Edward fue escoltado al terreno de entierro de su familia en la manada. Llegando a la tumba de su padre, recogió una pequeña flor cercana y la colocó sobre la tumba.
—¿Padre, fuiste un mal padre? —Edward preguntó con abatimiento, sentado al lado de la lápida y llorando con arrepentimiento. Deseaba no haber sido tan ajeno a la verdad que le rodeaba y haber notado las maldades en su crianza.
Nunca había tenido intenciones malignas hacia su hermano, creyendo lo mismo de Cane. Sin embargo, después de que Cane regresó a la manada durante la enfermedad de su padre, Edward descubrió la dolorosa realidad.
—No le guardo rencor a Cane, desearía que nos hubieras amado por igual —continuó Edward sollozando, limpiándose las lágrimas según caían.
—Me lo haces difícil —la voz molesta de Cane interrumpió desde atrás de Edward, haciendo que frunciera el ceño. Cane nunca había visitado la tumba de su padre desde su muerte, y parecía ansioso y sorprendido de verlo allí ahora.
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