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¿ERES UN PERRO?

Todos estaban aturdidos y Samara estaba aún más sorprendida. Ella no lo había hecho a propósito. Ella quería tirar de Álvaro, pero Eduardo se rio en voz alta.

-Álvaro, me das tanta vergüenza.

Las palabras del niño hicieron que la expresión de Álvaro fuera aún más hosca.

- ¿Te gusta verme así? -pregunto con rabia.

Eduardo se escondió rápidamente detrás de Samara e hizo una mueca, diciendo:

- ¿Por qué has tratado mal a mi madre? ¡Te lo mereces! No deberías salir del suelo para que no te olvides de tu castigo.

-Eduardo, ¿Cómo te atreves a hablarme así? -Álvaro se puso de pue enfadado.

Josué se dio la vuelta rápidamente para comprar los zapatos de Samara, él no había visto nada. Javier los miraba con una sonrisa en los labios y de repente sintió un poco de envidia. Samara siempre había sido muy educada frente a él, incluso un poco distante. Pero cuando estaba con Álvaro, actuaba como una niña.

La sonrisa de Javier irrito fuertemente a Álvaro. Nunca había estado tan avergonzado.

-Señor Javier, ¿le gusta verme así? -Álvaro sonrió ligeramente, pero su mirada era fría.

A Javier no le importo y dijo con una sonrisa:

-Es bastante interesante.

-Ya que lo has visto, entonces puedes irte. -Álvaro se sintió muy irritado. Él nunca podría alejarse de Samara.

Samara no se atrevió a hablar. Ella no quería avergonzar a Álvaro delante de todos. Javier vio que Álvaro estaba enfadado y también noto que parecía que ellos tenían que hablar de algo. Aunque no quería darles espacio, no podía soportar ver a Samara triste.

-Mocoso, ven, vamos a fuera a divertirnos un rato. He oído que te gustan los drones. ¿Qué te parece si hablamos de eso? -Javier sabia los gustos del niño.

- ¿Sabes de drones?

-No solo drones. Incluso ya he volado un avión. Soy un soldado retirado, perdí mis piernas en batalla. ¿Quieres venir conmigo?

- ¡Vamos! -Eduardo salió rápidamente. Sin embargo, después de dar unos pasos, pareció recordar algo. Se dio la vuelta y le dijo a Álvaro:

- ¡Si te atreves a maltratar a mi madre, no te perdonare nunca!

- ¡Lárgate! -Álvaro sintió que el niño no era su hijo.

Eduardo hizo una mueca y luego le dijo a Samara:

-Mama, si él te maltrata, podrás elegir a Javier. Aunque no tiene piernas, por lo menos te trata bien, ¿verdad?

- ¡Eduardo! -Álvaro estaba dispuesto a echar al niño.

Sin embargo, Eduardo no tenía miedo y dijo fríamente:

- ¿Por qué gritas? Estamos en un hospital y Adriano todavía está en cirugía. Si tienes algo que decirle a mi madre, date prisa. Si ella te perdona antes de que Adriano salga, entonces te perdonare. De lo contrario, me iré con mi madre y no nos quedaremos en tu casa para escuchar tus gritos.

Álvaro se sorprendió.

- ¿Irte? ¿A dónde? ¡Tu casa está aquí! -Álvaro estaba extremadamente enfadado.

Eduardo se dio la vuelta y salió con Javier. Entonces Álvaro y Samara se quedaron solos en el pasillo, ella de repente se sintió nerviosa. No sabía cómo enfrentar a Álvaro, ni sabía si él había estado pensando en ella.

En el pasado, habría hecho todo lo posible para que el la perdonara, pero esta vez ella tenía sus propios objetivos, así que ya no podía hacer esas cosas. Álvaro también la estaba mirando. Toda su tristeza y dolor parecían no poderse comparar con la mirada y los ojos rojos de Samara.

El sentía que podía ser su esclavo, se sentó a su lado y sintió su aliento. Samara quería moverse, pero descubrió que el dobladillo de su ropa estaba bajo el trasero del hombre. Álvaro miro su expresión incomoda y dijo fríamente:

-Víctor se marchó y ahora viene Javier. ¿Qué te parece? ¿Crees que Javier es mejor que yo?

- ¡Álvaro! -en este momento, toda la incomodidad desapareció y ella sintió mucho agravio e ira repentinamente: - ¿Por qué me dices eso? ¡Me indicaste que me alejara de ti! Tú mismo te trasladaste a otro hospital y me bloqueaste para no verme. Ahora la familia Ayala tiene problemas y tengo que ayudarte a solucionarlos. Javier solo viene para ayudarme. ¿De qué tonterías estás hablando?

- ¿Te precipitas tanto para protegerlo? Todos son mejores que yo en tu corazón, ¿verdad? -Álvaro tenía pensado hablar con ella amablemente. Durante estos días. Había sufrido mucho, pero al oírla hablar por Javier, los celos lo cegaron.

Samara miro la cara enfadada de Álvaro y de repente se rio.

-Si, todos son mejores que tú. Víctor al menos me ha hecho feliz, ¿verdad? Javier me ha ayudado a resolver los problemas, ¿no? Cuando te necesite, te escondiste como un cobarde y dijiste que estabas curando tus heridas. Ya que necesitas curarte, ¿Por qué sales ahora? ¿ya estas sano? -Estas palabras de Samara eran como un cuchillo.

- ¡Samara! ¿te atreves a decir eso otra vez?

- ¡Qué más da! Tú, Álvaro, ¡eres un cobarde! Te enamoraste de mí, pero tienes miedo de que deje de quererte y que te use, ¿verdad? Si, volví para usarte y engañarte. No solo eso, también quiero tu riñón. -Samara dijo todo por una vez. No sabía si era por el enfado, pero ya se sentía mucho mejor.

La cara de Álvaro esta enrojecida. Al ver la expresión seria de Samara, la abrazo por el cuello y la mordió.

- ¡Ah! Álvaro, ¿eres un perro? -Samara sintió un dolor en su cuello.

Él no había usado mucha fuerza. Inicialmente, lo hizo solo para castigarla porque ella había dicho unas palabras muy duras.

-Álvaro, estamos en un hospital. -Samara lo empujo con impotencia y su voz estaba temblando. Ya no eran jóvenes y sus cuerpos estaban más sensibles por los años de abstinencia. Ahora los dos estaban emocionados. -No seas así, Adriano aún está en cirugía.

Las palabras de Samara hicieron que Álvaro se despertara repentinamente. Sus ojos brillaron y era como una bestia, haciendo que Samara se asustara un poco. Él estaba como en su noche de bodas, haciendo que Samara se moviera a un lado involuntariamente.

La atmosfera embarazosa continuaba, pero debido a esto, los malentendidos y conflictos entre los dos de repente desaparecieron. Cuando Josué volvió con los zapatos, los vio sentados con expresiones muy extrañas. Se froto la nariz y dijo:

-Señor, aquí están los zapatos.

Álvaro se puso de pie y cogió los zapatos. Josué se quedó allí.

-Ve a ver a donde han ido Eduardo y Javier, no dejes que ese hombre secuestre a mi hijo.

-Vale. -solo entonces Josué se dio cuenta de que no debería estar allí. Se dio la vuelta y salió de inmediato.

Álvaro camino hacia Samara con los zapatos. Se arrodillo y puso los pequeños pies de la mujer sobre su rodilla. El los froto suavemente con las manos y dijo:

-Hace frio, no te resfríes. No importa que urgencia tengas en el futuro, ponte zapatos antes de salir.

-Vale. -Samara respondió con indiferencia, pero sus ojos estaban fijos en Álvaro.

Él tenía las manos muy grandes y podía envolver sus pies. Sus manos estaban calientes y transmitieron calor a cada rincón de su cuerpo. Samara no dijo nada, tenía miedo de que sus palabras rompieran el momento.

Después de que Álvaro la ayudo, se sentó a su lado y miro a la sala de operaciones. Samara no lo molesto. Ella no sabía que pasaría después de que Adriano saliera, ni sabía si Álvaro se volvería a esconder.

Los dos permanecieron en silencio. Al final, Álvaro hablo primero. El extendió su mano y se aferró con fuerza a la palma de Samara para decir en voz baja:

-De ahora en adelante, no me mientas y no te aproveches de mí. De lo contrario, no te vere por el resto de mi vida.

Samara sintió que sus ojos se humedecían. Era una persona tan orgullosa.

-La abuela de Carlos me ha pedido que me case con él. -dijo Samara con calma.

- ¿Qué has dicho? Samara, ¿de verdad crees que estoy muerto? Aunque no quise verte, eres mi mujer y la madre de mi hijo. ¿Cómo puedes aceptar la propuesta de matrimonio de otro? -Álvaro estaba tan enfadado que casi la maldice.

Samara lo miro y dijo en tono quejumbroso:

-No he terminado de hablar.

- ¡Que me vas a decir! ¿no lo has dicho todo? La familia López ya ha hecho la proposición, ¿Qué más necesitas decir?

-Lo he rechazado. -respondió en voz baja, pero Álvaro no la escucho.