—¿Dónde está ella? —preguntó Torak sin girar su asiento. Vio la silueta de Andromalius reflejada en la ventana de cristal.
El ángel caído no tenía olor que oler, al igual que Belphegor y Lucifer, por lo que era un poco más complicado detectar su presencia.
—Torak... —suspiró Andromalius—. ¿Qué crees que soy? ¿Cómo puedo encontrar a la chica en cuatro horas? —se quejó.
Andromalius acababa de ser expulsado del lugar de Lucifer y había sido amenazado, solo porque Torak lo buscaba.
No solo eso, su identidad falsa como humano durante años también fue arruinada por Torak.
Esta vez Torak giró su asiento, luego fijó su mirada en Andromalius, quien estaba frente a él con sus ojos negros. Sus colmillos se alargaron ligeramente debido a la ira que intentaba contener.
Al ver el peligro inminente que emanaba del Alfa porque su respuesta no cumplió con sus expectativas, Andromalius levantó ambas manos, gestualizando que se rendía y no quería hacer daño.
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