Linley observó a las dos asistentas de afuera del salón principal. Él gritó fríamente: —Váyanse. Sin mis órdenes, a nadie se le permite entrar.
—Sí, milord.
Los corazones de esas dos asistentes se agitaron y se fueron rápidamente.
—Maestro Linley, usted es muy cauteloso.
César rio.
Linley se sintió impotente.
¿Cauteloso? ¿Cómo podría no ser cauteloso? Él iba a usar esa receta para asesinar a Clayde.
—Este César probablemente sabe que estoy intentado asesinar a Clayde.
Linley entendía ese punto. Anteriormente, él le había a César que quería asesinar a uno de los seis gobernantes de los reinos de la Unión Santa. Y luego, dijo que quería asesinar a un guerrero de noveno rango.
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