He estado de disfrutando de mis esclavas. Las he empotrado contra la cama. De cara o de espaldas. Y bombeado en ellas a placer. Hasta dejarlas sin aliento. Rui y Ning repetían "Amo" una y otra vez. Bronceada mordía la almohada. Mientras llenaba su vagina primero y su culo después.
Pensando que esta noche las chicas me harán hacer bondad, me he traído también a Rong. Inmediatamente, me he puesto a frotar su vagina. Con qi. Hasta que ha estado mojada. La he penetrado de golpe. Cogiendo sus manos. Inmovilizándola. Follándola. Haciéndola disfrutar, quiera o no.
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Las chicas me hacen traer a la nueva esclava. Me mira por unos instantes. Luego se arrodilla.
–Mi señor. Gracias por permitirme estar con mi hija– me agradece.
Pongo un dedo en su barbilla. La hago mirarme.
–Me llamo Kong. No tienes que arrodillarte– le aseguro lo más suavemente que soy capaz.
–Pero…
–Si hace falta, es una orden– me reafirmo.
Ella asiente. Las chicas me miran con aprobación.
–Ya se lo hemos dicho, pero no nos hacía caso– se burla Song.
–Pero señora Song yo… ¡Ay!– quiere defenderse Shun, antes de recibir un pequeño pellizco.
–¿¡Qué te había dicho!?
–Vale, vale, solo Song– se duele del costado.
Las otras se ríen. Parece que se llevan bien.
Oh. Se ha despertado la niña. Está llorando. La traigo a mis brazos. Se calma con un poco de qi.
–¿Cómo lo haces?– me pregunta, asombrada.
–Un poco de qi. Te enseñaré cuando llegues a la etapa uno– le aseguro.
–¡A mí puedes enseñarme ahora!– pide Liang.
–¡Y a mí!
–¡Y a mí!
Al final, me veo obligado a hacer una pequeña sesión de qi para bebes. Para sorpresa de la madre, la niña parece incluso disfrutarlo. No es muy diferente a usar qi para placer. Y las chicas ya lo empezaban a hacer.
Shun está muy atenta a las explicaciones. Y a la niña. A quien se llevan las chicas al cabo de un rato. Nos dejan a los dos solos.
–Mi señor Kong, puedes hacerme lo que quieras. Soy tuya. Te lo debo todo– vuelva a arrodillarse.
Yo la cojo de ambas mejillas. Pellizcándolas. Sin mucha presión. La hago mirarme.
–Sin señor y sin arrodillarse. ¿Queda claro?– demando.
Ella asiente. Incapaz de resistirse. Con su cara un tanto graciosa al ser estirada.
–Sí señ… Sí Kong.
–Mejor. Ven, acércate. Empecemos con un beso– le sugiero.
–Yo nunca. No sé sí…– se muestra preocupada.
–Solo tienes que hacer lo mismo que yo. Ven– insisto, sonriendo.
Ella se acerca. Nerviosa. Unimos nuestros labios. Se tensa cuando mi legua invade su boca. Pero no se resiste. Tímidamente mueve la suya. Se estremece cuando añado qi. La suelto. La miro. Respira un poco más fuerte. Sus ojos muy abiertos.
–No tengas miedo de usar tu lengua. No te preocupes, solo hazlo.
Ella asiente. Estamos un rato besándonos. Hasta que pierde el miedo. Hasta que empieza a soltarse. A dejarse llevar. No dejo de acariciar su espalda con suavidad.
Me separo. Nos miramos. Su lengua medio fuera. Hasta que se da cuenta y la esconde. Un poco avergonzada, se limpia la boca de saliva. No puedo evitar reírme. Ella aparta la mirada. Parece que ha perdido un poco el miedo.
–Déjame verte– le pido.
Ella se quita la túnica. No lleva ropa interior. Sus pechos son de buen tamaño, quizás como los de Lang. Y parecen más… llenos. Sus pezones son más oscuros que los de las chicas. No sé si es ella o porque dan leche. Sus piernas muy juntas, guardando lo que esconden. Son anchas.
Sus ojos anaranjados me miran. Su cabello es rojo. Hace juego con la mata que cubre sugerente su entrepierna. Su piel es ligeramente más oscura de lo habitual. Con varias cicatrices. Quizás no es natural de esta zona. O alguno de sus padres. Es también algo pecosa. Sobre todo alrededor de la nariz. Aunque menos que Song.
–Eres preciosa– la adulo, acercándome de nuevo.
Acaricio su mejilla. La vuelvo a besar. Mi mano llega hasta su pecho. Lo acaricio. Lo tanteo. Busco los puntos de qi. Ella gime. Se estremece. Parece que es muy sensible allí.
Dejo sus labios. Los míos bajan por el cuello. Sobre sus pechos. Hasta sus pezones. Los chupo. Los succiono. El sabor de la leche es curioso. Pero tampoco quiero dejar sin a la niña. Ella se ha corrido. No me mira, avergonzada. Yo sonrío.
Juego con sus pechos un poco más. Con mi boca y mis manos. La otra llega hasta sus nalgas. Se tensa por unos instantes.
Mi boca baja por su estómago. Poco a poco. Añadiendo qi. Excitándola un poco más.
Jugueteo con su ombligo. Bajo poco a poco hasta su entrepierna. Algo reticente, deja que las separe. Está al borde del orgasmo otra vez. Ataco su clítoris. Se corre.
–Estás muy mojada– observo.
–Yo… Lo siento… No…– se disculpa, asustada de nuevo.
–No hay nada que sentir. Me preocuparía si no lo estuvieras– le aseguro.
No sé cuánto ha sufrido antes para que tenga que disculparse por algo así. Parece que bastante.
Saboreo su vagina. Sus fluidos. Jugueteo con sus clítoris. Acaricio sus nalgas. Hasta que tiene su tercer orgasmo.
Me incorporo y la miro. Me devuelve la mirada, jadeando. Con los ojos algo llorosos. Parece incrédula.
–¡Aaah…! Yo nunca. Ellas lo habían explicado, pero no lo creía. ¡Aaah…! Es tan increíble– admite.
–Ahora voy a entrar. ¿Estás lista?– le pregunto.
Ella asiente. Aprieta los dientes. Parece que espera dolor. Con razón me han pedido las chicas varias veces que sea muy suave. Sin duda, ha sufrido mucho.
–¡Aaaah!– gime de placer cuando la penetro.
–¿Cómo estás?
–Bien, no duele como otras veces. Se siente bien– asegura, sorprendida.
–¿Cómo de bien? ¿Podrías describirlo?– la provoco un poco mientras empiezo a moverme despacio.
–¡Aaaaah! La señ… Song me ha advertido… ¡Aaaaah! Que no contestara si eras…
–¿Malo?– termino la frase con una sonrisa traviesa.
Ella asiente. Respirando. Gimiendo. Mirándome. Hay un poco de pasión. También incertidumbre.
–Lo haré despacio. Si quieres que vaya más rápido lo dices. O si quieres que pare. ¿De acuerdo?
Vuelve a asentir, ¿incrédula?. Me acerco a ella. La beso. Cojo uno de sus sensibles pechos. Mientras entro y salgo de ella con dulzura. No la suelto hasta que se vuelve a correr. Me paro. Me la quedo mirando. Hasta que se recupera.
–Deberías llegar a la etapa uno en poco más de dos semanas. Tienes un poco dañada la muñeca. Te debe de doler. Ahora te la curaré. Estate quieta– le ordeno.
Ella asiente. Me mira sorprendida. Parece que eso no se lo habían dicho. La follo muy despacio. Con un poco de qi. Lo suficiente para excitarla. Pero no para llevarla al orgasmo. Me detengo al cabo de un rato.
–Dime como está. Ya no debería doler– aseguro.
Ella la mueve un poco incrédula. Luego la fuerza más. Me mira con los ojos muy abiertos.
–¿Cómo…?– pregunta asombrada.
–Eso da igual ahora. Dime si hay algo más que tengas mal. Por pequeño que sea. No hay motivo para que te duela.
Ella señala una parte el cuello. El dedo meñique. Su rodilla. Menos el dedo, todas las había visto. Son golpes o torceduras. Ha sido maltratada. Por suerte, son fáciles de curar. Apenas pasar qi por la inflamación y algunas reparaciones menores usando su yin.
–Gracias. Por ser tan bueno conmigo. Es… increíble– dice casi llorando.
Recojo las lágrimas con mis dedos. La miro. La beso. La vuelvo a mirar.
–No hacen faltan las gracias. Ahora eres una de mis chicas. Tenemos que acabar lo que tenemos a medias– le digo, penetrándola de nuevo.
Ella gime y se arquea. Yo no me detengo. Hasta el fondo con suavidad. Con qi. Tira la cabeza hacia atrás. Gime.
–¡¡Aaaaaah!! Es tan diferente ¡Aaaaaah! Era solo dolor y ahora… ¡¡¡AAAAAAaaaaahhHHH!!!
–No seas tímida. Puedes usar tus manos conmigo. Puede decirme cómo lo quieres. El sexo es cosa de dos– le susurro. En la oreja.
Luego la beso. Mi lengua hasta su paladar. Mis manos jugando con su pecho. Ha salido un poco de leche. Mi miembro penetrándola. Sus manos me acarician la espalda con timidez. Aunque acaban apretándome contra ella.
–¡¡¡Aaaaaaaah!!! ¡¡Así!! Es tan… ¡¡AAaaaaaahh!! ¡Más rápido…!– me pide finalmente.
Y eso hago. Acelero poco a poco. Hasta que noto que es suficiente. No dejo de besarla. De manosearla. De recrearme es sus formas. Con suavidad. Con qi.
La llevo dos veces más al orgasmo antes de llenarla. Luego me quedo a su lado. Acariciándola. Abrazándola. Hasta que se recupera. Le cuesta un poco. Es mortal todavía. He tenido que ir con mucho cuidado.
–Gracias– me mira y me agradece.
–Gracias a ti. Ha sido delicioso– le aseguro. No miento. Ella sonríe.
–Deberías sonreír más. Estás preciosa cuando lo haces– le aseguro.
Ella se sonroja. Oculta el rostro en mi pecho.
–¿Esto todos los días? ¿Dos veces?– susurra sin moverse, intentando ocultar la pasión en su voz.
–A no ser que no quieras– le doy la opción
–¡Ah! ¡No! ¡Digo sí! Yo…
Me río. La beso. Esta vez me lo devuelve con más pasión. Puedo sentir como nuestra conexión ha cambiado. A mejor. No es como las chicas. Pero se acerca.
Al cabo de un rato, ella se incorpora un poco. Me mira algo nerviosa. Supongo que quiere decir algo y no se atreve. Probablemente Shi tenía razón. Sonrío. Me traigo a Wei. Yu se sorprende al verla desaparecer de sus brazos. Se encoge de hombros. Sonríe. Y se pone a cuchichear con las demás.
Le entrego a su hija con delicadeza. Ella la coge con suavidad. Gime cuando la niña chupa su pezón.
–¡Aaahh! Está muy sensible– se queja.
–Ahora dirás que es culpa mía…– me hago el inocente.
Ella me mira durante un instante sin reaccionar. Luego se ríe muy bajo.
–Toda– me acusa en un susurro casi inaudible.
Es buena señal que sea capaz de hacerlo. Me acerco. La beso con suavidad en los labios. Mientras acaricio a la niña. Las abrazo. Son adorables.
Cuando las devuelvo, las chicas la reciben con abrazos. Y le roban la niña entre risas. No me cabe duda de que la están interrogando.
Por suerte, he pasado la prueba. Lo sé cuando llamo a Shi y me besa. Me abraza.
–Te has portado bien. Me han hecho prometer que no haríamos nada. Solo abrázame– me pide.
Se duerme en mis brazos. Y yo en los suyos.
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Los días siguientes nos dedicamos a cultivar, follar, entrenar. También comprar algunas hierbas para Wan. Y unas armas de entrenamiento. Hemos comprado armas malas en el mercadillo. Les hemos quitado el filo. Y añadido algunos arreglos. Mi bastón es blandito en los extremos.
No ha pasado nada especialmente relevante en esta semana. Liang ha subido a la cuatro. Wan a la ocho. Ha intentado forzar para hacer una píldora. Le ha faltado qi. Es un poco impaciente. No sé que haría a una velocidad normal.
Shun se ha adaptado bastante bien. Es muy entregada. Le excita que juegue con sus pechos. Luego se queja cuando da de comer a Wei. También es muy obediente. De momento. Las chicas la están poco a poco corrompiendo. Como a Lang.
La niña es adorable. No sé muy bien que haremos cuando crezca. Bueno, ya lo veremos. Aún queda tiempo.
Song ha acabado de arreglar su lanza. Ha conseguido unir la punta que encontramos en la cueva con el asta que compré. Ha quedado mejor de lo que esperaba. No es perfecta, pero suficiente para su etapa. Ahora me la está enseñando.
–¿Qué opinas?– me pregunta.
Yo la cojo y circulo qi. Como bastón, estaría bien. Quizás un poco delgado. El qi hacia la punta está algo bloqueado, pero llega. Podía ser mejor, pero no está mal. Por ahora, le debería servir.
Lo pongo un poco al límite. Forzando el qi. Me da la sensación de que lo he abierto un poco más. Que va mejor. Pero no estoy seguro. No es mucho. Quizás solo lo imagino. Lo cierto es que no puedo replicar esa sensación.
–No está mal. Te debería ir mejor que la otra. Quizás algún día podamos conseguir que un profesional le eche un vistazo. No estoy seguro, porque no puedo repetirlo, pero diría que ha mejorado un poco la circulación. Lo raro es que no puedo repetirlo– le cuento mis sensaciones.
–Es curioso. Ellas han dicho algo parecido. Todas. Y a mí me parece también que ha mejorado. Lo extraño es que solo lo hayáis podido hacer una vez– coge el arma extrañada.
Sin duda es un fenómeno curioso. No sé a quién le podría preguntar. Buscaría en la biblioteca, pero los de fabricación de armas están restringidos a los de esa profesión.