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¿Crees que soy ciego?

Solo Adriano, Álvaro y Samara sabían que Eduardo era un genio de la ciencia informática. Por lo tanto, Anabel definitivamente no lo había pensado. Vio a Álvaro bajar la escalera con Eduardo en brazos, ella ya se había levantado del suelo y estaba ordenando a un sirviente que le trajera un medicamento.

-Señor, ¿ha bajado? -Anabel se levantó rápidamente, pero este acto le causo más dolor en la cintura. Ella se quejó por el dolor y su mirada se oscureció un poco con dolor y tristeza cuando descubrió que Álvaro no se preocupa por ella en absoluto.

Álvaro la ignoro completamente. A su juicio, Anabel cometió un gran error esta vez.

-Olga, tráeme la camera de vigilancia. Quiero ver lo que ha pasado con este jarrón. -dijo Álvaro con un tono frio.

Olga que estaba a un lado, corrió rápidamente a la sala de cameras. Anabel no se sentía nerviosa. Por creer que había apagado la camera de sala de vigilancia, podía decir claramente que no había grabado ese momento.

Aunque Álvaro dijo que Eduardo era su hijo con Samara, ella no creería que fuese verdad sin ver una prueba de paternidad. En aquel entonces, el incendio destruyo todo. Ella no creía que Samara pudiera escapar ni que hubiera dado a luz a Eduardo.

Eduardo había estado tranquilamente sentado en el regazo de Álvaro. Descubrió que el abrazo de su padre era diferente al de Samara, era poderoso y le hacía sentir tranquilidad y seguridad. Descanso con los ojos cerrados en una posición cómoda y no hizo caso a la mirada llena de rencor de Anabel.

Cuando Álvaro lo vio apoyado en su abrazo como un gatito, sintió una sensación diferente. Tal vez fuera un sentimiento especial padre e hijo. En ese momento, con tanta satisfacción y felicidad, deseaba dar lo mejor del mundo a Eduardo.

Al ver la ternura e indulgencia en la mirada de Álvaro, Anabel no estaba contenta. Quería decir algo, pero se contuvo. Olga trajo rápidamente el video de vigilancia. Álvaro no se atrevió a moverse, porque temía afectar a Eduardo. Realmente estaba disfrutando este momento. Se sentía muy bien que su hijo confiara y necesitara su apoyo.

-Ponlo en el ordenador para que todos vean lo que ha pasado. -la voz de Álvaro era algo suave y parecía que le preocupaba molestar a Eduardo.

Olga naturalmente entendió el amor de Álvaro por Eduardo. Rápidamente subió el video al ordenador. Empezó el video y todas las imágenes se mostrabas desde por la mañana. Cuando Anabel apareció en la sala de cámaras, todos se quedaron atónitos, incluida ella misma.

- ¿Qué está pasando? -Anabel creyó que era imposible que ella apareciera en el video porque había cortado la electricidad antes de ir a la sala de cameras y pensó que podía ser que aparte de la sala de cameras la casa tuviera otras escondidas.

Pero eso tampoco era posible, porque todos los sistemas de vigilancia estaban controlados por la sala de cameras y no era capaz de capturar su imagen sin electricidad.

Anabel estaba demasiado confundida, pero Eduardo sonrió suavemente. Álvaro sabia la respuesta a la pregunta que Anabel no entendía. Miro sonriendo débilmente a Eduardo, que estaba intentando dormir. De repente creyó que Eduardo se parecía bastante a Samara.

Su mirada se suavizo. La gente de alrededor no se atrevió a decir mucho y miraron en silencio el video donde Anabel cortaba la electricidad, después apagaba el sistema de motorización y salía rápidamente.

Cuando volvió de la sala de cameras, esta vio que Eduardo salía del baño. Una sonrisa traicionera apareció en la cara de Anabel. De repente empujo el jarrón al suelo y se escondió. Al escuchar el ruido, Eduardo salió rápidamente del baño a ver qué estaba pasando y Anabel lo vio.

Todo fue revelado. Álvaro estaba enfadado. La cara de Anabel estaba pálida, ella ya no podía negarlo.

-Señor, he hecho todo por ti. Que opinaran los demás de la familia Ayala sobre un bastardo. Has dicho que él es tu hijo, pero la señora murió hace cinco años. Es imposible que la señora pueda haber sobrevivido a ese incendio, ni que diera a luz a este niño. ¡Señor no se ciegue!

- ¡Cállate! ¡Deja de decir tonterías! Anabel, no eras así, ¿o has fingido durante 20 años y esta es tu verdadera cara? -los ojos de Álvaro estaban llenos de decepción.

Al ver la mirada de Álvaro, Anabel se sintió desgraciada.

-No, señor, todo lo que hice fue por ti. ¡Confía en mí, nunca te haría daño! Siempre estoy a tu lado. -Anabel dijo llorando. Incluso quería abrazar a Álvaro, pero se detuvo al ver su mirada.

-Dices que tienes buenas intenciones, pero en realidad, lo que has hecho me molesta mucho. Si realmente hubieras querido que todo me vaya bien, no habrías hecho una cosa tan desvergonzada. Anabel, aléjate de la familia Ayala. Como me has cuidado por muchos años, dejo que Josué te de dinero suficiente como para que te mantengas por el resto de tu vida. Aléjate de Ciudad H ahora mismo, vayas a donde vayas, te comprare una casa, pero nunca aparezcas frente a mi o a mi familia. -Álvaro había tomado esta decisión después de pensarlo durante mucho tiempo.

Aunque Anabel dijo que tenía buenas intenciones, lo que hizo fue inaceptable para Álvaro. Samara y Eduardo ya habían sufrido tanto y ahora, finalmente habían vuelto, ¿Cómo podía aceptar que los sirvientes le hicieran la vida difícil?

Anabel grito cuando escucho el plan de Álvaro:

- ¡No! ¡No me iré! ¡Señor, deje que me quede en la familia Ayala! Puedo hacer cualquier cosa que usted quiera, incluso puede golpearme y regañarme, ¡pero no me eche! Señor, llevo muchos años cuidándole y lo tengo como a un hijo. Mi deseo es que este sano, ¡No puedo dejarlo, señor! ¡no puedo! -Anabel inmediatamente se arrodillo ante Álvaro y abrazo su muslo con fuerza, llorando con dolor en su corazón.

Eduardo veía estas escenas con poca frecuencia y estaba asustado. Agarro con fuerza la camisa de Álvaro y lo miro. Sus ojos eran como los de un conejo asustado, que hacían que el corazón de Álvaro doliera un poco.

-Deja de llorar, la decisión está tomada. Ya te he dado muchas oportunidades, pero ¿Qué has hecho? Te metiste en el secuestro de Eduardo… Ya lo sé todo. También se cómo Alna se convirtió en guardaespaldas de Catalina, ¿y como salió de la peluquería? ¿crees que soy ciego? Te he dado muchas oportunidades. Si no valoras esta última oportunidad, mandare que te echen de la ciudad. -después de terminar de hablar, abrazo directamente a Eduardo y se puso de pie. Quería irse, pero escucho un ruido. Anabel se había golpeado la cabeza contra la mesita de té.

- ¡Madre mía! -gritaron los sirvientes al instante.

La sangre salpicaba de la cabeza de Anabel y ella dijo débilmente:

- ¡Señor, no me iré! He dedicado toda mi vida a la familia Ayala. Prefiero morir que salir.

Álvaro no esperaba que Anabel hiciera tal cosa. Rápidamente cubrió los ojos de Eduardo, sintiéndose enfadado sin saber que hacer.

-Tu… -quería decir algo más, pero Anabel ya se había desmayado y su sangre tiño el suelo de rojo.

Álvaro entro en pánico. No quería que muriera y en este momento. Realmente se sintió un poco triste.

- ¡Olga, llama una ambulancia!

-Si. -Olga estaba completamente asustada y se despertó cuando escucho el grito de Álvaro y corrió rápidamente a hacer la llamada.

La ambulancia no tardó en llegar y la llevo directamente al hospital. Olga y los demás empezaron a limpiar la sangre. Anabel no tenía hijos y había estado toda su vida en la familia Ayala. Ahora que había pasado esto, Álvaro no podía dejarla.

Llamo a Isaac y le pregunto cómo estaba Adriano. Isaac dijo que no era nada grave y que estaba de camino a casa. Quería llevar a Eduardo a ver la situación de Anabel, pero Eduardo se negó y dijo:

-Álvaro, me quedo en casa esperando al instructor Isaac y a Adriano. Se que estas preocupado por Anabel, será mejor que vayas solo. Si voy contigo no le gustara. Y si me encuentro a mama, ¿Qué debo decir? No me gusta, pero no diré nada malo sobre ella, así que no iré. -Eduardo era franco. Podía notar que Álvaro se preocupaba por Anabel, pero no quería simpatizar con esa mujer.

Al ver que Eduardo tenía sus propias ideas, Álvaro no lo forzó.

-Vale, llámame si necesitas algo. Recuerda, ya no eres un niño sin padre. Si alguien se burla de ti, dímelo inmediatamente.

-Lo entiendo, gracias, Álvaro. -Eduardo rio felizmente.

Al ver la brillante sonrisa de su hijo, Álvaro se sintió complacido.