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| CAPÍTULO OCHO. |
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—No, así es— respondió con fingido interés.
Todo era un caos total, a pesar de que había logrado controlar a su Hollow interior no había podido derrotar a Grimmjow aun cuando a éste le faltaba una extremidad.
El capitán Hitsugaya y compañía estaban en algún lugar de Karakura peleando con los demás Arrancars que habían llegado junto a Grimmjow.
Rukia, Orihime y Tara estaban en la Sociedad de Almas, aunque eso no lo sabía nadie. La Kuchiki menor ayudaba a su amiga Inoue a entrenar para que mejorar el ataque de su técnica, siendo observadas por el capitán del treceavo escuadrón y la teniente del tercer escuadrón.
—Ukitake-sensei— llamó la pelinegra con seriedad —¿Usted confía en mí?
Aquella pregunta sorprendió al peliblanco, el cual enseguida miró a su estudiante.
—¿A qué viene esa pregunta Tara-chan?— agregó el capitán con el ceño fruncido y una mirada de preocupación.
La teniente bajó la mirada sin responder a la pregunta de su maestro, ¿por qué sentía que en cualquier momento pasaría algo malo?
—Confió en ti Tara, sé que no nos traicionarías— respondió Jūshirō sonriéndole a la chica a su lado.
—Gracias por confiar en mí Ukitake-sensei— Tara levantó la mirada sonriéndole agradecida —Le aseguró que no lo traicionaría a usted, siempre confió en mí y me apoyó... Le agradezco todo lo que hizo por mí.
El llamado de la mariposa infernal alteró a ambos superiores del Gotei 13, Ukitake enseguida se levantó dándole órdenes a su subordinada. Rukia se alejó corriendo apresurada para dirigirse con sus compañeros, dejando a su amiga Orihime sola junto al capitán y a la teniente.
—Inoue-san, las paredes dimensionales del Dangai han sido estabilizadas. ¡Por favor, ya puede pasar!— informó el Shinigami perteneciente al décimo tercer escuadrón.
La pelinaranja sonrió agradeciendo al capitán e integrantes del escuadrón para luego atravesar el Dangai, siendo seguida por dos Shinigamis que el mismo Jūshirō Ukitake había mandado para que la acompañarán.
—Tara...— habló el peliblanco mientras miraba como la silueta de la humana desaparecía junto a la de sus subordinados, la teniente le miró ante su llamado —Por favor sigue a Inoue-san y asegúrate de que llegué a salvo al mundo humano, también necesito que ayudes a mi escuadrón con los Arrancars— agregó dedicándole una dulce sonrisa.
—Como ordené Ukitake-sensei— respondió la teniente entrando al Dangai antes de que se cerrarán sus puertas.
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Orihime era acompañada por dos Shinigamis del treceavo escuadrón y la teniente del tercer escuadrón, los cuales se asegurarían de que ésta llegará sana y salva al mundo humano.
Aunque Aizen tenía otros planes.
Una garganta se abrió en medio del Dangai, alterando tanto a la teniente como a la humana. De ella salió un pelinegro de ojos verdes y mirada inexpresiva.
—Ulquiorra...— murmuró la pelinegra con temor mientras por instinto llevaba su mano a la empuñadura de su Zanpakutō.
Orihime retrocedió varios pasos, Tara estaba a punto de ordenar a los hombres que las acompañaban que retrocedieran y no atacarán al arrancar. Pero había sido tarde ya que éstos sin esperar órdenes atacaron al pelinegro quien con un rápido movimiento los derrotó a ambos.
Estaba por darles el golpe de gracia cuando Orihime habló:
—¡Detente por favor!— exclamó con una mirada de preocupación, tanto el espada como la Shinigami miraron a la humana —Por favor no les hagas nada...
—Si deseas eso, tendrás que venir conmigo— interrumpió el pelinegro con seriedad.
—¿¡Para qué la quieres?!— preguntó alterada la teniente.
Ulquiorra la miró con aquellos ojos verdes carentes de cualquier sentimiento.
—Será mejor que no interfieras, de ser así también vendrás con nosotros— respondió el cuarto espada.
Las amenazas de aquel pelinegro habían bastado para convencer a la pelinaranja de ir a Hueco Mundo con él y seguir las órdenes de Sōsuke Aizen, pero era claro que Tara no estaba de acuerdo con eso.
Desenfundo su Zanpakutō y atacó al pelinegro, el cual fácilmente detuvo el ataque con su mano. Y con un rápido movimiento golpeó la nuca de la teniente dejándola inconsciente. Miró a Orihime con seriedad.
—Toma esto— le entregó una pulsera —Tienes 24 horas para despedirte de un ser querido— agregó antes de entrar a la garganta dejando a la teniente del tercer escuadrón tirada en el piso aún inconsciente.
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