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Vestidos (I)

Esperaba que las chicas estuvieran sorprendidas por mi encuentro. Resulta que la mitad están enfadadas. La otra mitad, satisfechas. Estas últimas son las que han ganado la apuesta.

–Ya os dije que lo miraba con ojos hambrientos– ríe Shi.

–Pues parecía tan modosita. Quién lo iba a decir…– se queja Yu, que es de las que ha perdido.

–Deberías aprender a hacer caso a Shi. Suele acertar en estas cosas– añade Song, que ha ganado.

–¿Siempre tenéis que apostar en mi contra?– me quejo.

–No, no. Yo he apostado a tu favor– ríe Liang.

–Lo siento Wei, lo hemos subestimado– suspira Shun

–Dong udimado– responde la niña. Es monísima.

–Te has divertido, ¿verdad?– me acusa Hong, también una de las que ha perdido.

–Puedes hacérmelo a mí así cuando quieras– se ofrece Ma Lang en voz baja.

–¿Qué es lo que ha dicho?– se muestra Yi suspicaz.

–Algo pervertido, seguro– asegura Wan, que por una vez está por aquí. Las gemelas dicen que está interesada en la ropa. Resulta sorprendente.

En cuanto a la apuesta, no me dicen el contenido. Solo sé que se han jugado el orden de algún día. De elegir algo. En fin.

–¿Y la ropa?– se interesa Hong.

–La he dejado cada una en vuestra sección– aseguro.

Cada una de ellas tiene acceso a la parte común del Almacén. Y a dos partes privadas. Yo tengo acceso a todas, pero nunca miro la segunda de sus zonas privadas. La primera es donde puedo dejar cosas, o ellas dejármelas a mí.

–Ah, ¡pues vamos!– se muestra Yu excitada.

–Prohibido mirar– añade Yi.

–En dos horas, nada de mirarnos. Nos los tenemos que probar– me mira Shi muy seria.

–Vete a ver a tus pervertidas mientras– sugiere Song.

–Vale, vale– no me queda más remedio que obedecer.

–Pórtate mal– me besa Liang en la mejilla.

–Devuélvenos ya– pide Wan, que tiene su vestido en sus manos. ¿Cuándo lo ha cogido?

Eso hago. Veo que cogen sus vestidos enseguida. Y dejo de mirar. No me atrevo a afrontar las consecuencias.

Supongo que les haré caso. Aún falta para la hora de comer. ¿Estarán en su cabaña? Creo que hoy no les tocaba ir a ayudar con la ropa.

—————

De camino, me encuentro a Pen. Va a trabajar. Como siempre, ayuda en lo que puede para obtener puntos. En trabajos que los estudiantes no cogen. No pagan muy bien, pero algo es algo. Y tampoco ella es una estudiante. Me besa suavemente.

–No las encontrarás. Iban a reservar las plataformas de combate para el evento. A saber qué harán después– me informa Pen.

–Ya veo. ¿Estaréis esta tarde?– le pregunto.

–Si vas a venir a vernos, estaremos esperándote– me responde sugerente.

–Entonces vendré luego– le aseguró, abrazándola y besándola.

–Las buscas a ellas, luego a nosotras. Algo estás tramando– se muestra tan suspicaz como seductora.

–Tendrás que esperar para averiguarlo– le sonrío, sin negarlo –. No la ates.

–Bueeno. Intentaré contenerme– se ríe. Me besa otra vez.

Me cuesta dejarla ir de mis brazos. Dejar que se escurra entre ellos. Me acaricia la mejilla antes de irse. Con una sonrisa y una promesa.

Yo me voy hacia el hall de administración. Allí es donde se llevan a cabo las reservas. Veo a mis dos pervertidas que han salido de allí. Las sigo. Me acerco poco a poco.

–La reserva ya está. ¿Qué hacemos ahora?– pregunta Bei Liu.

–No sé. ¿Cuándo crees que vendrá Kong? Quizás tendríamos que ir a verle– responde su amiga.

–A saber. Pero ya lo vimos hace dos días. Ains… Fue tan intenso. Ojalá pudiera tenerlo todos los días– se lamenta la otra.

Me hacen sentirme terriblemente culpable. Pero por ahora, no les puedo decir toda la verdad. Así que las sigo sin que se den cuenta. Hasta que llegan frente a un pasaje poco transitado. Las cojo de la cintura y las llevo dentro.

–¡¿Qué…!? ¡Mmmmm!– se sorprende Bei Liu, a la que acallo con un beso.

–¿¡Quién!? ¡Kong! ¡Aaaahh!– gime Bi Lang cuando la agarro de su pecho, añadiendo qi.

–¿Estáis libres ahora? No es muy importante, así que no hay prisa– les aseguro.

–Primero mi beso… ¡Mmmmm!– exige Bi Lang, a la que robo sus labios.

–Nos has asustado– me acusa Bei Liu, seductoramente pegada a mí.

–Para ti estamos siempre libres. ¿Qué quieres?– pregunta su amiga, pasando su mano por mi cuerpo, entre mis ropas, amenazando con desnudarme.

–Es solo un pequeño capricho– reconozco.

–Oh. ¿Un capricho de Kong? Interesante. ¿Aquí?– me mira Bei Liu, inclinándose, mostrándome más su escote. Estoy seguro de que lo hace queriendo.

–Mejor en vuestra cabaña– pido.

–¡Perfecto! ¡Vamos! ¡También tenemos algo que contarte!– me arrastra Bi Lang.

–¿El qué?– me intereso.

–¡Es sobre Yan Xiulan! ¡Hemos averiguado cuando es su cumpleaños!– revela su amiga.

–¡Es en apenas cuatro días! ¡Nos hemos enterado esta mañana! No hay problema, lo tenemos controlado. Solo nos falta elegir algún regalo– explica la otra.

La verdad es que les gusta regalar siempre algo. Podemos hacer regalos, pero nada demasiado caro. Es la regla que ellas me impusieron. ¿Podría regalarle el vestido? La verdad es que no sé muy bien cómo dárselo. Luego lo hablo con ellas.

Por el camino, me van explicando los arreglos para la fiesta. Les falta confirmar a Ye Bi. E ir a comprar un pastel.

También me cuentan cómo se han enterado. En ningún momento de casualidad. Sin que se diera cuenta, se hicieron con parte de la dirección de sus padres. Y les han escrito. Dicen que parecían alegres de que tenga amigas. Que han sido muy simpáticos. Aunque cambian de tema cuando llegamos

–Y bien, ¿cuál ese capricho?– me interroga Bei Liu en cuando pasamos la puerta.

Las dos me miran. Sin duda, tienen curiosidad. Espero que no les decepcione. Solo quería ver cómo les quedaba.

–Bueno… Estuve por la tienda de ropa, y vi estos. No pude evitar tener curiosidad de cómo os quedarían– saco los vestidos.

Ellas los cogen. Los miran. Me miran. Comparten una risilla.

–Es un poco pervertido. Mira que traernos algo tan recatado– me critica Bi Lang.

–Sin duda. Es muy vergonzoso ponerse algo así– la acompaña Bei Liu, suspirando.

No tiene ningún sentido lo que dicen. Pero parecen divertirse. Me miran juguetonas.

–No mires– me exige una.

–Ni se te ocurra– ratifica la otra.

Así que me siento en el borde de la cama. De espaldas a ellas. Puedo oír sus ropas deslizarse. Incluso puedo verlas. Las tiran frente a mí. Pervertidas. Resulta un gran esfuerzo no girarme.

–Esto no muestra nada. Ni siquiera se pega. Ja, ja. Se parece a lo que llevábamos de niñas– ríe Bi Lang.

–Y que lo digas. Solo a un pervertido se le podía ocurrir algo así– me critica Bei Liu.

–Ayúdame con esto.

–Sí, aquí. ¡Aah! ¡No hagas eso!

–Espera. Estate quieta.

–Ji, ji. ¡Me haces cosquillas!

No sé hasta qué punto lo hacen a propósito. Para tentarme. O es natural. Me tengo que contener para no girarme varias veces. Y más cuando hay unos segundos de silencio.

–Ya está, puedes girarte– por fin anuncia Bei Liu.

–¿Qué tal?– pregunta Bi Lang, con una actitud tímida no propia de ella.

No estoy seguro si está actuando. Aunque queda bien con su aspecto. No solo se han puesto la ropa. Incluso el maquillaje ha cambiado. Casi no se nota. Y sus peinados. Las dos con dos trenzas a los lados. Sobre sus vestidos blancos. De una pieza. Les llegan hasta los tobillos. Con mangas anchas casi hasta los codos. Algunos lacitos aquí y allí.

No parecen ellas. Parecen demasiado inocentes. Están preciosas, de otra forma.

–¿Quiénes sois y qué habéis hecho con mis pervertidas?– me hago el sorprendido.

–Je, je. Tonto– ríe Bi Lang

–¿A quién llamas pervertida? ¿Quién eres? ¿Qué es lo que quieres? ¿Por qué nos has traído aquí?– pregunta asustada Bei Liu, escondiéndose detrás de su amiga.

–¿No será uno de esos pervertidos? ¡Tengo miedo! ¿Y si nos quiere empujar contra la mesa, subirnos la falda y hacernos… eso…?– se hace también la asustada Bi Lang.

–¡No puede ser! ¿Cómo nos puede pasar esto? ¡Seguro que ha sido él quién nos ha escondido la ropa interior!– me acusa aterrada su amiga. Es buena actriz.

–¡No! ¡Eso no! ¡Si lo hace, no nos podremos casar!– añade la otra.

Están metidas en el papel. Han retrocedido hasta la pared. Supongo que me toca hacer el mío.

–Si sois obedientes, no os dolerá. No tenéis escapatoria. Así que no os resistáis. Me gustan inocentes y puras– amenazo.

––¡Nooooo!–– gritan las dos.

Así que las acabo poniendo sobre la mesa. Les subo la falda a las dos. No tienen ropa interior. Empiezo a acariciar sus entrepiernas.

Al principio, siguen gritando como aterradas. Pero cada vez hay más gemidos y menos actuación. 

–¡¡Aaaaah!! ¡¡Nooooo!! ¡Mi virginidad!– se lamenta Bei Liu cuando la penetro.

–¡Noooo! ¡Ya no puedo casarme! ¡¡Aaaaah!!– es Bi Lang un poco después.

Las voy penetrando alternativamente. Cambiando cada medio minuto o así. A una con mi miembro hasta el fondo. Con la otra, juego en sus partes más privadas con los dedos. Incluso las azoto para "que se callen". Apenas es una caricia, pero ellas siguen el juego.

–¡¡Aaahh!! ¡Duele! Sob, sob. ¡No más! ¡¡¡Aaaaaaahh!!!

–¡Seré obediente! ¡¡Aaaaaahhh!! ¡No me pegues más!

Luego se acaban quitando del todo los vestidos para que "no se manchen". Me llevan hasta la cama. Y me cabalgan salvajemente.

–¿Qué habéis hecho con mis inocentes chicas?– me quejo.

–¡Aaah! ¡Es culpa tuya! ¡¡Aaaah!! ¡Asume la responsabilidad por corrompernos! ¡¡Aaaah!!

—————

Las dos están abrazadas a mí. Haciendo círculos con el dedo en mi pecho.

–Así que has comprado un conjunto para Yan Xiulan y no sabes cómo dárselo. Mmm. Sin duda, un grave problema– se muestra pensativa Bei Liu, aunque sin duda divertida.

–¿Qué tal para su cumpleaños? Así podríamos regalarle algo a juego. Déjanoslo ver– sugiere Bi Lang.

–¿Algo a juego? ¿Estás sugiriendo…?– parece excitada su amiga,

–Je, je. Exacto– la otra parece muy divertida.

–No me lo vais a explicar, ¿verdad?– las miro a una y otra, mientras lo saco.

–Ya lo verás en el cumple. ¿Te parece bien darle el vestido? Es de su estilo, le gustará.

–Si me ayudáis a dárselo– insisto.

–¡Hecho!

Nos volvemos a tumbar durante un rato. Disfrutando de nuestra compañía y contacto. Aunque se acaban levantando. Hoy están más activas. No necesitan dormir. La razón es evidente. Tienen cosas que hacer. Planes de cumpleaños que llevar a cabo. Les encanta conspirar. Y me amenazan con llevar sus vestidos nuevos. ¡Ah! Casi se me olvida.

–Aparte de los vestidos, compré algo más que me gustaría ver como os queda– les anuncio.

Ellas me miran con curiosidad. Estaban preparadas para irse. Abren los ojos al ver la ropa interior que dejo sobre la cama. La cogen pieza por pieza. La estiran. Se la ponen sobre la ropa.

–Pervertido…– me acusa una.

–¿Cómo le puedes regalar algo así a unas chicas inocentes como nosotras?– me critica la otra.

–Entonces, ¿os lo pondréis para mí?– pregunto, sonriendo.

––¡Claro!

—————

Por la tarde, voy a ver a Pen y Fen Huan. Esta última está mucho más emocionada de lo que me esperaba. Se lo prueba enseguida. Se da varias vueltas delante de un espejo que ha sacado de un anillo. Luego las da frente a mí.

–¿Qué tal?– pregunta un tanto tímida, comportándose como una niña.

¿En serio es la misma masoquista y adicta a los combates? Aunque tengo que reconocer que le queda bien. Realza su aura de guerrera.

–Estás preciosa. Una guerrera muy sexy– le aseguro.

Ella sonríe. Incluso se sonroja. Me besa efusivamente. Me señala hacia atrás cuando me suelta. Hacia su amiga que ha acabado de cambiarse.

Pen lleva un vestido largo rojo que realza su figura. Ligeramente escotado, pero sin ser muy atrevido. Con los hombros libres. Un pequeño lazo en el pelo del mismo color. Unos guantes negros que le llegan hasta casi el codo. Unas medias negras semitransparentes. Unos zapatos sencillos, también rojos, fácil de moverse.

–Deslumbrante– se me escapa la palabra de la boca.

–Estás increíble– reconoce también Fen Huan.

Pen sonríe. Aún más deslumbrante. Se acerca. Estira los brazos. Rodea mi cuello. Me besa.

–Gracias– me agradece sensual.

–Gracias– también me besa Fen Huan un momento después.

Me llevan hasta la cama con besos. Me quitan la ropa con suavidad. Y me acaban haciendo el amor muy dulcemente. Turnándose. Sirviéndome.

Normalmente, lo hacemos bastante más salvaje. En especial con Fen Huan. Aunque sé que a veces también le gusta ser tierna.

No puede negarme a sus besos y caricias. Son más que bienvenidos. También así son suculentas. Por no hablar de que están preciosas. Han ido con cuidado de no manchar sus vestidos. Que no se han querido quitar mientras hacíamos el amor.

También me acusan de pervertido cuando les doy la ropa interior. Es bastante provocativa. Aunque lo hacen muy seductoramente. Fen Huan parece muy interesada en probársela.