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Capítulo 6: La Resiliencia de Rose Town

El polvo se asentaba sobre los campos de Rose Town, una vez fértiles y ahora marcados por la brutalidad de la guerra. Elías, con su cuerpo magullado y su espíritu indomable, se arrastró por el suelo, su mano firmemente agarrada a la espada que había sido su compañera a través de la batalla. A su alrededor, los restos de la lucha, los cuerpos de amigos y enemigos por igual, yacían en un silencioso testimonio del costo de la guerra.

Orion, su pequeño cuerpo quemado y sus alas rotas, yacía a pocos metros de él, sus ojos, una vez llenos de fuego y vida, ahora apagados y distantes. Elías, con lágrimas corriendo por sus mejillas, se arrastró hacia su amigo, su mano temblorosa acariciando la cabeza del dragón.

"Te prometí un futuro, Orion", susurró Elías, su voz quebrada por el dolor y la culpa. "Te prometí un hogar."

Pero Orion, en sus últimos momentos, simplemente levantó la cabeza, sus ojos encontrando los de Elías con una mezcla de amor y aceptación. Y con un último suspiro, cerró los ojos, su cuerpo relajándose en el frío abrazo de la muerte.

Elías, con su corazón roto, se sentó junto a Orion, su mano todavía acariciando al dragón que había sido su primer verdadero amigo en este mundo de caos y guerra. Y mientras las lágrimas caían, una voz suave y melódica llenó el aire, envolviendo a Elías en un abrazo etéreo.

Era Lyria, su espíritu emergiendo del éter, su forma etérea brillando con una luz suave y reconfortante. Se acercó a Elías, su mano tocando su mejilla, y en ese momento, todo el dolor, toda la pérdida, pareció desvanecerse, reemplazado por un amor y una paz que Elías no había sentido desde que era un niño.

"Tu lucha no ha sido en vano, Elías", dijo Lyria, su voz como una melodía que acariciaba su alma. "Tu sacrificio, tu dolor, ha encendido una llama que nunca podrá ser apagada."

Elías, levantando la vista hacia ella, encontró consuelo en sus ojos, una promesa de que, a pesar de todo, su lucha no había sido en vano. Y con una nueva determinación ardiendo en su pecho, se puso de pie, su espada levantada alta, un símbolo de resistencia contra la oscuridad que amenazaba con envolver el mundo.

La batalla por Rose Town había terminado, pero la guerra estaba lejos de hacerlo. Y Elías, con el espíritu de Lyria y Orion a su lado, juró continuar la lucha, no solo por aquellos que había perdido, sino por todos los que aún quedaban, aquellos que aún creían en un futuro de paz y prosperidad.

Los días y las semanas que siguieron fueron un torbellino de reconstrucción y recuperación. Los aldeanos, a pesar de su dolor y pérdida, se unieron, reconstruyendo sus hogares y sus vidas con una determinación que solo podía nacer del amor y la comunidad.

Elías, aunque llevaba las cicatrices de la batalla tanto en su cuerpo como en su alma, lideró con una mezcla de fuerza y compasión, su liderazgo un faro de esperanza en tiempos de desesperación. Y a través de su dolor, encontró un propósito, una razón para seguir adelante, para seguir luchando.

Y así, Rose Town se levantó de las cenizas, su gente, aunque marcada por la guerra, más fuerte y unida que nunca. Y Elías, con la memoria de Lyria y Orion siempre presente en su corazón, miró hacia el futuro, no con temor, sino con esperanza, la llama de la resistencia ardiendo eternamente brillante.