridad. —Debeis seguir las enseñanzas de vuestros mentores. Theodor y Frederick os guiarán aquí a cada uno, como han hecho hasta ahora, mientras que Morwen, Lysandra y Althea os instruirán en los aspectos que nosotros no hemos podido aun cubrir. Debéis estar atentos, aprender rápido y manteneros unidos. La unidad será vuestra mayor fortaleza.

Lysandra añadió con firmeza. —También deberéis estar preparados para la batalla. Las habilidades marciales serán tan importantes como las espirituales. Vuestros enemigos no dudarán en usar la fuerza, y debéis estar listos para responder de la misma manera.

El Gran Maestre se levantó, señalando el fin de la reunión. —Sylvia, Roberto, recordad que este es solo el comienzo. La profecía os ha señalado, pero sois vosotros quienes deben cumplir con su destino. No temáis, porque no estáis solos. Nos enfrentaremos a esto juntos.

Con esas palabras, la reunión se disolvió lentamente. Sylvia y Roberto se quedaron a solas en la sala. Había palabras pendientes entre los dos. Sus miradas se cruzaron, ambos sin saber cómo romper el incómodo silencio que se instauró en la sala tras desaparecer el sonido de los pasos de los sacerdotes.

Roberto se debatía en cómo pedir perdón por las terribles cosas dichas la noche anterior. Sylvia, por su parte, no sabía cómo explicarle sus sentimientos confusos.

—Quiero disculparme por lo de anoche —rompió finalmente el silencio Roberto—. No eres una posesión de nadie. —Sylvia se sintió reconfortada por la disculpa de Roberto, pero ahora le tocaba explicarse a ella.

—Gracias, pero quizás te debo una explicación —Sylvia pensó en las palabras a elegir, no quería rechazarlo de forma frontal, pero tampoco darle falsas esperanzas.

—No debes explicarme nada —interrumpió Roberto, leyendo la duda en sus ojos—. No me debes nada.

—Pero necesito hablar. Necesito explicar mis sentimientos y quizás tú seas el mejor con quien hacerlo —le rogó Sylvia—. No te caía muy bien en el mundo del cual venimos, pero entiendo nuestra cercanía en este mundo —Sylvia iba a abrirle su corazón, pero temía dañarlo, y ni siquiera ella entendía sus sentimientos por completo—. Verás, tú lo sabes de sobra, yo era un hombre y tenía novia antes de aparecer en este mundo —respiró profundamente—. Realmente nunca pensé en poder sentirme atraído por hombres. —Le costó referirse a sí misma como hombre después de tanto tiempo—. He asumido mi nuevo sexo, pero aun así mi mente está confusa en cuanto a los hombres.

—Pero me besaste y has besado a Günter. En eso no puedes engañarme, lo vi y sentí rabia por la pasión de ese beso hacia Günter —las palabras de Roberto no destilaban odio o rencor, pero sí ponían de manifiesto una realidad: Sylvia se sentía atraída por los hombres.

—El beso de Günter, o más bien los besos, fueron casi obligados —admitió Sylvia, aunque sabía que, a pesar de haber sido obtenidos bajo presión, había deseado a Günter de manera demasiado profunda—. Pero por eso estoy confundida. Cuando estoy cerca de uno de vosotros, es como si mis hormonas se desataran. Desde hace unos días... no eres tú solo o Günter, me he dado cuenta de que mis ojos se van hacia los cuerpos de algunos compañeros, no todos, pero sí con ciertas características. Cuando ciertos hombres están demasiado cerca, mi corazón se acelera y un deseo irrefrenable me recorre el cuerpo. Eso, por ejemplo, me pasó contigo. Al sentir tan cerca tu torso desnudo, bañado por la luz de la luna y las gotas de sudor... uff, solo de pensarlo ahora... incluso he tenido algún sueño erótico con varios de vosotros. Por todo ello no puedo comprometerme sentimentalmente con ninguno. No estoy estable en ese sentido y tengo miedo de hacer daño a cualquiera de vosotros.

Roberto la miró, intentando asimilar y dar una respuesta comprensiva a las palabras de Sylvia. —Lo entiendo —comenzó, aunque realmente no lo comprendía del todo—. Si para mí está siendo complicado adaptarme, para ti debe ser mucho más complicado. No es solo adaptarte a una nueva vida. Es también a un nuevo sexo y ni siquiera es un cuerpo humano. ¿Quizás fueras bisexual? ¿Te sigues sintiendo atraída por mujeres?

Sylvia se encogió de hombros. En su cabeza lo suponía, pero hacía tanto tiempo que no estaba cerca de una mujer que no podía asegurarlo. Eso sería algo que vería cuando llegaran las hermanas de Morwen, si seguía sintiendo atracción hacia ellas. ¿Desaparecería su atracción por los hombres?

—Bueno, no te preocupes. Mejor vayamos a desayunar —sugirió Roberto, poniendo fin a la conversación. 

Sylvia asintió, agradecida por la comprensión de Roberto. Juntos salieron de la sala, dejando un mar de dudas en la cabeza de ambos sobre los sentimientos de Sylvia.