Ayer fui a recoger los pétalos. Como era de esperar, Gan Ren los tenía preparados. Siempre es muy profesional. Incluso volví un rato más tarde para comprarle unas hierbas que me había recomendado. Le habían llegado dos días antes.
Alguien las había encontrado y vendido. Estaba frescas. Cuando se lo dije a Wan, puso unos ojos muy grandes. Insistió en que las comprara como sea. Su actitud era un tanto infantil. Cómica. Adorable. Por la noche, me lo agradeció muy efusivamente.
Hoy estoy con las chicas, Ning y Bronceada. Ning mira a Bronceada de reojo. Algo inquieta. Hicieron las paces. Pero creo que aún está traumatizada.
Cuando ha vuelto del burdel, ha dicho que tenía algo de información. Así que dejo que Bronceada la oiga.
–Me he enterado de que es un cliente habitual. Siempre pide chicas atléticas. Mejor si están morenas. Todavía más si tienen las marcas de la ropa. He oído que, si viene una nueva así, le ofrecen ser el primer cliente. Paga bien. Más todavía si es virgen. También que le gusta ser dominante. Simular que está violándolas– explica.
Parece que tiene un curioso fetiche. Bronceada aprieta los dientes y los puños. Aunque no parece que vaya a saltar. Más que enfadada, parece decepcionada.
Las gemelas tienen un rostro de disgusto. Bueno, las otras chicas también. No me extraña. Es alguien que tiene el fetiche de violar a quien se parece a su sobrina. Bueno, aunque sea su sobrina-biznieta. Y que puede que también lo hiciera con la madre de Bronceada. Digno sobrino de Wu Gen. Me estremezco solo de pensar en él. De todas formas, lo único que sabemos con seguridad es que va al burdel.
Veo que Bronceada suspira. Me mira. Mira a Ning. Luego baja la cabeza. Parece un poco deprimida. Siempre se había enorgullecido de su tío. Era una de las razones por las que había actuado tan agresiva. Presionada. Aunque no es una excusa para querer matarme y robarme. Tengo la impresión de que se siente peor que cuando la capturamos y la violaba cada día.
–Gracias– dice en voz baja.
Cuando devuelvo a las dos esclavas, el ambiente es un tanto deprimente. Creo que a todos nos ha afectado un poco.
–Será mejor ir a entrenar para despejarnos– sugiere Song.
–Por una vez, creo que tiene razón– está de acuerdo Shi.
–¿Qué quieres decir con por una vez?– pregunta Song, suspicaz.
–¿Realmente tengo que explicártelo?
–Necesitas una lección…
–¿Y tú me la vas a dar?
Parecen pelearse. Aunque sin duda bromean. En parte para distender el ambiente. Creo. Los demás sonreímos. Lo cierto es que acaban enfrentándose cuando las devuelvo. Una vez más. No estoy seguro de quién gana. Solo que acaban las dos riendo.
Por la noche, deciden atacarme las dos juntas. Como en los viejos tiempo. En realidad, no hace tanto. ¿Un año? Ha pasado rápido. Todo ha cambiado tanto… ¡Ey! ¡No apretéis tan fuerte!
—————
Al día siguiente, me viene a visitar Shu. Me pregunto si tendrá alguna información interesante. Aunque antes de preguntar, he de pagar el precio. Si es que se le puede decir pagar a besarla. A disfrutar de su cuerpo desnudo. De sus caricias. A entrelazar nuestros cuerpos. A penetrarla. A llenarla.
Solo cuando se ha recuperado le pregunto.
–¿Sabes algo?
No hace falta preguntarle de qué. Ya lo sabe. Lo que no esperaba era ver algo de miedo en su mirada. No es que esté aterrada. Pero lo que ha descubierto parece haberla asustado.
–Están todos muertos– murmura, sin mirarme.
–¿Todos? ¿Quiénes?– insisto, un tanto confundido.
–Todos los sirvientes y esclavos. Se dice que entró en cólera cuando una de sus descendientes murió. Mató a todos. Menos a la hija de esa descendiente. Por lo que sé, desapareció hace unos meses en la misma exploración que fuisteis tú y Liang…– explica.
Me siento culpable otra vez. Es evidente la tristeza en su voz al mencionar a Liang. Quisiera decirle que está viva. Que las tres están vivas. Algún día…
–La única que sé que escapó fue el ama de cría. La vendieron antes de que sucediera. Lo único que sé es que la vendieron a la familia Zen, que su nombre es Hong y que es pelirroja. No era cultivadora, y debe de estar en los 50.
Oh. Una pista. Sé que ella no puede investigar mucho más. El contacto con los esclavos fuera de la secta es ocasional. Y preguntar sobre algo explícitamente puede levantar sospechas. No quiero ponerla en peligro.
–Gracias por todo. Si oyes algo más, dímelo. Pero no investiguéis, parece peligroso– le pido.
–Te preocupas demasiado– sonríe ella.
–No quiero que os pase nada a ninguna– le aseguro, muy serio.
Ella me besa. Durante un buen rato. Luego se levanta con una risilla. Dejándome en la cama. Vistiéndose. Sin dejar de sonreír. Por desgracia, tiene que irse. Suspiro.
Miro en la Residencia. Bronceada está de pie. Desnuda. Con los ojos cerrados. La llamo. Lo que no esperaba es que, sin abrir los ojos, golpeara directamente hacia delante. Hacia mí. Usando una de las formas de Golpe Celestial.
Por suerte, mi nivel es dos etapas por encima. Estoy incluso en otro reino. Aunque no lo puedo tomar a la ligera. Invoco rápidamente mi bastón. Imbuyo qi en él. Más de lo necesario. Por si acaso.
El golpe es fuerte. Me hace dar un par de pasos hacia atrás. Me ha cogido completamente por sorpresa. La defensa ha sido un poco precipitada. Mis manos tiemblan un poco.
–¿¡Eh!?– se sorprende, abriendo los ojos –¡Amo! Yo… ¡Lo siento! ¡No sabía que estabas ahí!
Ha entrado en pánico. Nunca la había visto así. Los ojos muy abiertos. Negando con las manos. Entre asustada y sorprendida.
–No es culpa tuya. Aunque es cierto que me has golpeado. Mereces un castigo– amenazo.
La verdad es que no tienen ninguna culpa. Soy yo quien la ha traído cuando no debía. La próxima vez, iré con más cuidado. Pero no puedo desaprovechar la oportunidad cuando está así.
–Amo…– me mira suplicante.
–Ponte sobre mis piernas. Mereces unos azotes– le ordeno.
Ella obedece. Aunque sus ojos dicen que se siente agraviada. Castigada injustamente. Pronto se da cuenta de que no es exactamente un castigo.
Mis azotes no van con fuerza. No la suficiente para hacerle daño. Y el qi que imbuyo no estimula precisamente su dolor.
–Aaamoo…– vuelve a decir, ahora gimiendo, con lujuria.
No tardo en hacerla sentar sobre mí, dándome la espalda.
–Ya sabes qué tienes que hacer como penitencia– le susurro al oído.
–Sí… Amo– responde sensualmente.
Me introduce despacio dentro de ella. Luego empieza a moverse. No le es difícil. Sus pies están juntos. Apoyados en el suelo. Yo acaricio su espalda y su costado. Recorriendo la separación entre el lado más bronceado y el menos. Resulta hipnótico.
Un rato después, la hago pegarse a mí. Alcanzo así sus pechos. Beso su cuello. Incluso lo mordisqueo. También juego con su entrepierna. Alcanzo su clítoris. Se estremece toda ella cuando añado qi.
No es la hora a la que suelo follarla. De hecho, no era mi intención. Quería hablar con ella. No sé como siempre acabo así.
Cuando la lleno, se queda un rato inmóvil. Jadeando. Yo aún dentro de ella. Su cuerpo apoyado contra mí. Totalmente a mi merced. Me entretengo con sus pechos mientras se recupera.
–¿Qué sabes de una esclava llamada Hong que hace años estaba con vosotras?– le pregunto.
–¿Tata?– se sorprende.
Se ha girado. Me mira con los ojos muy abiertos.
–Era tu ama de cría, creo. ¿Qué sabes de ella? ¿Cómo era?– insisto –Siéntate.
Ella parpadea Se levanta y se sienta enfrente.
–Es tata… Ella era muy buena conmigo y mamá. Me daba dulces. Sé que me dio de mamar. Y que estuvo varios años con nosotras. La prestaban a otras familias. Por alguna razón, la vendieron– recuerda. Era una niña en ese entonces.
–¿Qué aspecto tenía?
–Ella era pelirroja y… ¡Eeeh! Está goteando… Va a manchar la cama– se preocupa.
El semen sale de su vagina. Normalmente, no está sobre mi cama cuando pasa. Supongo que por eso se ha preocupado. Tampoco importa. Ya le haré limpiar las sábanas. Como si fuera la primera vez. Aunque, ahora que lo pienso. Todavía hay algo de tensión entre ellas. Quizás pueda ayudar a solucionarlo. Llamo a Ning.
–Está goteando. Arréglalo– le indico, señalando la entrepierna de Bronceada.
Ning duda por un momento. Luego cumple mis órdenes.
–¡Espera! ¡Qué vas a hacer!– protesta Bronceada.
–Estate quieta y continúa– le ordeno.
Ning empieza a lamer su pierna. Con glotonería. Luego sube hasta su vagina. Mete incluso la lengua.
–Esto… Era pelirroja… Aaah… Muy rojo. Normalmente tenía el pelo corto. Ojos verdes claros… Aaaahhh… Para…– explica mientras Ning lame el semen.
–Continúa– insisto.
–La nariz un poco grande. Era muy dulce. Mmmm– gime mordiéndose el labio.
Ning se está sobrepasando un poco. No hacía falta jugar con su clítoris. Que no me venga a quejarse si Bronceada se enfada. Bueno, al menos tengo una descripción física.
Espero a que Ning acabe. Me mira con lujuria. Aún tengo cosas que hablar con Bronceada. Bueno. La puedo dejar por aquí. Así que se queda haciéndome una felación. Parece entusiasmada.
–Todos los esclavos y sirvientes que estaban cuando tu madre murió murieron. Se dice que tu tío estalló en cólera, pero podría haber algo más. Tu ama de cría es la única que sobrevivió, que sepamos. Intentaré localizarla, aunque no sé si está viva– le explico.
–¿Muertos? ¿Seguro? Me dijo que los había vendido y despedido– me pregunta incrédula.
–No sé si alguno escapó, pero es seguro que casi todos murieron. Solo sé del ama de cría, que ya estaba fuera– le confirmo.
Ella parece de nuevo deprimida. Pero pronto se recupera. Me mira.
–Gracias por al menos intentarlo– me sonríe. Parece sincera. Aunque cabizbaja.
Luego gatea hasta mí. Me besa. Es raro que tome la iniciativa.
–¡Iih!– se queja Ning.
Mira a Bronceada con los mofletes hinchados. Esta le saca la lengua. Le ha dado una fuerte palmada en el trasero. Vengándose de antes. Mmm. Supongo que debo aprovechar. La técnica de Ning es buena. Era realmente placentero. Quiere continuar. Pero la cojo y la pongo sobre la cama. Bocarriba.
La penetro. Gime. Se arquea hacia atrás. Se muerde el labio con lascivia. No le doy respiro. Inmediatamente empiezo. Salgo y entro de ella. No se queja. Todo lo contrario.
Le señalo a Bronceada que haga lo que quiera. Ella sonríe traviesa. Se acerca a los oscilantes pechos de Ning. Le muerde un pezón. Con fuerza. Aunque no excesiva. Lo suficiente para que lo note. Para causarle algo de dolor. Pero no demasiado.
–Ahhhh. Duele. ¡¡Aaaaaaaahhh!!
Bronceada lleva sus dientes a la oreja. Mientras sus dedos los reemplazan en los pezones. Pellizcándolos. Estirándolos. Pronto veo la marca de los dientes en el lóbulo.
Ning se queja. Pero gime más. Yo diría que lo está disfrutando. Así que dejo que Bronceada continúe. Parece divertirse.
Curiosamente, cuando acabamos, Bronceada acaricia suavemente el cabello de Ning. Lo aparta de su frente.
–Aaah… Has sido mala conmigo…– se queja Ning.
–¡Así aprenderás!– exclama Bronceada, con una sonrisa, satisfecha de sí misma.
–La próxima vez, muerde un poco menos fuerte– pide Ning.
–Pervertida…– la censura la otra.
–¡Iiiiih! ¡Espera! ¡No!– exclama Ning.
Bronceada le ha dado la vuelta. La está azotando otra vez. Aunque tiene una sonrisa divertida al hacerlo. Y no lo hace muy fuerte.
Parece que se están divirtiendo. Bien, que hagan lo que quieran. Si alguna se pasa, ya pondré orden. O Rui lo hará por mí. Aunque no puedo evitar ser un poco malvado.
Las devuelvo sobre una de las lagunas. Caen las dos al agua. Puedo verlas salir inmediatamente. Ning se ríe. Bronceada la mira. Con sus manos, empuja el agua. Crea una pequeña ola que engulle a Ning.
Poco después están las dos jugando en el agua. Hasta que acaban agotadas. En especial Ning. La acabo de follar. Se queda apoyada en Bronceada. Esta parece un poco molesta. Pero la deja quedarse. Quizás solo aparenta estar molesta.
Espero que hayan hecho del todo las paces. Que se lleven bien de nuevo. Lo que me preocupa es cómo encontrar a esa Hong. Bueno, es uno de los asuntos que me preocupan.
Está también el asunto de la familia Guo. Wan ha hecho las pociones. Píldoras aún no es capaz. Pero pociones sencillas no son un problema. O eso dice.
También está el problema con las gemelas y ese desgraciado.
No hay que olvidar a Dai Fen. Quiere matarme. Tengo que ir con cuidado si voy a la ciudad.
Y no olvidar a Zhi Mu y su hermano.
Está claro que el mundo me tiene manía. Al menos, las tengo a ellas. Luego hablaremos de como intentar encontrarla. Por ahora, mejor que entrene. Si no, me ganaré una buena bronca.