—Una vez tuve una compañera —dijo Tordoff—. Era claro escuchar su pena en su voz. Pero para realmente entender sus sentimientos, necesitaría ver su rostro. Desafortunadamente, no podía. La expresión en su rostro estaba oculta en sus brazos cruzados, dejando solo sus ojos color cobre expuestos a la tenue luz de la mazmorra.
—¿Qué pasó? —Lilac entrecerró sus ojos, tratando de verlo mejor.
—Ella murió —dijo simplemente, pero los sentimientos más complicados venían detrás de sus palabras.
Lilac se mordió los labios cuando escuchó la confesión desgarradora del licántropo. Le recordaba lo que Selene le había dicho hace mucho tiempo. Dijo que perder la mitad de tu alma, tu compañera, no era algo que todos los licántropos y hombres lobo pudieran soportar. Al experimentar tal tragedia, algunos de ellos morirían debido al dolor insoportable, y otros se volverían salvajes. Solo muy pocos de los cambiaformas lograban superarlo.
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