He sellado mi etapa hasta la siete. Como el estudiante. Por si acaso. Me he asegurado de que siga durmiendo. Y lo hemos traído.
–¡Ah! Tian. ¡Ya estoy mojada! ¡Viólame!– suplica.
Tiene el aspecto de una mujer en sus veintes. Debe de tener algunas decenas más. La reconozco. Era una de las encargadas de proteger el campamento. Puede que esté en la etapa siete del reino del Alma. Incluso más. Hubiera sido difícil escapar de ella.
Está de pie. Ligeramente inclinada. Sus manos atadas con una cuerda. Que sube hasta una rama sobre ella. Es probable que pueda deshacerse de ella con facilidad. Su piel es bastante blanca. Parece que así se consideran más hermosas. Su cuerpo bien proporcionado. Pechos abundantes pero no excesivos. Culo respingón pero no enorme. Cerca del estándar de belleza de los estudiantes.
Supongo que es lo que cabe esperar. A partir de cierto nivel, se puede remodelar el propio cuerpo. Hasta cierto punto. Y muchos lo hacen por motivos estéticos. Lo que, en cierta forma, los hace demasiado parecidos. Aunque esa es mi opinión. No obstante, es la primera vez que tengo un cuerpo así a mi alcance. A alguien imposible. Y peligroso.
–¡¡Aaah!! ¡Tan duro!– gime cuando la penetro –¡Aaah! ¡Haré lo que quieras! ¡Solo no me pegues más!
De hecho no la he pegado. Pero supongo que es lo que quiere. Uso algo de qi al follarla. Pero no mucho. Tampoco quiero que tenga demasiado placer. Que sospeche. Le doy una palmada en las nalgas.
–¡¡Aaah!! ¡¡Más fuerte!! Digo… ¡No! ¡No me pegues más! ¡Seré obediente!
Es un juego un tanto pervertido. Lo peor es que las chicas están mirando. Espero que no estén cogiendo ideas. Y Ning está con el estudiante inconsciente. Haciéndole una felación. No le ha molestado en absoluto. Parece más bien excitada. Y curiosa.
Yo sigo follando a la estudiante. Es una pena, pero no puedo absorber su qi. Es muy denso. Supongo que su nivel es demasiado alto para mí.
No es tan estrecha como las chicas. No se ha esforzado en serlo. Pero el peligro es excitante. El estar follándome a quien no debería acercarme. A quien no sabe que soy yo. A quien grita de placer sin saberlo.
Sus pechos son firmes y suaves. Toda su piel es extremadamente suave. Su pelo rosado cae sobre su espalda. Su culo se mueve con lujuria. Algo rojo de mis azotes.
–¡Aah! ¡Mis tetas! ¡Por favor! ¡Aah! ¡No me pellizques los pezones!– pide negándolo.
Y hago lo que me pide. Pellizcarlos. Están duros. Erectos. Juego con ellos. Los aprieto. Entre mis dedos. Contra su pecho. También los froto. Y no me olvido de golpear sus nalgas.
–¡Sí! ¡Aaah! ¡Así! ¡Aaaah! ¡Tian! ¡Hoy estás increíble! ¡Ah!
El tal Tian se corre en la boca de Ning. Inconsciente. Esta saborea el semen con curiosidad. La llevo al orgasmo antes de correrme en ella. Uno no muy intenso. Pero que disfruta.
–¡Aaaaah! ¡Ssssssiiií! ¡HHHHAAAAaaaahhh!
Inmediatamente las devuelvo a todas y me alejo. Sin ni siquiera darme tiempo a vestirme. Espero que se crea el escenario. O, por lo menos, que nos dé suficiente tiempo.
Su amante está en suelo. Con su miembro manchado de su propio semen. Como si se hubiera caído tras el orgasmo. Tardará en despertar. Eso nos dará tiempo. Cuando lo haga, no sé que pensarán. Deberíamos de estar lejos. Ha sido bastante excitante. Lástima del qi. Lástima que no me pueda quedar ese culo. Esas tetas. Ese cuerpo.
Subimos por el río. Para no dejar huellas. Yi junto a mí. Vigilando. Y se ríe de mí. Sigo desnudo de cintura para abajo. Cuando estamos suficiente lejos, llamamos a las otras. Su mirada es traviesa. Divertida. Burlona. Yo suspiro.
Me pongo la ropa de esclavo. Está más rota que de costumbre. Es algo que han hecho estos días. Además de ensuciarla con tierra. Saco los excrementos del simio. Huelen mal. Riendo, empiezan a restregarme con ellos. Yo no lo encuentro tan divertido.
Luego añaden tierra. Y agua. Hasta que tiene el aspecto de haberse ido estropeando mi "camuflaje" por el camino. También me he puesto uno de los anillos de carga. Lleva algo de comida dentro. Raciones secas, una medio comida. Y algo de agua. También una de las peores dagas. Una lanza semirota. Unas pocas pieles y plantas de poco valor. Y algunos enseres personales, que estaban en el propio anillo.
Tiene que parecer que lo he sacado de un estudiante que no llevaba mucho. Pero que he podido sobrevivir con ello. También dejamos parte de los excrementos dentro.
Se ríen, pero sus rostros están preocupados. Hay muchas cosas que pueden salir mal. Ojalá simplemente nos pudiéramos haber quedado. Es inútil pensar en ello. Solo podemos seguir adelante.
–Limpiaros las manos. Huelen mal– bromeo.
Sus manos no son nada comparadas conmigo. Pero ya me voy acostumbrando. Me sonríen. Se despiden. Aunque no con un beso. Supongo que no es fácil acercare a mí ahora mismo. Las envío de vuelta. Solo Shi me acompaña un rato más. Hasta que empezamos a detectar estudiantes.
–Suerte– me desea antes de volver.
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–¿Qué es esto?
–¡Qué asco!
–¡Qué mal huele!
Son varias de las reacciones de quienes me voy encontrando. Me está bien. No se acercan y no me crean problemas. Solo me miran desde lejos. Incrédulos. Me dan ganas de reír.
Llego hasta la entrada del campamento. Me detienen quienes la guardan. Se tapan la nariz.
–¿Quién eres? ¿Por qué cojones hueles tan mal?– pregunta uno de los que está de guardia.
–¡Vete de aquí! ¡Es insoportable!– exclama el otro.
–¿Qué está pasando? ¿Pero qué…? ¿Quién eres?– pregunta otro, acercándose y tapándose la nariz.
Es uno de los maestros. Ni idea cuál es su nivel.
–Esclavo Kong. Etapa uno, señor– me presento.
Me mira incrédulo. Dudo que sepa de mí. O dónde estaba asignado.
–¿Por qué estás… así?
–Para sobrevivir. Los estudiantes murieron. Para que no me atacaran las bestias, usé sus excrementos. Había oído que podía engañarlas así– respondo.
Por suerte, aquí aún puedo mentir. Espero que no me lo hagan repetir cuando vuelva. Se me quedan mirando. No debe de haber muchos esclavos que hayan vuelto solos. Quizás sea el primero. Tardan unos segundos en reaccionar.
–Ve al río a lavarte. Tú, tráele algo que ponerse a este esclavo. El anillo… Luego me lo das.
Me inclino ante ellos y voy hacia donde me dicen. Es curioso, me cuesta hacer ese gesto. Antes lo hacía sin pensar.
Es un río que corre junto al campamento. Voy hacia la parte de abajo. No quiero molestar a los otros esclavos.
Sacarme la mierda de encima es engorroso. Está bien enganchada en el pelo. Han hecho un buen trabajo. Demasiado bueno. Un esclavo llega junto a mí. Deja ropa en la orilla. Ropa de esclavo.
–¿Qué ha pasado?– me pregunta con curiosidad.
Es Tou. Nos conocemos de hace unos años. No es que seamos íntimos amigos, pero nos llevamos bien. Hemos trabajado juntos muchas veces. Es cuatro años mayor que yo. Y más alto y fornido.
–Nos atacaron hienas. Me mandaron como cebo. Conseguí subir a un árbol. Por alguna razón, me dejaron estar. Supongo que había presas más fáciles. Cuando salí, no quedaba nadie. Había sangre. No sé si alguno sobrevivió– le explico la historia que hemos adaptado.
–¿Liang?
Bajo la mirada y niego con la cabeza. Tengo que parecer triste. A pesar de que Liang está ahora mismo corriendo desnuda. Detrás de Rayitas. Creo que quiere bañarla.
–Tómate tu tiempo. Ahora mismo no tienes tareas asignadas. Y puedes decir que costaba de salir. Lo siento– se despide Tou.
Lamento un poco tener que mentirle. Siempre nos duele la pérdida de un compañero. Por mucho que estemos acostumbrados. Pero no podemos sino seguir adelante.
Aunque más lo lamentaré con Shu y Ai. Quieren mucho a Liang. Les dolerá creer que ha muerto. Pero no puedo decirles la verdad. Podrían verse obligadas a confesarla.
Yo sigo lavando el pelo. Sumergiendo la cabeza. Hay un rastro de suciedad desde mi posición. No me demoro mucho. Sé que estarán esperando para hacer preguntas. Mejor no irritarlos. En cuanto está el pelo limpio, me visto y vuelvo
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–Así que os atacaron una manada de hienas, y a ti te mandaron fuera. Y te dejaron en paz cuando te subiste a un árbol– confirma Xie Ming, el maestro de antes.
–Así es, señor– respondo.
Espero que no dude. No debería tener motivo de hacerlo. Solo soy un esclavo en la etapa uno. ¿Qué otra explicación podría haber?
–Realmente tuviste suerte. ¿Y el anillo? ¿Murieron todos?– me sigue interrogando.
–El anillo lo cogí de un estudiante muerto. De lo que quedaba de él. O ella. Había muchas manchas de sangre cuando las hienas se fueron, pero puede que algunos sobrevivieran– respondo.
De hecho, algunos sobrevivieron, al menos por un tiempo. Y Rong está viva. La esclava de un esclavo.
–Parece que murieron todos. No ha vuelto ninguno de su grupo. Solo tú has sobrevivido. Un esclavo en la etapa uno. Te usaron para salvarse, y te salvaron a ti. Que irónico– dice con una sonrisa agridulce.
Suspira. Me lo quedo mirando. No puedo hacer nada hasta que me lo ordene. Supongo que se ha creído la historia. Sería mucho menos creíble que estoy en la etapa nueve. O que tengo un espacio con varias chicas dentro. Por mucho que sea la verdad.
–Vuelve con los esclavos. Hay trabajo por hacer. Volvemos en tres horas.
–Sí, señor– acato las órdenes.
Antes no me dolía tanto hacerlo. Tengo que reprimir ese impulso. Solo un mes más. Voy hacia el maestro de esclavos. A ver que tareas me tocan.
–Mira, es el esclavo-mierda– dice una voz.
–Ja, ja. Deberías haberlo visto. Todo cubierto de mierda– se burla otro.
Bueno, mientras solo sean palabras no me preocupa. Espero que no vaya a más.
–Pues a mí me parece admirable. Que un esclavo en la etapa uno haya conseguido volver… Hay que reconocérselo– me defiende otra voz.
–Gracias– pienso para mí. Aunque no sepan la verdad.
–Sí, sí, Tai Feng. Aunque sea emmierdado– ríe otro
Así que Tai Feng es el estudiante que me ha defendido. Etapa siete. Pelo rojo atado en una cola. Rostro rudo. Cuerpo robusto. No lo recuerdo. Eso es bueno. Quiere decir que, probablemente, nos deja en paz. Los otros son un tanto infantiles.
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Me dedico a recoger tiendas con otros tres esclavos. No hablamos mucho. Respetan mi duelo. Aunque sea ficticio. Han muerto varios esclavos. Algunos como cebos. Otros junto a sus grupos. Algunos, vete a saber. Quizás simplemente apaleados. Aquí se puede dar cualquier excusa. Solo tienen que pagar por haber perdido una propiedad de la secta.
También parece que han habido más bajas de estudiantes de lo normal. Aunque no excesivas. Soy responsable de algunas de ellas. Y no es que me sienta culpable. De repente, pasan junto a mí dos rostros conocidos. Uno tiene un vendaje en la cabeza.
–¿De verdad no te acuerdas de nada, Tian?– susurra una voz.
–No. Nada, Mei'er– reconoce él.
–Es una pena. Estuviste muy bien. Mejor que nunca– lo alaba ella.
–De nada– pienso para mí.
Aunque no sé si le haría mucha gracia de saber la verdad. Mejor que nunca lo sepa.
Aún me siguen señalando algunos estudiantes. No es bueno. Es mejor no llamar la atención. Que no sepan que existes. Tendré que cambiar el peinado una vez vuelva. Quizás cortármelo. Quizás una cola. Lo tengo lo suficientemente largo. No me lo han cortado desde que empezamos la expedición. Con suerte y un poco de suciedad, no me reconocerán.
No puedo dejar de pensar que he matado a varios de ellos. De pensar que soy superior a ellos. Que solo el tener que disimular, y que tengo el estatus de esclavo, les permite burlarse de mí.
Respiro hondo. Tampoco hay para tanto. ¿Qué más da? Lo que piensen no importa. El orgullo es un estupidez. Hemos visto morir a muchos estudiantes inútilmente por ello. Aunque pudiera, no hay motivo para matarlos. A no ser que vaya a más. Tengo que asumir cuanto antes que vuelvo a ser un esclavo. No vaya a hacer una estupidez.
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Finalmente, volvemos. Seguimos el camino de la ida. Alguien activa el portal desde el otro lado. Lo cruzamos. Todos los esclavos estamos bastante cargados. Podrían habernos ayudado usando los anillos. Haber disminuido la carga. Pero a pocos les importa. Y, a quienes lo hagan, no tienen el poder de decisión. Supongo que para eso estamos los esclavos. Antes no dudaba tanto.
Aparecemos en el punto de partida. A unas horas de la secta. Hemos atravesado la pared de piedra gracias a un portal. Aquí ya no hay nada que temer. Quizás un esclavo solo podría correr peligro. Hay bestias que podrían compararse con alguien en la etapa dos. Con todo el grupo, ninguna se va a acercar.
Por una parte estoy deseando llegar y descansar. Y empezar a prepararme para alcanzar al reino del Alma. Por la otra, temo el momento de hablar con las amigas de Liang. Espero que, si algún día saben la verdad, me perdonen.